domingo

ANTONIN ARTAUD - EL TEATRO DE LA CRUELDAD (85)


UN ATLETISMO AFECTIVO (4)


Lo importante es cobrar conciencia de las localizaciones del pensamiento afectivo. Un medio de reconocimiento es el esfuerzo: y en los mismos puntos en que se apoya el esfuerzo físico se apoya también la emanación del pensamiento afectivo. Esos puntos sirven de trampolín a la emanación de un sentimiento.

Ha de señalarse que todo cuanto es femenino, cuanto es abandono, angustia, llamada, invocación, cuanto tiende hacia algo en además de súplica, se apoya también en los puntos en que se localiza el esfuerzo, pero como buzo que flexionando las piernas toma impulso en el fondo del mar para subir a la superficie; y habrá como un brote de vacío en el lugar donde estaba la tensión.

Pero en ese caso lo masculino regresa como una sombra fantasmal al lugar de lo femenino, mientras que cuando el estado afectivo es masculino el cuerpo interior es una especie de geometría invertida, una imagen del estado al revés.

Tomar conciencia de la obsesión física, de los músculos estremecidos por la afectividad, equivale, como en el juego de las respiraciones, a desencadenar esta afectividad en toda su potencia, a otorgarle una amplitud sorda, pero profunda, y de una violencia desacostumbrada.

Ocurre así que cualquier actor, hasta el menos dotado, puede aumentar, por medio de este conocimiento físico, la densidad interior y el volumen de su sentimiento, y a esta toma de posesión orgánica sigue una expresión plena.

Y no daña nuestro propósito conocer algunos puntos de localización.

El levantador de pesas las levanta con la espalda, apoya la fuerza multiplicada de los brazos en un derrengamiento de la espalda; y es bastante curioso comprobar que, inversamente, todo horadante sentimiento femenino -sollozo, desolación, jadeo espasmódico, estado de trance- vacía al hombre a la altura de los riñones, en el lugar exacto donde la acupuntura china alivia la congestión del riñón. Pues la medicina china sólo actúa por vacío y por lleno. Convexo y cóncavo. Tenso y relajado. Ying y yang. Masculino y femenino.

Otro punto irradiante: el punto de la cólera, del ataque, del mordisco, es el centro del plexo solar. Allí se apoya la cabeza para lanzar moralmente su veneno.

El punto del heroísmo y de lo sublime es también el de la culpa. Allí donde nos golpeamos el pecho. El lugar donde hierve la cólera.

Pero donde la cólera avanza, la culpa retrocede; tal es el secreto de lo vacío y de lo lleno.

Una cólera sobreaguda, que se despedaza a sí misma, se inicia con un neutro crujiente y se localiza en el plexo por medio de un vaciado rápido y femenino; luego, bloqueada por los dos omóplatos, se vuelve como un bumerang emitiendo un chisporroteo masculino, que se consume sin avanzar. Para perder su agresividad, conserva la correlación de la respiración masculina: expira con encarnizamiento.

Sólo he querido dar algunos ejemplos de los pocos principios fecundos que conciernen a este texto técnico. Otros, si tienen tiempo suficiente, completarán la anatomía del sistema. Hay 380 puntos en la acupuntura china, con 73 principales que se usan en la terapéutica común. No hay en nuestra humana afectividad tantos puntos de expresión.

Hay menos puntos de apoyo que puedan ser útiles al atletismo del alma.

El secreto es exacerbar esos puntos como si uno estuviese desgarrándose los músculos.

El resto se hace con gritos.

Para forjar otra vez la cadena, la cadena de un ritmo en que el espectador busca en el espectáculo su propia realidad, es necesario permitir que ese espectador se identifique con el espectáculo, y en cada respiración, y en cada tiempo.

No basta con que a ese espectador lo encadene la magia del espectáculo; esta no lo encadenará si no sabemos dónde apoderarnos de él. No más magias azarosas, no más poesía que no encuentre apoyo en la ciencia.

En el teatro, y de ahora en adelante, hay que identificar poesía y ciencia.

Toda emoción tiene bases orgánicas. Cultivando la emoción en el cuerpo recarga el actor la voltaica densidad.

Conocer de antemano los puntos del cuerpo que es necesario tocar es arrojar al espectador en trances mágicos. Y de esta invalorable clase de ciencia carece la poesía en el teatro desde hace mucho tiempo.

Conocer las localizaciones del cuerpo es pues forjar otra vez la cadena mágica.

Y en el jeroglífico de una respiración yo puedo recobrar una idea del teatro sagrado.

N.B.  Nadie sabe gritar en Europa, y menos los actores en trance. Como no hacen otra cosa que hablar y han olvidado que cuentan con un cuerpo en el teatro, han olvidado también el uso del gaznate. Reducido de modo anormal, el gaznate ya no es un órgano sino una monstruosa abstracción parlante; los actores franceses no saben hacer otra cosa que hablar.

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