CÓMO ESCRIBÍ “DESENCANTO”
“Qué desencanto más hondo…
qué desconsuelo brutal
… Qué ganas de echarse en el suelo
y ponerse a llorar
cansado
de ver la vida que siempre se
burla
y hace pedazos mi canto y mi fe…”
La historia de “Desencanto” está ligada a la historia de un gran amigo: “el
negro Techera”.
¡Pobre negro!... La vida nos descruzó los caminos y sin motivo alguno
dejamos de vernos, pero sin que nuestro afecto disminuyera… Y un día, al
promediar la mañana, cuando yo estaba empeñado en componer un tango para una
película ya en filmación, me llega una noticia tremenda, una noticia horrible:
se está muriendo el negro Techera… Vuelo hasta su casa, allá por Flores, en la
calle Portela y allí está “el negro”, muriéndose… ¡Pobre Techera! Me habían
llamado para pedirme tres cosas. Dos de ellas terriblemente absurdas y la
tercera terriblemente humana… Los dos primeros pedidos eran absurdos, fuera de
toda lógica, concebibles solamente en ese momento ilógico que precede a todas
las muertes. Si los contara provocaría risa y el recuerdo de Techera no merece
semejante afrenta… Solamente diré que aquellos pedidos eran tan grotescamente
absurdos como pedir, por ejemplo, un vaso de leche en una ferretería o
preguntarle a un guardia de tranvía si cree en el más allá… Recuerdo que fueron
cuarenta y ocho horas vacías y negras que me desasosegaron, porque yo quería de
verdad a Techera… El director de la película me urgía para que le entregara la
composición y hasta llegó a darme un plazo de tres días, pero era imposible
componer canción alguna… ¿Cómo pensar en esos momentos terribles? ¿Cómo
sentarse al piano? ¿Cómo escribir una sola línea?... En aquellos días de
locura, cuando los minutos tenían realmente importancia, me volví raro conmigo
mismo. Sí… Yo, que nunca duermo de noche, tenía sueño. Yo, que nunca tengo
apetito, tenía un hambre terrible… Empezó entonces el esfuerzo físico para no
dormirme… El cigarrillo, la copa de whisky, la salida al balcón, todo en
plural, porque eran “los” cigarrillos, “las” copas de whiskies, “las” salidas
al balcón… Y en ese juego de copas, tabaco y sueño, se agudizaron recuerdos,
heridas, imágenes. Así nació finalmente “Desencanto”.
La muerte del negro Techera, amigo increíble, tuvo una enorme participación
en ese tango… Su delirio tenía una sola preocupación: el engaño con que la vida
lo había castigado. Sonreía reprochándoselo a su propia madre, muerta hacía
mucho. Por eso hay una frase en la canción que lo señala:
“Oigo a mi madre aún
la oigo engañándome
porque la vida me negó
las esperanzas
que en la cuna me cantó”
“Desencanto” nació así: goteando madrugadas, cansancio, nervios… Y en sus
versos encerró el drama del pobre amigo que acababa de morir:
“La vida es tumba de ensueños
con cruces que, abiertas
preguntan: Pa’ qué?” (15)
Notas
Radio Belgrano, noviembre 1947
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