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“SIEMPRE QUE SE HABLA DE POESÍA MODERNA POR
PERSONAS QUE ENTIENDEN —ESCRIBIÓ CARL SANDBURG EN POETRY— LLEGA UN MOMENTO EN
QUE SE TERMINA POR SACAR A COLACIÓN A EZRA POUND. TAL VEZ SE LE NOMBRA PARA
MALDECIRLO COMO UN LICENCIOSO Y MORDAZ, AFECTADO, FRÍVOLO Y ERRÁTIL. O TAL
VEZ SE LE CLASIFIQUE COMO UN HOMBRE QUE VIENE HOY A LLENAR UN HUECO COMO EL DE
KEATS EN UNA ÉPOCA ANTERIOR. EL HECHO ES QUE SE LE MENCIONARÁ.”
No es más que una
sencilla exposición de un hecho. Pero aunque Pound sea conocido, e incluso
haya sido víctima de las entrevistas de los periódicos dominicales, no se
infiere de ellos que se conozca a fondo su obra. Entre los que han leído sus
escritos con algún detenimiento, habrá veinte personas que tienen opinión
propia sobre él. De esos veinte, habrá algunos que se sientan sobresaltados,
otros vejados, algunos irritados y uno o dos cuyo sentido de dignidad se sienta
ultrajado. El crítico número veintiuno será probablemente alguien que conoce
y admira algunos de los poemas, pero que dice: “Pound es primordialmente un
erudito, un traductor”, o “los primeros versos de Pound eran bellos; su obra
posterior no muestra nada mejor que un prurito de publicidad, un malicioso
deseo de molestar o un deseo pueril de ser original”. Hay un tercer tipo de
lector, bastante raro, que desde hace algunos años ha descubierto a Pound, ha
seguido su carrera con inteligencia y reconoce su propia coherencia.
Este ensayo no se ha
escrito para el vigesimoprimer crítico literario ni para el caso raro de
vigesimosegundo que se acaba de mencionar, sino para el admirador de algún
poema suelto, cuya apreciación puede producirle mayor fruto. Muy poca
esperanza hay si el lector se encuentra ya en la etapa en que puede sostener
simultáneamente dos afirmaciones como “Pound no es más que un erudito” y
“Pound no es más que un periodista de la prensa sensacionalista”, o como
“Pound no es más que un técnico”, y “Pound no es más que un profeta del
caos”. Pero hay lectores de poesía que todavía no han llegado a esa
hipertrofia de la facultad lógica; todavía puede atraerse su atención no con
un estallido de alabanzas, sino con una sencilla elucidación. El presente
ensayo aspira solamente a esa elucidación. No pretende ser un estudio
biográfico ni crítico. No se extenderá en los “primores”: es un relato
compendiado de una obra poética de diez años. Las reseñas críticas que se
citan tal vez estimulen al lector a formar su propia opinión. No deseamos
dársela hecha.
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2
El primer libro de
Pound se publicó en Venecia. Venecia fue un punto de escala después de su
salida de Norteamérica y antes de que se estableciera en Inglaterra. Y allí,
en 1908, apareció A Lume Spento. El volumen es ahora una rara
pieza literaria; lo editó su autor y se hizo en una imprenta veneciana donde
él mismo podía vigilar personalmente la impresión, en papel sobrante de una
partida utilizada para una Historia de la Iglesia. Pound marchó de Venecia
aquel mismo año y llevó consigo a Londres A Lume Spento. No
cabía esperar que un primer libro de versos, publicado en Venecia por un
norteamericano desconocido, despertara mucha atención. Al Evening
Standar le cabe la distinción de haber advertido:
“… algo indómito y
obsesivo, absolutamente poético, original, imaginativo, apasionado y
espiritual. Después de los versos triviales y decorosos de la mayoría de
nuestros decorosos poetas, este poeta parece un trovador de Provenza en una
velada musical en las afueras de la ciudad… En ese extraño volumen en rústica
está la inconmensurable magia de la poesía, y las palabras no sirven para
describirla.”
Como luego se
incluyeron en Personae los principales poemas de A Lume
Spento, el libro solo merece ser mencionado como una fecha en la historia
del autor. Personae, el primer libro publicado en Londres, lo siguió
poco después, a principios de 1909. Pocos poetas habrán iniciado su asedio de
Londres con tan poco en que apoyarse; pocos libros de versos habrán debido
jamás su éxito de modo tan puro a sus propios méritos. Pound llegó a
Londres como un completo extraño, sin padrinazgo literario alguno ni medios
financieros. Llevó Personae a Mr. Elking Matthews, a quien
cabe la gloria de haber publicado Wind Among the Reads de
Yeats (…). Matthews sugirió primero, como era natural en el caso de un autor
desconocido, que el autor asumiera parte del coste de impresión. “Si le sirve
de algo —contestó el último—, tengo un chelín en el bolsillo.” “Está bien
—dijo el señor Matthews—, de todas formas quiero publicarlo.” Hubo unos
cuantos críticos que lo apreciaron, especial- mente el poeta Edward Thomas, en
un artículo en English Review, donde reconocía la intensidad de
los sentimientos espontáneos en Personae:
“No puede
comparársele útilmente con ninguno de los escritores en vida…; está lleno de
personalidad y tiene tanta fuerza para darle expresión desde el primero al
último de los versos; la mayoría de sus poemas nos mantiene constantemente en
un mundo suyo, puro, grave y apasionado.”
Mr. Scott James, en
el Dialy News, habla del elogio de su métrica:
“Al principio, tal
vez parezca todo puro desatino y retórica, vana exhibición de fuerza y
pasión sin belleza. Pero, a medida que seguimos leyendo, esas extrañas
combinaciones métricas parecen seguir una ley y orden peculiares: la indómita
fuerza de la imaginación de Pound parece comunicar cierta calidad de belleza
contagiosa a sus palabras.”
Pero aun un crítico
tan favorable hace una pausa para observar:
“Nos desconcierta
con palabras arcaicas y formas métricas insólitas; a veces parece despreciar
las limitaciones de forma y metro, e irrumpe con cualquier género de
expresión que se acomoda a su disposición emotiva.”
Y aconseja al
poeta “un poco más de respeto por su arte”.
En realidad, es
precisamente esa adaptabilidad de la forma métrica a la disposición emotiva
—una adaptabilidad que se debe a un estudio intensivo de la métrica— lo que
constituye un importante elemento en la técnica de Pound. Pocos lectores
estaban preparados para aceptar o seguir toda la erudición que encerraba Personae y
su sucesor inmediato, Exultations, ni para leerlos con detenimiento
que precisan. Aquí es donde muchos se han extraviado. Ahora bien, no es lo
mismo esperar que el lector posea estos conocimientos, que hacer una
exhibición de ellos: y de este último tipo de pedantería, Pound se encuentra
libre por entero.
No obstante,
aunque Personae y Exultations reclaman algo
del lector, no le exigen un conocimiento del provenzal ni del español o del
italiano. No sería exagerado decir que no hay un solo poema en esos volúmenes
que necesiten una explicación más completa de la que da el propio autor. Lo
que exigen los poemas es un oído habituado, o, al menos, una buena
disposición a educar el oído. Las formas métricas y el empleo del idioma son
poco comunes. Hay ciertos vestigios de influencias modernas. Probablemente hay
sólo dos: Yeats y Browning. Yeats, por ejemplo, en el poema “La Fraisne”,
en Personae, en la actitud y algo en el vocabulario:–
Envolví mis
lágrimas en una hoja de olmo
y las deposité
bajo una piedra
y ahora me llaman
loco
porque arrojé de mí
toda demencia
prescindí de ella,
para abandonar las
viejas costumbres estériles
de los hombres.
En lo que a Browning
respecta, Pound profesó siempre por él una fuerte
admiración (véase “Mesmerism”, en Personae); hay vestigios suyos
en “Cino” y en “Faman Libros que Cano”, del mismo volumen. Pero resulta más
provechoso comentar la variedad de formas métricas y el empleo original del
lenguaje. Se ha achacado a Ezra Pound la paternidad del verso libro en inglés,
con todos sus vicios y virtudes. El concepto es poco preciso, pues cualquier
versificación, para quien no tiene acostumbrado a ella el oído, puede llamarse
“libre”; en segundo lugar, al emplear este medio, Pound ha dado muestras de
sobriedad de artista, y su creencia en él como vehículo de expresión no es
la de un fanático. El “verso libre” de Pound sólo es posible en un poeta que
ha trabajado infatigablemente con formas rígidas y con diferentes sistemas de
formas métricas. Sus Canzoni se desvían en cierto modo de su
progresión rectilínea; se asemejan mucho más a estudios de sensibilidad
medieval que cualesquiera otros de sus versos.
En cuanto a la
“libertad” de su verso, Pound ha formulado en su artículo sobre Dolmetsch
varias afirmaciones que vienen a propósito:
“Cualquier obra de
arte es una mezcla de libertad y orden. Es perfectamente evidente que el arte
oscila entre el caos, por un lado, y la pura mecánica, por otro. Una
insistencia pedante en el detalle tiende a excluir la forma esencial. Si se
mantiene con firmeza la forma esencial se hace posible una libertad en los
detalles. En la pintura, los que están atentos a las minucias pierden
gradualmente el sentido de la forma y de la combinación de formas. A un
intento de restablecer ese sentido se le tilda de [revolución]. Es revolución
en el sentido etimológico de la palabra…”
“El arte es una evasión de posiciones fijadas; una oportuna evasión de una
norma…”
La libertad del verso de Pound
consiste más bien en un estado de tensión que se debe a una constante
contraposición entre lo libre y lo estricto.
A Exultations siguió la traducción de los “Sonetos y baladas
de Guido Cavalcanti”. Es digno de notarse que el autor de una larga reseña
en Quest, al hablar con elogio de la traducción, señalaba no
obstante los defectos, no por su medievalismo, sino porque: “le preocupa más
el futuro que un pasado un tanto remoto, y así, pese a su afición a los
poetas medievales, su mismo mérito como poeta moderno milita contra su éxito
como traductor plenamente aceptable de Cavalcanti, el heredero de los
trovadores, el escolástico.” En cambio, el Dialy News, en su
crítica de las Canzoni, hacía observar que Pound “parece más un
erudito que un poeta, y nos gustaría que dedicara más su insólito talento a
la traducción directa del provenzal”.
Ripostes pertenece al período en que se atacaba a Pound por su propaganda.
Llegó a ser conocido como el inventor del “imaginismo” y, más tarde, como el
“Sumo Sacerdote del Vorticismo”. Lo cierto es que la verdadera “propaganda” de
Pound ha sido de volumen muy reducido. Pero la impresión que causó su personalidad
se apunta en la nota siguiente de Punch, que es siempre un barómetro bastante
fidedigno del humor inglés de clase media:
“Mr. Welking Mark
(lo contrario exactamente de Long Jane) nos ruega que anunciemos que ha
conseguido para el mercado inglés las palpitantes obras del nuevo poeta de
Montana (Estados Unidos de América), Mr. Ezekiel Ton, que es lo más notable
en poesía desde Robert Browning. Mr. Ton, que salió de América para residir
por cierto en Londres e imponer su personalidad a los directores de las
publicaciones, editores y lectores ingleses, es con mucho el poeta más nuevo
en funciones, digan lo que digan otros anuncios. Ha triunfado donde todos los
demás fracasaron: en producir una mezcla de la fantasía desbocada del Oeste,
el vocabulario de Wardur Street y la siniestra licencia de la Italia de los
Borgia.”
En 1914, alguien que
escribió a The Nation, desde Nueva York, desde la Universidad de
Illions, constituye un ejemplo de la reprobación norteamericana más seria.
Empezaba por poner reparos al “principio del futurismo”. (Pound ha hecho quizá
más que nadie para que no entrara en Inglaterra el futurismo. Según sus
propias palabras, el futurismo es “impresionismo acelerado”). El colaborador
de The Nation se dedica seguidamente a analizar la moderna
“hipertrofia del romanticismo”, de la siguiente forma:
Exageración de la
importancia de una emoción personal; Abandono de todas las reglas de forma.
Supresión de todo vestigio de que una composición determinada está animada
por alguna inteligencia rectora.
Probablemente, Pound
se ganó el odio no tanto por sus teorías sino por sus ilimitados elogios de
ciertos autores contemporáneos cuya obra le gustaba. Los escritores que
escapan a su mención consideran habitualmente como agravio tales expresiones
de aprobación, mucho más que si les dirige un insulto personal, lo que en
comparación es un cumplimiento. No dice “A, B y C son malos poetas o
novelistas”, pero al decir “la obra de X, Y y Z es, en tales y cuales aspectos,
la obra más importante en verso (o en prosa) por esta y aquella razón”, A, B
y C se sienten agraviados. Además, Pound ha manifestado frecuentemente su
desaprobación por Milton Wordsworth.
Después de Ripostes,
el léxico de Pound ha avanzado todavía más. Al examinar Cathay —el
volumen de traducciones del chino—, aparecido antes que Lustra, se
ha pensado a veces que su léxico más nuevo se debe a la influencia china. La
verdad es casi exactamente lo contrario. El fallecido Ernest Fenollosa dejó
cierto número de manuscritos, entre ellos una gran cantidad de traducciones
sin pulir —literalmente exactas— del chino. Después de haberse publicado
en Poetry ciertos poemas, que luego se incluyeron en Lustra,
la viuda de Fenollosa se convenció de que los manuscritos chinos encontrarían
en Pound el intérprete que hubiera deseado su marido; en consecuencia, le
envió los papeles para que los utilizara como quisiese. A la perspicacia de la
señora Fenollosa se debe, por tanto, que tengamos Cathay, pero no
es consecuencia de Cathay el que tengamos la obra Lustra.
Es un hecho que hay que tener presente.
Los poemas recogidos
después en Lustra aparecieron en la revista Poetry en
abril de 1913, con el título de Contemporanea. Figuraban entre ellos “Tenzone”, “The Condolence”,
“The Garret”, “Salutation the Second” y “Dance Figure”.
Hay influencias,
pero por caminos desviados. Más bien es un desarrollo gradual de experiencias,
con participación de experiencias literarias. Pero estas últimas no han
sometido al poeta a la servidumbre de entusiasmos pasajeros, sino que le han
liberado de su antiguo ámbito restringido. Ahí están Cátulo y Marcial,
Gautier, Laforgue y Corbière. Quien desde luego no ejerce influencia alguna es
Whitman; no hay rastro de él en ninguna parte; Whitman y Pound son antípodas
uno del otro. El Chicago Evening Post hizo observar con
discernimiento respecto de Contemporanea:
“Sus poemas en el
número de abril de Poetry son tan burlesca, delicada y desenfadadamente bellos
que parece haber devuelto usted al mundo una gracia que (probablemente) no
existió nunca, pero podemos descubrir con un esfuerzo de imaginación en
Horacio y Cátulo.”
Alguno de los poemas
de Lustra exasperaron a los admiradores de los versos del
período correspondiente a Personae. Cuando un poeta cambia o
evoluciona es seguro que muchos de sus admiradores le abandonen. Todo poeta,
para sobrevivir como escritor después de cumplir veinticinco años, ha de
cambiar, ha de buscar nuevas influencias literarias; tendrá diferentes
emociones que expresar. Y eso resulta desconcertante para el público al que le
gusta que un poeta devane toda su obra con los mismos sentimientos de su juventud:
lo que le complace es poder abrir un nuevo volumen de sus poemas con la
seguridad de que podrá acercarse a ellos de la misma manera exactamente en que
lo hizo con los anteriores. No le agrada ese constante reajuste que se impone
para seguir la obra de Pound. Por eso, Lustra
fue una decepción para algunos; aunque no aparezca fallo alguno en su técnica
ni empobrecimiento de la sensibilidad. Algunos de los poemas —incluidos varios
en Contemporanea— son una exposición más directa de las opiniones
de Pound que cualquiera de sus versos anteriores.
Hay que ser capaz de
reaccionar ante los estímulos momentáneamente, como persona real y viva,
incluso frente a las propias facultades cuando se alzan contra uno… La queja
viril, la rebelión del poeta, todo lo que pone de manifiesto su emoción… eso
es poesía.
Habla contra la
opresión del inconsciente
Habla contra la tiranía
del que carece de imaginación
Habla contra las
ligaduras.
………….Contra todas las
formas de opresión,
Sal y desafía a la opinión.
Cada poema contiene
esos gritos de rebelión o execración, pero son el resultado de la esperanza y
la sensibilidad que sigue abrigando. Tomemos las armas contra ese mar de
estupideces. Pound tiene la experiencia de la necesidad de los filisteos que
leen versos. De esa estúpida interpretación nace un dolor auténtico, y no se
puede comprender lo profundo que es si no se es capaz de percibir, a través de
las maldiciones y la risa, lo que ha causado esas heridas, que se han hecho
más hondas por lo que ya sabe y por lo que ha perdido…
Después de Lustra,
Pound ha cambiado una vez más. Esta vez en dirección a la épica; tres cantos
de esa nueva actitud se han publicado en la edición norteamericana de Lustra.
Habían aparecido antes en la revista Poetry, pero la versión
publicada en esa edición de Lustra ha sido revisada y ha
ganado con la revisión. Podemos considerarlo como piedra de toque: quien haya
estudiado los poemas de Pound en orden cronológico y haya conseguido
dominar Lustra y Cathay, está preparado para
leer los Cantos, pero no antes. Y si entonces no le gustan,
probablemente ese lector ha omitido algún escalón en su progreso, y lo mejor
es que vuelva atrás y empiece de nuevo su viaje.
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