domingo

EN PIEZAS / LA TERRORÍFICA MANIPULACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS (39) - FEDE RODRIGO


1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018

DEL BARRIO 13


El Bauti estaba tan cansado que apenas dio una vuelta a la manzana: sólo doblando a la derecha como en el cuento de los locos. A mitad de camino sintió el portazo que había dado la Señora Lucía y el apuro con el que aceleró la camioneta: quién sabe qué le estaría pasando. El Bauti volvió a al Laberinto y pasó de largo sobre sus almohadones que estaban en el piso hasta ir a la cocina. (Desde las otras habitaciones de lata se escuchaba a los demás niños pobres tratando de sobrevivir.) Agarró una hoja blanca, la alisó con firmeza contra su panza y se sentó a la mesa. Eran las seis de la tarde: la hora de escribirle a su madre.

Sus ojos empezaron a pendulear dentro y fuera de la hoja mientras dibujaba las letras con perfección de imprenta. Sus palabras cultas, sus ideas recurrentes y repetidas, sus comparaciones astutas y sus descripciones inequívocas no eran más que síntomas de su condición. (Condición enredada hasta en su nombre: Bautista.)

Hola ma, te escribo de nuevo. Otra vez son las seis y otra vez estoy en el Laberinto. Desde que maté a papá ya no voy a casa. Y estoy acá, tratando de no crecer mucho para que me puedas ver crecer pero a veces no me sale. Esta carta es especial porque te estoy mandando un frasquito de pichí. Es para que lo veas aunque también te lo voy a describir porque de aquí a que lo puedas ver quizás ya se puso feo. Es verde y tiene cristales brillantes. Duele mucho cuando sale y duele mucho cuando se crea. Arde en la espalda como seguramente le debe doler a un ángel la amputación de las alas que lo hace ser persona. Es que me pincharon con droga y ahora mis riñones no aguantan y creo que me voy a morir. La señora Lucía me trajo hasta el Laberinto y hablamos de morirme pero ella dice que espere. Y yo no quería que me viera llorar y salí a dar una vuelta siempre doblando a la derecha y sin cruzar (como en el cuento de los locos). En el camino, un ratito antes del portazo me crucé con una mujer con los ojos pegoteados de cielo. Eran raros: le faltaban pájaros. Cuando volví, la señora Lucía ya no estaba (lo que dio sentido al portazo) y no tuve tiempo de despedirme. Tampoco me dio el tiempo de despedirme de papá ni del Despeinado. Todos se están muriendo, ma. Y a los que se mueren no los podemos ver más. Por eso te quiero decir adiós, ma: por las dudas. Yo te quiero mucho. Te quiero todo el tiempo. Se supone que el tiempo está hecho para que no se note. Y pasa tan despacito que no se ve: como pasa la luna a lo largo de la noche. Y pasa tan rápido que no se ve: como un rayo de luz al que no se le encuentra dónde empieza ni dónde termina. Pero a mí el tiempo se me hace visible y me duele, ma. No sabés cuánto me duele. Y sé que soy hico para hablar de estas cosas y eso me hace raro. Creo que la gente ya se dio cuenta que soy raro, ma: yo creí que sólo vos y yo sabíamos pero la gente se está dando cuenta y yo sólo quiero que seamos vos y yo. Ye extraño. ¿Cuándo volvés, ma? Te extraño.

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