lunes

EN PIEZAS / LA TERRORÍFICA MANIPULACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS (36) - FEDE RODRIGO


1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018


DEL BARRIO 10

El juzgado era una vieja construcción (de cuando el barrio no estaba hecho una mierda) a la que habían dividido con escritorios, bibliotecas y gente corrupta. Pero el juez Cortez estaba haciendo una limpieza a fondo y muchas de estas cosas ya se estaban yendo.

Un caballo negro con dientes blancos que llevaba a un tipo negro con las manos aun más negras paró en un costado del juzgado. El Zurdo se bajó y ya estaba revisando la basura, buscando mercadería para llevar al Colador. (Este dinerito extra iba a servir para comprarles algún regalo a sus hijas.)

Con su mente ya proyectada en la sonrisa de las niñas empezó a cargar papeles, cartones y plásticos. Los ásperos bolsones de arpillera ya estaban embarazados de mugre cuando un cono naranja asomó desde atrás de unas cajas. Los párpados blancos del Payaso Carcajada y los párpados negros del Zurdo se arremangaron en silencio: uno de ellos había sido traído hasta ahí por la muerte (para matar).

-¿Qué hace aquí entre la basura, Payaso?

-Trato de hacerla reír un poco. Veo que usted la convierte en algo provechoso. Qué gesto tan generoso: la salva de su muerte.

-En el estado en el que está el barrio, cada vez es más difícil salvar a algo de la muerte.

-Usted lo ha dicho, buen hombre. ¿Necesita una mano con todo esto?

-No, No se preocupe. Trabajar me da salud.

-Y lo respeto por eso: nos vemos en la vuelta. Tengo que seguir con mi trabajito.

-Mucha suerte. Ojalá tengo éxito.

-Mejor que no, buen hombre. Mejor que no.

El Payaso agarró un par de cajas, las puso al lado de la puerta principal del juzgado y se metió adentro. Al Zurdo no le llamó la atención. Ya estaba acostumbrado (igual que todos los demás vecinos del barrio) a las intervenciones delirantes del Payaso. Una lucecita roja iba a asomarse ni bien el hombre de cara tatuada lo dejara de mirar.

Sin perder más tiempo, el Zurdo volvió a su tarea de engordar las bolsas de arpillera con la basura que soñaba convertir en un regalo para sus hijas. Sin embargo, volvió a interrumpirse al ver a una hermosa mujer arrimándose con la cara tapada por un pañuelo violeta. Sus pasos eran firmes y sus rulos rubios desplegados la perseguían a loa saltos. Perdido en verla caminar, el Zurdo apenas si escuchó el tercer grito del juez Cortez que salía del juzgado.

-Caballero. ¿Me ayuda o no a sacar unas cajas que acabo de llenar? Acá ya se fue todo el mundo pero con su ayuda seguramente liquidamos el laburo en un viaje solo.

La mujer con el pañuelo violeta le clavó sus hermosos ojos grafiteados: los clavó tan profundamente como el arma que iba a terminar matándola.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+