Si quisiera hablar con Dios
tengo que volverme un perro
tengo que lamer el suelo
de los palacios y los castillos
suntuosos de mis sueños.
GILBERTO GIL
Un relámpago
y el grito de la garza
hondo en lo oscuro.
MATSUO BASHO
1
La primera vez que Fibi Canfield visitó a Poli Rabí tenía catorce años y
acababa de llegar de Viena para pasar las vacaciones de Navidad con su madre.
-Menos mal que sos matera -se frotó las manos la diminuta aspirante a
bailarina clásica que ni siquiera parecía haber entrado en la adolescencia.
-Estoy a puro cimarrón desde hace tres días, porque allá ya llevaba dos meses
sin conseguir yerba. Y lo único que me hace soportar la negrura de las cuatro
de la tarde es ver caer las lágrimas como bichitos de luz por arriba de la
bombilla.
-Pa. Achicá el pánico -dio vuelta el mate la guitarrista que se estaba
preparando para viajar a dar examen de ingreso en la Universität für Musik und
darstellende Kunst Wien en setiembre. -Acordate que el otro día me dijiste por
teléfono que me zambullera tranquila, nomás.
-Pero me olvidé de aclararte que en invierno aquello es una piscina vacía
-festejó su chiste con una carcajadita histérica Fibi. -Me imagino que viste Dead man walking.
-La vi tres veces, y al final de la película siempre siento que creo en
Dios. Aunque me dura poco. A mi madre le pasa lo mismo cada vez que lee Franny and Zooey.
-Bueno, a mí los domingos que nieva mucho la mejor amiga que tengo en el
internado me dice Dead girl dancing,
-Wow -entornó los ojazos de hondura azabache Poli. -¿Y todavía no te
pudiste acostumbrar al invierno?
-Nunca voy a poder. Pero pienso quedarme porque mi madre jura que me sentía
bailar en la panza. No pateaba: bailaba. ¿Entendés? Y empecé con el ballet en el kindergarten y
cuando nos enteramos de que había una beca vacante en el Ministerio me zambullí. Antes de cumplir los once.
¿Vos te acordás de los amigos invisibles que
tenías de chica?
-Maso -agarró la guitarra la muchacha de facciones tahitianas para ponerse
a arpegiar Oración por todos. -Lo
único que me acuerdo es que una de esas amigas vivía en la plaza de Atlántida y
otra en la luna. Pero cuando cumplí cuatro años mi madre me las fue sacando de
la cabeza. No me dejaba ni nombrarlas.
-Qué lástima. Yo cuando llegué a Viena todavía veía a Dios en la azotea de enfrente.
-¿A Dios?
-Sí. Tenía unas alas
blancas fosforecentes como los trajes que se usan en El lago de los cisnes. Pero después de la primera nevada ya no
apareció más. Fue terrible.
-Yo tuve una sensación
parecida cuando murió mi tío Jerónimo -dejó de tocar Poli para contemplar el
retrato de un hombre motudo y de nariz discepoliana que parecía sonreírle a las
estrellas.
-Mi madre dice que nunca
conoció a nadie tan santo y tan loco al mismo tiempo. ¿Sabías que fueron
compañeros los cuatro años de liceo?
-Sí, y él la llamaba la pintora de su período azul. ¿Pero es
verdad que fue por el fanatismo salingeriano de Jerónimo que te puso el nombre
de la hermana de Holden Caulfield?
-Sí. Y como ella también
es loca mi nombre no se escribe Phoebe.
Se escribe Fibi, igual que como se
pronuncia. Y me parece que esa también fue una idea de tu tío el poeta.
2
Aquella misma tarde la
madre de Fibi había ido a visitar a Senel Rabí, que cursaba el postulantado en
el convento de San José de la Montaña.
-Así que terminaste en el
Carmelo -abrazó nostálgicamente la mujer de extravagancia jipi al muchacho con
complexión de garza. -Me imagino que te habrá costado una linda guerra familiar.
Y recién después que se
sentaron a la sombra del palmeral que sobrepasaba los angulosos tejados
españoles el hermano de Poli aceptó un cigarrillo murmurando:
-Mi madre no se va a
resignar nunca. Pero a mí lo único que me importa es que Jerónimo llegó a decir
que estaba más orgulloso de mis güevos
celestes que de su poesía. ¿Y ese libro?
-Son las Primeras historias de Guimarâes Rosa que
me prestó una vez tu tío en Atlántida. Y cuando tu hermana me llamó para
ponerse en contacto con Fibi y supe que estabas aquí me prometí tráertelo. ¿Lo
leíste?
-No -ojeó el volumen
lujosamente editado por Seix Barral Senel. -Nunca lo pude conseguir.
-Para mí esto es lo más
grandioso que se escribió en la década del boom.
Pero es un tipo casi tan difícil de entender como Lezama lima y quisiera saber
qué pensás de lo que subrayó tu tío.
-Muchas gracias -besó el
dibujo del niño indigente superrealizado por Cedrón en la portada el futuro
sacerdote. -¿Y cómo le va a Fibi en Viena?
-Me parece que sin un
milagro de por medio nunca va a llegar a bailar
de verdad. Y me siento muy mal por
haberla empujado a meterse en esa misión imposible. ¿Te puedo preguntar por qué
se quiere ir Poli?
-Bueno, la verdad de la
milanesa es que mi hermana podrá tener condiciones
geniales pero no es capaz de ponerse a estudiar en serio ni el mismo día de
los conciertos. Nos enloquece a todos. Y cuando Álvaro Pierri ganó la cátedra
en la universidad a Olga se le ocurrió que diera el salto de garrocha
interoceánico. A lo mejor en aquella intemperie se le destapa la fe.
-La fe en qué -preguntó
la madre soltera que acababa de casarse con otra pintora.
La única contestación de
Senel fue echar humo en dirección a una garcita blanca recién aparecida entre
la frutalidad del poniente.
-A ver -manoteó el libro
la mujer de crenchas andróginas: -Las primeras frases subrayadas aparecen en el
noveno cuento, que se llama Fatalidad.
Y dicen: “La vida de un ser humano, entre
otros seres humanos, es imposible. Lo que vemos es apenas milagro salvo mejor
razonamiento.” ¿Qué tal?
Entonces el muchacho
terminó el cigarrillo con mansedumbre y en el momento de descubrir la irrupción
de Venus sobre la parroquia sonrió irónicamente:
-Ese subrayado es un
típico arranque de lo que Jerónimo llamaba envidia
santa. Le pasaba lo mismo cada vez que encontraba algo que hubiese querido
escribir él. Y enseguida empezaba a leérselo a todo el mundo.
3
La segunda vez que Fibi
Canfield visitó a Poli Rabí ya había cumplido quince años, y acababa de dejar
Viena definitivamente para dar la prueba de admisión en la Escuela de Teatro
Bolshoi recién relocalizada en el Brasil.
-La que se enteró fue mi
madre, el mes pasado -informó con más entusiasmo que miedo la infanta que medía
un metro cincuenta y soñaba con superar los 180 grados de apertura en el split.
-¿Te das cuenta lo que es encontrar una filial del mejor ballet del mundo a dos
horas de avión?
-Pero tenés que empezar
todo de nuevo.
-Maso -se empinó sobre
los championes como si fueran balerinas Fibi. -Ya aprendí mucha cosa. Lo único
que me falta es animarme a zambullirme en la piscina vacía y caer parada.
-No entiendo.
-Es que la vida es eso.
Lo primero que aprendés en Viena es la historia de la italiana María Taglioni,
que en 1830 revolucionó la historia del ballet haciendo La sílfide completa con pasos sur
le pointe. Aunque después las escuelas rusas empezaron a usar zapatillas
más duras y enseñaron a rebotar, que
es saltar con las puntas de los
dedos. Claro que para llegar a eso tenés que mantener en equilibrio los músculos
abdominales y entrenar saladamente las pantorrillas porque el aterrizaje no puede parecer una caída. En ese caso terminaríamos escrachando la belleza y no le
enseñaríamos al público que podemos volar
sin matarnos.
-Y por qué decís que la vida es eso
-empezó a llorar con dulzura la guitarrista, contemplando el retrato de su tío
Jerónimo.
-Tranquila, Poli. Lo de que hay que aprender a volar sin matarse es
algo que le escucho decir a mi madre desde que nací. Aunque los versos
preferidos de ella son: El problema no es
tu horror ni mi horror / hermano. / El problema es aceptar / que uno está
enamorado de la vida.
-¿Y vos sabías que todos esos versos
son de mi tío? -secó las gotas que habían rodado hasta la guitarra la muchacha
que parecía escapada de un cuadro de Gauguin.
-Uy, perdón.
-No hay que perdonar nada. Es que
estoy estudiando armonía y alemán como una esquizofrénica y a veces siento que
Viena va a ser peor que este infierno.
-Bueno, esos son cagazos normales -se
cebó un mate Fibi. -¿Vos te creés que a mí me hace gracia caer de golpe en
Joinville sin conocer a nadie y tener que bancarme a los perfeccionistas rusos?
-Pero yo pierdo a Olga, que ya está
por cumplir los noventa. Y ahora me paso pensando en lo terrible que podría ser
no verla nunca más.
Entonces la criatura de nariz
alargada y pecas de personaje de comic volvió a empinar los championes para dar
unos pasos sur le pointe y se puso
muy colorada mientras chillaba otra carcajadita:
-Consolate pensando que vas a
estudiar con el number one. Aunque
eso sí: tratá de que Pierri no te elija para su harén de admiradoras o vas a
distraerte mucho.
4
Ximena Canfield y Senel Rabí se
encontraron en San José de la Montaña a la salida de la misa dominical, un día
muy tormentoso.
-Hacía añares que no
entraba a una iglesia -se paró la pintora frente a un fragmento de la Sagrada Familia de el Greco que colgaba
en el saloncito donde la hizo pasar el muchacho ensotanado. -Esta joya es del
segundo período de Toledo y yo la vi colgada en un hospital, me parece. Pero
recién me doy cuenta de que la Virgen es idéntica a Fibi. Le faltan las pecas,
nomás.
-Yo prácticamente no me
acuerdo de la cara de Fibi -sacó Primeras
historias de un escritorio el seminarista. -Aunque me acuerdo que un día en
Atlántida actuaron con Poli al final de un asado y ella parecía un ángel de
Degas.
-Sí. Y tendría cuatro
años -sacó los cigarrillos la mujer con avidez eléctrica. -Pero ahora que se
volvió fanática de Sylvia Plath está muy imbancable.
-Pa. Sylvia Plath fue la
genia que se mató metiendo la cabeza en un horno.
-Porque se fue poniendo
tan chapita con el perfeccionismo que al final quería ser Dios. Y se mató a los treinta años sintiéndose una
fracasada.
-Bueno, el maligno
trabaja muy bien en el ambientún artústico -se le opacó la compasión
celestísima a Senel antes de leer una cita de Guimarâes Rosa: -De eso, ustedes no querrán saber, son
endiabladas confusiones, de eso ustedes no saben. Y, si, ¿para qué? Si nadie
entiende a nadie; y nadie entenderá nada, jamás; esta es la práctica verdad. ¿Me
prestás un cigarrillo?
Entonces Ximena volvió a contemplar la sobrehumana
placidez con la que la María del Greco amamantaba al Niño y mostró unos dientes
hoscos:
-La homilía de la misa de
hoy fue muy interesante, pero me parece que a tu párroco se le fue la mano
cuando se puso a machacar con eso de que nadie
es capaz de salvarse. ¿Y entonces qué onda?
El muchacho se tomó un
momento para sacudir la ceniza caída en el hábito achocolatado y sonrió:
-Bueno, yo diría que en
todo caso al que siempre se le va la mano es al propio Jesús. Porque ni los
discípulos lo entienden.
-Yo tampoco, querido.
-¿Te acordás que la vez
pasada me preguntaste en qué tenía
que destapársele la fe a Poli para
ponerse a estudiar hasta que se le cuadricule el culo y yo miré pasar una
garcita que iba a dormir al Parque Rivera y no te contesté?
-Sí. Y me molestó bastante.
-Me di cuenta -se encogió
Senel durante la explosión de un truenazo que hizo retemblar el ventanal, y
buscó otras dos frases rayadas por su tío: Aquel
pobre hombre descorazonaba. Y tenía miedo y tenía horror -de tan nuevamente
humano. Aquel hombre apiadaba diferentemente -fuera de la provincia humana. Si
no tenés fe en la intervención incomprensible de algo que
te transfigura no hay salvación,
Ximena.
-Okey -se le humedeció el
miedo a la pintora. -Y terminás poniendo la cabeza en el horno.
5
Dos meses después Ximena
llamó llorando a Poli para contarle que Fibi había vuelto del Brasil con una
grave lesión tendinosa y ahora el desastre era total y necesitaba localizar
urgentemente a su hermano.
-En San José de la
Montaña me dijeron que está haciendo un retiro en Florida -explicó la pintora
con un jadeo más atabacado que asmático. -¿Vos tenés permiso para llamarlo por
teléfono?
-Sí, claro. ¿Pero qué es
lo que está pasando con Fibi?
-Quiere morirse -se
escuchó un violento chasquido de yesquero. -El deportólogo le mandó un
tratamiento activo porque las pubalgias empeoran con el descanso. Pero lo
primero que hizo la nena cuando le vino el terror a no poder bailar nunca más
en la vida fue engancharse con un músico merquero y tuvimos que encerrarla en
una clínica, aunque no aguantó ni un mes y ahora la tengo haciendo abstinencia
vigilada en casa. El psiquiatra me explica que un coqueteo adolescente con la merca no puede ser considerado como una
adicción. ¿Pero eso a mí qué mierda
me importa si lo único que quiere es morirse?
‘
-Y vos pensás que Senel
puede ayudarla -soltó un momento el teléfono para activar el altavoz y manotear
la guitarra Poli. -Disculpame, pero hay veces que necesito tocar o reviento.
-Bueno, la verdad es que
yo querría que Fibi pudiera hablar con tu tío Jerónimo. Pero eso ya es
imposible.
Entonces la guitarrista
contempló la sonrisa del hombre narigón y murmuró chupándose una lágrima:
-No te preocupes que
Senel también tiene línea directa con Dios, como todo el machaje de esta casa.
Y lo digo en una buena.
-No parece. Pero no
importa -se atoró cavernosamente la pintora. -Escuchá lo que acabo de encontrar
anotado en un papelito que tenía Fibi en la mochila al volver de la clínica: Estoy agotada, así que me llevaré un vaso de
leche caliente a la cama y leeré un rato más a Hawthorne. Tengo los labios
resecos y agrietados, y me los muerdo hasta dejármelos en carne viva. Soñé que
tenía unos arañazos largos que me escocían en el dorso de la mano derecha, pero
al bajar la mirada veía mis manos blancas e indemnes, sin el menor rastro de
sangre seca.
-Pa. ¿Y eso qué carajo
es?
-Algo que Sylvia Plath
escribió en su diario en 1958. ¿Conocés a esa poeta?
-Sí. Aunque Jerónimo me
la tenía más prohibida que a la Pizarnik y a la Woolf. Por supuesto que mi
madre las adora, te podés imaginar.
Ahora la última moda es masoquearse con las genias suicidas.
-¿Y qué es eso tan
celestial que estás tocando?
-Oración por todos de Barrios. Era la obra preferida de mi tío.
-Te juro que parece que
estuvieras rezando.
-Olga Pierri dice lo
mismo cada vez que la toco. Lástima que las mujeres de mi familia a veces creemos en Dios, pero siempre lo odiamos.
6
-Mi madre te explicó mal
las cosas -se acercó a ver llover al ventanal del cuarto piso Fibi, que
manejaba su bastón con la cautela de un ciego. -Yo no quiero morirme. Yo estoy muerta. ¿Entendés?
Entonces Senel abrió el
libro de Guimarâes Rosa y declamó somo si estuviera entrenándose para futuras
homilías:
-Porque el nuestro, el excelso hombre regritó: -“¡Vivir es imposible!”
-un slogan; y siempre que él prometía para hablar, conseguía, acá, el
multitudinal silencio -de los miles de personas. No se le había olvidado el
elemento mímico: hizo gesto -como si empuñase un paraguas. ¿Amenazaba qué, a
quién con su estro catastrófico? -“¡Vivir es imposible!” -lo dicho, declarado
así tan empírico y anermenéutico, sólo a través del egoísmo de la lógica. Pero,
menos como un bromista excéntrico, o alucinado burlador, me inclino a oír más
en tono leal y generoso. Y era un revelar a favor de todos, nos instruía de
verdadera verdad. A nosotros -subestantes seres subaéreos- de cuyo medio él a
sí mismo se había raptado. Hecho, hecho, la vida se decía, en sí, imposible.
Así, ya me había parecido. Entonces, ingente, universalmente, era preciso, sin
cesar, un milagro: que es lo que siempre hay, en el fondo, de veras.
La muchacha-niña apoyó la
frente unos momentos sobre el vidrio chorreante y de golpe hipó una
carcajadita:
-Pero vos me estás
jodiendo. ¿Y eso en qué está escrito? ¿En esperanto? ¿Y la tarada de mi madre
fue capaz de pedirte que interrumpieras un retiro para venirme a atomizar con
toda esa blableta de mierda? ¿Qué quieren? ¿Que me mate?
-Matarse es muy difícil
-trató se sonreír el seminarista con más piedad que rabia. -Preguntale a esas
poetas que le cagaron la vida a medio mundo antes de que el Señor las dejara
morir.
-Pa. Mirá qué boquita que
tienen los manyasantos -desenvainó una mirada donde fluorecía el odio Fibi.
-¿Así que es el Señor el que nos deja morirnos?
-Sí, querida.
-¿Y por qué me decís
querida, si se puede saber?
-Porque te quiero.
-Me imagino que conocés
una canción de Gilberto Gil que se llama Si
eu quizer falar com Deus -soltó el bastón para arrodillarse con los brazos
estirados hacia adelante la bailarina encepada por una osteopatía de pubis.
-Claro. Es lo mejor que
hizo.
-Entonces lo que tendría
que hacer ahora esta perra merquera es pasarle el trapo al suelo de los
palacios y los castillos suntuosos de su sueño -se puso a lamer el parqué
grotescamente Fibi. -¿Está bien así?
-No. Lo mejor es
acordarse que Alcanza con creer. Y
que Con no creer no alcanza.
-¿Y por qué ya no puedo
ver a Dios como cuando era chica, sabio del Vaticano?
-Dios sabrá.
-Andá a cagar, Senel. Y
decile a tu hermana que Viena es la guillotina.
7
Quince días antes de
viajar a Viena Poli se enteró de que una muchacha se había tirado desde un
cuarto piso sin llegar a fracturarse nada más que una pierna, y cuando llegó al
sanatorio donde todavía la estaban operando encontró a Ximena y a su esposa
rodeadas por los periodistas televisivos encargados de cubrir lo que llamaban el milagro de Villa Dolores.
-No entendemos cómo hizo
para abrir el ventanal sin que la oyéramos -le explicó a la guitarrista Norina,
la pintora y actriz de ojos muy maquillados que tomaba mate con cara de
velorio. -Aunque la verdad es que ya se nos estaba haciendo imposible vigilarla
a toda hora. Pobrecita.
-Pero puede salvarse -le
preguntó Poli a Ximena, que la sacó un momento a la calle para fumar.
-Va a salvarse -contempló
la cerrazón de la madrugada la mujer muy bronquìtica. -Tené fe.
Y cuando volvieron a la
sala de espera del CTI Norina le cebó un mate a Poli y murmuró con una mueca de
preocupación más sobreactuada que la de los periodistas: -Lo peor es que al
final terminás por pensar si a la pobre Fibi le vale la pena seguir viviendo.
-Mirá: mientras venía en
el taxi llamé a mi hermano a Florida y me dijo que Fibi va a vivir porque ya aprendió a bailar por arriba del agua.
Ellos hablan así.
-Pero decime, loca: ¿los
curas no podrán achicarla de una vez con todos esos bolazos? ¿Vos sabés que a
esta gurisa la agarramos tres veces pasándole la lengua al parqué como si fuera
un helado? Y eso lo empezó a hacer después que el seminarista santo la visitó para levantarle el corazón.
-Lo que vos no sabés es
que mi hermano es santo de verdad,
igual que mi tío Jerónimo -se encrespó la muchacha de hondura azabache. -Trola
del orto.
Y en ese momento salió el
médico a anunciar que la operación había salido perfectamente bien y Ximena les
confirmó a los periodistas que ahora sí se podía hablar de un verdadero milagro.
Después sacó abrazada a
Poli a la calle para volver a fumar un Philip Morris atrás del otro frente a la
irrupción de un alba muy plateada y jadeó:
-No le des pelota a
Norina, mijita. Hace tiempo que me vengo dando cuenta de que es incapaz de
querer a nadie. ¿Conocés ese cuento donde un discípulo pregunta -¿Qué es el amor? y el maestro le
responde: -La ausencia total del miedo.
-¿Y a qué le tenemos miedo? -vuelve a preguntar el discípulo. -Al amor -le responde el maestro.
-Tal cual -tiritó la
muchacha, con el resplandor salvaje muy aterciopelado. -Ahora sí que tengo
ganas de ir a pelearla a Viena.
-Me alegro. Y no le hagas
caso a Fibi con esa boludez de la piscina. Cuando tenés cojones para
zambullirte a encontrar el tesoro lo encontrás. Aunque se te reviente el
esqueleto.
-Ahora mismo le aviso a
Senel lo de la operación.
-Sí. Y decile que
aproveche para contárselo a Jerónimo por esa otra línea directa que tienen con
el cielo.
8
Un mes después que su
hermana viajó a Austria Senel Rabí visitó el apartamento donde ya no vivía la
ex-esposa de Ximena Canfield.
-Te traje de regalo una
artesanía hecha por las monjas de Florida -le extendió un paquetito el
seminarista a la bailarina que tenía toda la pierna derecha enyesada. -Está
bendecido por el padre Richard.
-Obrigada -se colgó el rosario como si fuera un collar la muchacha
pecosa. -¿Viste que Poli ya está inscrita en la Universität für Musik?
-Y estoy segura de que le
va a ir muy bien -murmuró la pintora que había perdido por lo menos diez
quilos.
-¿Podés dejarnos un rato
solos, mamá?
-Okey. ¿Preparo un mate?
Senel le hizo una guiñada
cómplice y mientras se paraba para agarrar el libro de Guimarâes Rosa que
estaba arriba de la mesa de luz Fibi advirtió riéndose:
-Mirá que lo único que
releo todos los días son las partes subrayadas. Para mí lo demás parece escrito
por un extraterrestre. Y sin embargo me hizo entender que cuando me tiré por el
balcón no quería suicidarme. Quería bailar con Dios.
-Bueno, por lo menos eso
suena terriblemente poético -se le aceró la ironía celeste al muchacho. -Pero
no me gustaría que esto se pareciera a una charla de reconciliación porque yo
todavía no soy un cura y vos sos menos católica que el glamoroso Nobel
Saramago.
-No empieces a atomizarme
-derramó la chiquilina su pequeño chillido estilo Woody Woodpecker. -Y te
aclaro que te mandé llamar porque leyendo al extraterrestre entendí lo que casi todo el mundo
consideraría un delirio. Vos tenías razón, loco: Dios no me dejó morir. Porque cuando me zambullí vi una figura con
alas blancas parada en la azotea de enfrente, igual que cuando era chica. Y por
eso di el paso de baile al caer y no me hice pelota. ¿Entendés?
-¿Y lo que ves es una
figura humana?
-Sí. Y desaparece enseguida.
Yo lo dejé de ver en Viena pero al final volvió. Y ahora también cacé algo que
me contó mi madre sobre lo que les explicó Jesús a los discípulos: nadie puede salvarse solo. ¿Pero por qué
tenemos que llamarle milagros a esas sorpresas salvadoras que nos caen del cielo
todos los días a todos? ¿No son cosas normales?
-Esa es una gran
pregunta.
-¿Y sabés que me aprendí
de memoria la frase más preciosa que subrayó tu tío y a cada rato la repito
como si rezara? En el mundo no hay
tonterías: la miel de lo maravilloso, venida a tales horas de cuentos, el
anillo de los maravillados.
-Bueno, voy a avisarle a tu
madre que traiga el mate.
-Tranqui. Ella debe estar
escuchando todo atrás de la puerta -se señaló el yeso que ya tenía muchas
firmas Fibi. ¿No me ponés tu autógrafo?
Y enseguida entró Ximena
anunciando que además del mate les traía los mejores bizcochos de Villa
Dolores.
Cuartel artiguista de la
calle Lepanto / 12-2018.
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