domingo

IRMA HOESLI - MOZART: LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA (44)


LAS CARTAS DE MOZART COMO ESPEJO DE SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO (2)

REALISMO (18)

AUTOPRESERVACIÓN (5)

La violenta contestación de Leopoldo Mozart a la excesiva a los designios de Dios de su hijo no responde realmente a la verdadera posición de Mozart:

Me extraña que tú, hijo mío, me escribas que todas las disquisiciones son inútiles, superfluas, que de cualquier manera no hemos de saber qué es lo que ha de ocurrir. Esto lo has pensado sin meditarlo y seguramente lo has escrito con la misma desaprensión. Que todo ha de mandar según los designios de Dios no ha desmentirlo ninguna sensata, no quiero decir cristiana. Pero ¿resulta realmente de ello que hemos de actuar a ciegas y vivir despreocupadamente, sin tomar ninguna clase de prevenciones, esperando que algo entre volando por sí mismo por el techo? ¿No nos pide acaso el mismo Dios y el mundo sensato que tratemos en lo posible de prever y de meditar en la medida de nuestras humanas fuerzas las consecuencias y el fin de todas nuestras acciones? (1)

¡Cuán injusto resulta el reproche en presencia de las realizaciones de Mozart! Pero son típicas del “sensato” padre, quien aun habla desde el punto de vista de la Ilustración. Su mirada se dirige siempre hacia el fin práctico más próximo, para cuya concesión se necesita, ciertamente, energía y reflexión. Para él es más importante la posición exterior del hijo, pero para este su quehacer musical. Lo que el padre denomina negligencia es para el hijo autopreservación natural ante la superioridad de las necesidades prácticas del día.

Injustificadamente Leopoldo tilda a su hijo de irresponsable, pues:

…usted sabe bien cómo las cosas marchan al revés, pero seguramente que aun han de enderezarse. Tengamos paciencia. Tengamos fe en Dios, que Él no ha de abandonarnos. No ha de fallar por causa mía. ¿Cómo pude usted dudar de mí? ¿No ve que trabajo con todas mis fuerzas?... tengo puesta mi confianza en tres amigos, y ellos son amigos fuertes e invencibles, a saber: en Dios, en su cabeza y en la mía. (2)

Aquí se confunden la fe en Dios y la fe en lo humano, de tal manera que por un momento la fuerza divina y el patrimonio humano parecen iguales. En ello parecería estar la clave de la fe en Mozart: hay algo divino en el hombre y es deber suyo exteriorizar tan precioso don en actos creadores.

Ante las preocupadas exhortaciones del padre para que viva como cristiano temeroso de Dios contesta Mozart con despreocupación muy suya:

Tengo a Dios siempre presente. Reconozco su omnipotencia y temo su ira. Pero reconozco también su amor, su compasión y su misericordia para con sus criaturas. Él nunca ha de abandonar a sus servidores. Si los acontecimientos van de acuerdo con sus deseos, también serán los míos. Por lo tanto no puede fallar; tengo que ser feliz y estar conforme. (3)

Su audaz hipótesis es: su deseo es mi deseo. ¿Qué otra cosa puede significar esto que la conciencia de tener a Dios en el propio pecho?

De manera magistral lo demuestra ante las temerosas preguntas de su padre de si el hijo está preocupado por la salvación de su alma:

Debo pensar que tengo un alma inmortal. No sólo lo pienso sino que lo creo. ¿En qué consistiría si no la diferencia entre hombre y bestia? Precisamente porque lo sé y lo creo tan ciertamemnte es que no he podido cumplir todos sus deseos, tal como usted lo deseaba. (4)


Notas

(1) Leopoldo M. a su esposa e hijo, Salzburgo, 4-XII-1777, I, 232.
(2) A su padre, Mannhei, 28?-II-1778, I, 424.
(3) A su padre, Augsburgo, 24-X-1777, I, 266.
(4) A su padre, Viena, 5-XII-1781, II, 141.

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