4 / LA RECONCILIACIÓN CON EL PADRE
(3)
Es en esta prueba donde
se abre la posibilidad de que el héroe derive esperanza y seguridad de la
figura femenina protectora, por cuya magia (los encantos del polen o su fuerza
de intercesión) es protegido al través de todas las aterradoras experiencias de
la iniciación en el padre que hace desfallecer al ego. Porque ya que es
imposible confiar en el rostro aterrador del padre, la fe del individuo debe
centrarse en otra parte (la Mujer Araña, la Madre Bendita) y con la seguridad
de esa ayuda, el individuo soporta la crisis, sólo para descubrir, al final,
que el padre y la madre se reflejan el uno al otro y que son en esencia los
mismos.
Cuando los Guerreros
Gemelos de los Navajo se separaron de la Mujer Araña, llevando sus consejos y
sus amuletos protectores, habían recorrido el camino entre las rocas que
aplastaban, las cañas que rompían en pedazos, los cactos que deshacían y las arenas
ardientes, y por fin llegaron a la casa del Sol, su padre. La puerta estaba
vigilada por dos osos, que se levantaron y gruñeron, pero las palabras que la
Mujer Araña había enseñado a los muchachos hicieron que los animales se
aplacaran. Después de los osos, los amenazaron una pareja de serpientes, luego
vientos y luego relámpagos, que eran los guardianes de el último umbral. (48)
Todos se aplacaron, sin embargo, con las palabras que ellos habían aprendido.
Construida de turquesas,
la casa del Sol era grande y cuadrada y estaba en la playa de un enorme océano.
Los jóvenes entraron en ella, y vieron a una mujer sentada en el lado oeste, a
dos hermosos mancebos en el sur, y a dos hermosas doncellas en el norte. Las
doncellas se levantaron sin decir palabra, envolvieron a los recién llegados en
cuatro cobertores celestes y los colocaron en un estante. Los jóvenes
permanecieron quietos. Después un llamador que colgaba sobre la puerta sonó
cuatro veces y una de las doncellas dijo: “Ha llegado nuestro padre”.
El portador del sol entró
en su casa, se quitó el sol de la espalda y lo colgó en un perchero en la pared
oeste del cuarto, donde se sacudió y resonó por un rato haciendo: ¡Tla-tla!
¡tla! ¡tla! Se volvió a la mujer de más edad y preguntó enojado: “¿Quiénes son
esos dos que entraron hoy aquí?” Pero la mujer no contestó. Los jóvenes se
miraban uno a otro. El portador del sol repitió su pregunta cuatro veces con
gran furia, hasta que la mujer le dijo: “Sería bueno que no hablaras demasiado.
Dos jóvenes llegaron hoy, buscando a su padre. Me has dicho que no haces
visitas cuando sales y que no conoces otra mujer más que yo. Entonces, ¿de
quién son hijos estos?” Señaló el bulto que estaba en el estante y los
muchachos sonrieron significativamente el uno al otro.
El portador del sol
desató las cuatro vestiduras (la del amanecer, la del cielo azul, la de la luz
amarilla de la tarde, y la de la oscuridad), y los jóvenes cayeron al suelo. Inmediatamente
se apoderó de ellos. Ferozmente los arrojó sobre unos grandes clavos afilados
de nácar que estaban en el oriente. Los muchachos apretaron con fuerza las
plumas de la vida y rebotaron. El hombre los arrojó de nuevo a unos clavos de
turquesa que estaban en el sur, a otros de haliotis en el oeste y a otros de
roca negra en el norte. (49) Los muchachos apretaron fuertemente las plumas de
la vida y rebotaron. “Quisiera que fuera cierto -dijo el sol- que fueran mis
hijos”.
El padre terrible trató
entonces de ahogar a los jóvenes en una cámara de vapor demasiado calentada.
Ellos recibieron la ayuda de los vientos, quienes les dieron, para que se
escondieran, un lugar de protección dentro de la cámara. “Sí, son mis hijos”,
dijo el Sol cuando salieron, pero era mentira, porque planeaba una nueva trampa.
La prueba final consistía en fumar una pipa llena de veneno. Un gusano peludo
previno a los muchachos y les dio algo para que se lo pusieran dentro de la
boca. Fumaron la pipa sin recibir ningún daño, pasándosela entre ellos hasta
que se acabó. Hasta dijeron que tenía un dulce sabor. El Sol estaba orgulloso y
completamente satisfecho. “Ahora, hijos míos -preguntó-, ¿qué queréis de mí?
¿Por qué me habéis buscado? Los Héroes Gemelos había ganado la completa
confianza del Sol, su padre. (50
Notas
(48) Compárese con los
numerosos umbrales cruzador por Inanna, supra,
pp. 102-103.
(49) Cuatro colores
simbólicos, que representan los puntos cardinales, juagan un papel prominente
en la iconografía y el culto Navajo. Son blanco, azul, amarillo y negro, que
significan, respectivamente, este, sur, occidente y norte. Estos corresponden
al rojo, blanco, verde, y negro del sombrero de la divinidad juguetona del
África, Edshu (ver p. 48, supra);
porque la Casa del Padre, como el Padre mismo, simboliza el Centro. Los Héroes Gemelos
han sido probados enfrentándolos a los símbolos de las cuatro direcciones , con
el objeto de descubrir si comparten los errores y limitaciones de cada una de
aquellas.
(50) Matthews, op. cit., pp. 110-113.
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