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EN PIEZAS / LA TERRORÍFICA MANIPULACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS (34) - FEDE RODRIGO


1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018

DEL BARRIO 8


Mamá Lucha había juntado al Bauti que estaba tirado en la calle como un feto sin útero (débil y descampado). Ahora lo había acomodado en el sillón de la cocina. El sillón era una cuna sin barandas amortiguado por almohadones amorosamente cosidos pero este no es el punto ahora. El punto es el niño que está durmiendo. Mamá Lucha lo espera tan solitariamente triste como cuando uno está cocinando para uno. Tal vez esta desesperante soledad fue la que un día la llevó a cocinar para todos. Pero ese no es el punto ahora. El punto es el niño que iba a comer algunos dolorosos bocados de comida caliente ni bien despertara.

Cuando la cantidad de Delirio consumida es suficiente, los cristales no sólo se acumulan en las venas del dedo sino que empiezan a elegir lugares más exóticos: la base de los labios, la punta del glande, el iris de los ojos o los riñones.

En los riñones justamente era donde se habían quedado todos los cristales del primer pinchazo delirante de la vida del Bauti. Y sólo este pinchazo alcanzó para barnizárselos por dentro debido a la insuficiencia renal que el Bauti tenía desde su nacimiento. Y encima el pinchazo fue justo ahí: en la parte baja de la espalda. Mamá Lucha quería disolverse el enojo tomando un poco de agua y no dejaba de mirar al niño dormido.

Todavía sobre el sillón, el Bauti dio media vuelta y quedó escondida la cicatriz que le había dejado la trompada del Despeinado. Y quedó a la vista la espalda: Mamá vio la luz resonar a través de la remera blanca. Suspiró y el fastidio dejó empañado su vaso. Se pasó la mano por su pelo morado (como hacía a cada rato). El niño despertó.

-Mi vida. ¿Cómo estás?

-Hola, señora Lucía. ¿Qué pasó? Estuve en silencio.

-No pasa nada. Ya estás bien. Estamos en casa: en el Laberinto.

-Creo que me voy a morir.

-No digas eso, amor.

-Yo extraño a papá y al Despeinado pero no sé si quiero morir para verlos.

-No tenés por qué extrañarlos. ¿Querés que te cuente un secreto?

-Bueno. Cuénteme y después me muero.

-La gente que amamos va dejando pedacitos de su ser adentro de nosotros. Pero no es su recuerdo, es mucho más: son ellos mismos. Y por eso tenemos la gran responsabilidad de cuidarlos, de no lastimarlos y de hacerlos sentir cómodos adentro nuestro. Pero ¿sabés qué más? Hay pedacitos de nosotros viviendo en las personas que amamos. Ahora mismo hay un pedacito de vos adentro de mí que yo cuido y atesoro tanto como a vos mismo.

-Entonces no importa que me muera. Pedacitos de mí van a vivir en algunas personas.

-Es verdad. Pero ahora no te mueras, por favor.

-No llore, señora Lucía. Morir es algo que siempre sucede, ¿no?

-Sí. Es algo que sucede pero que a vos no te va a suceder ahora. Fue sólo una dosis. Tus riñones la van a aguantar.

-Por eso yo no me puedo drogar, señora Lucía. Ahora me voy; no quiero que me vea llorar.

-¿Adónde vas? ¡No podés irte así! Estás muy débil todavía, Bauti: ¡Adónde vas!

Sin embargo, una vez más no pudo hacer nada para detener al niño. Se pasó la mano por la cabeza (como hacía a cada rato) y otro montón de pelo se le quedó pegado. Fue por pasar tanto frío de niña que se le había quedado el pelo morado. Pero ahora no deja de caérsele con el miedo.

Ella sabía quién era la única persona en el barrio capaz de drogar a un niño y programarle la muerte sólo con un pinchazo. Darío no conoce los límites cuando quiere vender. Es verdad que Darío era la única persona en el barrio capaz de hacerlo, pero esta maniobra había venido desde afuera. (Mamá Lucha no lo sabía.) Atropellada y sin un plan: salió a matar al rey.


Interrupción de magnates

-¿Qué hacés llamándome al trabajo?

-Me acabo de dar cuenta de algo, viejito: ¿qué pasa si no se matan? ¿Qué pasa si nuestra idea es un fracaso y nuestra partida nunca termina? ¡Y si se dan cuenta que son gente!

-Escuchá lo que estás diciendo: son todas estupideces. Los pobres se matan desde que el mundo es mundo: ¿por qué iban a dejar de matarse justo ahora que nos conviene? Tranquilizate, la partida va de lo más bien.

-Bueno, si vos decís.

-Dejame seguir con lo mío. Nos vemos mañana.

-Dale, discúlpame. Nos vemos mañana.

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