lunes

JAMES GEORGE FRAZER - LA RAMA DORADA (27)


2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (17)

Los antiguos estimaron en mucho las cualidades mágicas de las piedras preciosas: es más, se ha sostenido, con grandes apariencias de razón, que las piedras de esta clase se usaron como amuletos mucho antes que con fines de ornamentación. Los griegos dieron el nombre de árbol ágata a la piedra que muestra arborescencias y creyeron que si ataban dos de estas piedras a los cuernos de los bueyes de arado, la cosecha sería seguramente magnífica. También reconocían que una piedra preciosa produciría abundante leche en las mujeres si las bebían disueltas en aguamiel. Piedras de leche son usadas aun con el mismo propósito por las mujeres griegas de Creta y Melos. En Albania las madres lactantes llevan piedras de esta clase para asegurar una abundante “subida de leche”. Los griegos creían además en una piedra serpentina; para probar su eficacia sólo había que pulverizarla y poner el polvo en la mordedura.

La amatista color vino recibió su nombre, que significa “no borracho”, a causa de suponerse que mantenía sobrio al que la llevase, y cuando dos hermanos deseaban vivir juntos se les aconsejaba que llevasen consigo piedra imán, pues atrayendo a los dos, sin duda evitaría que regañasen.

Los libros antiguos de los hindúes dictan como regla que los recién casados, en el anochecer del día del matrimonio, deben sentarse juntos y en silencio hasta que empiecen a titilar las estrellas en el cielo, y cuando aparezca la estrella Polar, él se la señalará a ella y, dirigiéndose a la estrella, dirá: “Tú estás fija, te veo, la Inmóvil. Sé firme para mí, ¡oh Próspera!” Y después, volviéndose hacia su mujer, deberá decir: “Me has sido dada por Brihaspati: ten hijos de mí, tu marido; vive conmigo cien otoños”. La intención de la ceremonia es claramente guardarse contra los reveses de la fortuna y la inconstancia de la felicidad terrenal, por la influencia inmutable de la estrella fija. Es el deseo expresado en el último soneto de Keats.

Estrella brillante, yo querría ser inmutable como tú fija,
no en el esplendor solitario colgada en lo alto de la noche.

Los que habitan junto al mar no pueden menos de sentirse impresionados a la vista del incesante flujo y reflujo, que nos lleva, dados los principios de la ruda filosofía de la atracción y semejanza que aquí nos ocupa, a trazar una relación sutil, una secreta armonía entre las mareas y la vida del hombre, de los animales y de las plantas. En la marea creciente ven ellos no sólo un símbolo, sino una causa de exuberancia, de prosperidad y de vida, mientras que en la marea menguante disciernen tanto un agente verdadero como un emblema melancólico de decaimiento, debilidad y muerte.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+