lunes

EL TALLER DE LA VIDA / confesiones (30)


HUGO GIOVANETTI VIOLA

Primera edición: Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes (2009)
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes (2018)
Retrato de portada: Horacio Herrera.

TRES: LA SOLEDAD DEL PARAÍSO

22 / EL ABANDONO

LA NEGRA JEFA llegó a ser ensayada durante meses en el Almacén del Hacha, donde también presentábamos los libros del Grupo Editor Caracol al Galope, ahora también integrado por el plástico Ricardo Arocena, organizábamos maratones literarias y musicales junto con Raúl Turri y el Taller Literario Universo para abrirle un espacio a los nuevos autores.

Y en aquella pulpería impregnada por nuestro in illo tempore yo empecé a respirar una especie de virazón celestísima que parecía arremolinarse desde siempre en los lejos del puerto y se me volvió a activar el sueño de la refundación cultural purificadora que viví en los años de la Banda Barroca y el primer proyecto fílmico de Jesús de Punta del Este.

Ya llevaba una década de convivencia cobarde con el alcohol tusnami, además, y cualquier enervamiento de la felicidad se podía transformar en una vuelta a casa con esas lastimaduras en los nudillos que delatan el orsai imperdonable, viejo Homero. Y después a digerir el horror de la culpa tan temida.

Y una noche se nos derrumbó en minutos el proyecto teatral del Hacha y nos dimos cuenta que los supuestos empresarios culturales del pub eran contrabandistas de medio pelo que nos usaban para cortinar y a la mierda corretaje, como le gustaba decir a Hugo Bervejillo.

Pero esa vez pasó algo grave en un sentido mucho más marcante que una rozadura ensangrentada contra una pared o contra el cordón de la vereda o la mismísima Avenida Italia donde supe aterrizar de trompa, porque mientras volvíamos en el último 105 con Pablo Cossio, un poeta del taller que ahora ya lleva un año viviendo como seminarista en San José de la Montaña, me acogotó una superlucidez digna de Lowry & Co y pude conceptualizar: Dios me abandonó, loco.

Y es así. Y cuesta toda una vida entender que la fase del abandono es constitutiva, crística. Ahí tenés que elegir salvarte y no hay nada ni nadie capaz de matar al dragón en lugar tuyo.

Lo que no hay que olvidar, además, es que cualquier adulto, hombre o mujer, puede terminar automutilándose como Edipo. Y que la verdadera Yocasta es nuestra falsa luminosidad juvenil que un día amanece ahorcada en el espejo, ordenando que juguemos junto con ella a morir ciegos de la verdadera belleza que reina más acá y más allá de este mundo.

Si Edipo no termina de concebir y de conquistar la morada del Hombre Nuevo, recaerá de por vida en el reino de la desgracia.

Y así podés pasar años yendo y viniendo de la Fonte que mana y corre aunque sea de noche al polvo para morder, para hablarlo en San Juan de la Cruz y Jorge Boccanera. Y no hay arte que valga para salvarte entero.

Lo único que te salva de ser un semiadulto con brazos voladores y mierda hasta la cintura es una fe entera.

La vida está bien hecha, y la humanidad resiste porque millones y millones de mujeres y hombres verdaderamentere heroicos y completos y cultos de verdad son capaces de volar en la morada del amor desinteresado.

Rilke advirtió que todo ángel es terrible. ¿Pero por qué? Porque los ángeles no nos ayudan si no somos santos. Y ser santo, te sientas o no te sientas religioso y creas en los ángeles o en una lógica causal de la justicia es, sencillísimamente, saber dar la vida. Y sin que te la pidan.

El problema es que cualquier hombre puede volverse más terrible que un ángel, apenas acepta hundirse en el espejo loco. Los tsunamis, Satanás, los tsunamis.

Hace unos cuantos años que mi esposa compra un lechón magro y lo manda asar a una rotisería para compartirlo en Nochebuena con sus padres. Lo hace con una aplicadísima puntualidad y se nos volvió un ritual que genera PAX-LUX.

Y no estoy muy seguro si una noche de 2003 o 2004 despedimos el año con los muchachos del taller y hubo tanta hermandad y tanta poesía y tantas cajas de vino en danza que cuando me quedé solo, a las tres de la mañana, me enloqueció el hambre de los magos negros y al abrir la heladera y ver el chancho crudo le corté las orejas y me las devoré como en una picada.

Rosina no se va a dar cuenta, pensé, y seguí tomando vino hasta que liquidé la caja que quedaba.

Ese era el tipo de cosas que llegué a hacer en los tiempos cuando yo también decidí abandonarme.


23 / LA MURALLA

En 2004 se inauguró un espacio cultural instalado en el sótano de la Distribuidora Careaga donde descubrieron un tramo de la muralla que bordeaba Montevideo, muy pocos metros al norte del Portón de San Pedro. Y Hugo Rocca, un cantautor y productor que perteneció al Taller Literario Universo, me contactó para que organizara algún espectáculo en ese hermosísimo lugar incorporado al Patrimonio Histórico Nacional que se llama Al Pie de la Muralla.

Rocca fue al primer encuentro que tuvimos con la profesora Adriana Careaga acompañado por el documentalista Álvaro Moure Clouzet, y aquella misma noche el cineasta me propuso grabar el DVD iniciador de la serie La conciencia nacional y yo pensé que estaba loco.

Pero, como me pasó con Turri, esta vez también merecí encontrar milagrosamente a otro compañero del alma con el que terminamos fundando elMontevideano / Laboratorio de Artes.

El espectáculo lo planificamos con Willy Wood y se llamó Infierno y fe en el foso, porque actuábamos sentados en el mismísimo socavón donde reinaban las ratas en los tiempos artiguenses, cuando ya hacía tiempo que los libres odiaban las murallas continuadoras de la Ciudadela.

Y era fenomenal pensar que a media cuadra de allí fueron expulsados los franciscanos en 1811 para que se juntaran con sus amigos los matreros y que cuando le suplicaron al oficial Pampillo que les dejara llevarse los mantos y los sombreros en el nombre de Jesús y María Santísima el godo les respondió, arreándolos a tirones y empujones, que no había Dios ni Virgen. En las dos funciones de Infierno y fe en el foso se conjuntaron los novísimos Willy Wood, Andrés Di Paulo, Pablo Cossio, Sebastián Beiró y Juan Pedro Acuña con Hugo Rocca, Andrea Moreira, Raúl Rodríguez, y los actuales integrantes del extraordinario grupo Buceo Invisible Diego Presa, Marcos Barcellos y Santiago Barcellos.

Moure Clouzet nos registró junto con Martín “Pitu” Ferreyra y al poco tiempo empezamos con mi DVD, Catacumbas en el cielo.

Y cuando vi el making-off que Álvaro editó muy rápido comprobé, asombradísimo, que acababa de conectarme con un cineasta que manejaba el mismo sistema rítmico de tensión y condensación y alternancia geométrica del relato que yo había maquinado en los años 80 y lo pude creer.

¿Pero por qué se te ocurrió filmarme si nunca me habías leído?, no tuve más remedio que escarba una noche muy vinosa. Por lo que dijiste y recitaste de Herrera y Reissig la noche que nos encontramos en el boliche de Bacacay antes de ir a la muralla, me explicó divertido. Fue la primera vez que me di cuenta que en esa poesía ya se planteaba el arte que hay que retomar para salir a flote.

Catacumbas en el cielo todavía no está terminado y la idea es presentarlo junto con estas confesiones, aunque en el blog oficial de Jesús de Punta del Este ya hace meses que figura, formando parte del making-off, una incursión en la Torre de los Panoramas que voy a detallar en el próximo capítulo.

Lo que corresponde contar ahora es que al volver del escalamiento de la montaña del imperator pasamos por casa para embolsar ejemplares de libros y revistas y artículos y fotografías de distintas épocas y cuando Álvaro manoteó una página entera que publicó El País de los Domingos sobre Jesús de Punta del Este ladré: Esto no va. Es la peor humillación de mi vida artística. Blanquita Aguirre me la mandó a hacer quince días antes que me robaran un premio del FONA y el día que salió en el diario la gente me felicitaba por la calle y ya no había película. Así que te pido por favor que no aparezca en el DVD.

Entonces él me pidió permiso para leerla y de golpe le empezaron a resplandecer en bloque la cabeza afeitada y la risa y los ojos muy húmedos y al final se animó a contar: Es increíble, pero en enero pasamos unos días en Punta del Diablo con mi hijo y casi aluciné que iba a hacer algo como esto.

Le costó tres meses convencerme, hasta que una tarde íbamos en el auto a la ciudad vieja para agregarle unas notas testimoniales a La Negra Jefa y a la altura del Buceo se jugó la última carta: ¿Sabés quién se me ocurrió quién es el actor perfecto para hacer Jesús de Punta del Este? El peludo que cantó en la muralla.

¿Willy?, me reí: Pero sí ni siquiera sabés cómo actúa. Y él sopló una humareda llena de sol y cuando murmuró Pero lo vi cantar sentí que iba a haber película.


24 / LOS HERRERA

Filmamos en la Torre de los Panoramas una tarde más bien calurosa de agosto, y Álvaro me pidió que recitara alguna de las décimas de la Tertulia lunática que había aprendió en el altillo del Paso Molino a los cuatro años y de golpe me sentí succionado por una implosión de plata que pareció  ventralizar el ojazo de la cámara y dije Donde quiera que estés quisiera que recibieras este mensaje y le seguí hablando a Julio Herrera y Reissig hasta que la puerta-ventana de dos hojas que comunica con la azotea se abrió y se cerró sola.

Entonces interrumpimos la grabación y comprobamos que la mansedumbre marina del techo lleno de claraboyas piramidales permanecía intacta y Álvaro me hizo señas de que siguiera y mientras me despedía subí los puños bamboleantes y cerrados a la altura del pecho como cualquier escarabajo que boxea penetrando en la nutriente luminosidad de la bosta: Yo te aseguro que tu galante calavera, gracias a Dios, nos sigue mordiendo las entrañas para que transformemos a este Tontovideo en una ciudad donde las torres de los panoramas no sean catacumbas en el cielo.

Y cuando la puerta-ventana sin pestillos ni pasadores volvió a abrirse y cerrarse sola igual que si nos saludara con la erizante simetría de otro crac-crac sincrónico no se lo pudimos atribuir a brisita ya primaveral que era incapaz de mover una hoja y además la Ananké o el Azar Esclavizador había sido excomulgado casi exactamente un siglo atrás por el mismísimo imperator en una de las décimas de la Tertulia Lunática que yo acababa de recitarle. Lo que hubo fue con contacto muy parecido al de la visualización ojicerrada de la mascarilla de Jung que me empujó a plantearle el libro-reportaje a Demian.

Y hay más toques en danza. Ya adelanté que el compañero de mi hija, Horacio Herrera, está emparentado con el fundador del modernismo uruguayo. Pero este sobrino-biznieto del divino Julio descubrió su vocación plástica después que abandonó la arquitectura y se puso a copiar fotos pasatiempistamente hasta que un día Micaela perdió la paciencia y lo inscribió por su cuenta en el taller que dirigía Gabriel Bruzzone en el Museo Torres García y pumba: a los tres meses Horacio ya era un pintor sólido y a los tres años, después de pasar por el taller de Sergio Viera, inauguró una asombrosa primera muestra en el Cabildo de Montevideo.

Y en el interín me regaló una joya familiar inconseguible: la biografía que publicó Herminia Herrera y Reissig en 1949 sobre su hermano con corazón de terremoto, prologado por Raúl Montero Bustamante. Allí leí que durante la última crisis de taquicardia paroxística, cuando ya no había morfina capaz de sosegarlo, el ex-dandy de altivez azul y extranjerismo militante jadeó que si no fuera católico se pinchaba una vena y le apoyó la cabeza en el hombro a un hermano murmurando: Esto es el fin. ¿Te das cuenta que me voy sin haber hecho nada.?

Aquello me mató. Y cuando inventé mis retratos para desarmar, puntualicé sobre nuestro primer capitán del vuelo: Era demasiado humilde, porque se fue sintiendo que no había cumplido.

Y me acuerdo incluso que les comenté a los muchachos del taller que con muchos pedantes como aquel imperator el reino de esta orilla mejoraría muchísimo. A veces pienso en ganar altura pero no escalando hombres, voceó el gran Antonio Porchia. Y esa es la humildad que importa a la hora del madero.

En el libro Grandeza en el infortunio de Herminia Herrera y Reissig, además, consta que nuestro genio máximamente incomprendido y prolijamente envidiado por los sabios con cielorraso que hasta cuando lo elogian sugieren que no fue mucho más que un gran malabarista, le dedicó un libro a Francisco Villaespesa agregándole una frase que el español mostraba como una condecoración: Comprender es perdonar.

En 2006 Horacio también se largó a hacer retratos desarmados, y trabajó meses en secreto recomponiendo una foto que me había sacado Pablo Pollovero veinte años atrás y el día que me lo trajo me costó digerirlo, pero después de dialogar una semana con la cabeza lila que coloqué en la portada de este libro, supe que mi rostro número 2, para categorizarlo junguianamente, el del poeta descalzo, ya era visible. Y el retrato se convirtió en el mayor regalo artístico que recibí hasta ahora.

Pero hay otro regalo que me vincula milagrosamente con la sangre herreriana. Porque un día necesité repasar Grandeza en el infortunio y no pude encontrar aquella frase altísima: ¿Te das cuenta que me voy sin haber hecho nada? Busqué hasta la exasperación pero no apareció por ningún lado. Y sin embargo yo vivía citándola.

¿Dónde, cuándolo y cómo te la escuché, hermano Julio?

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+