EL TEATRO DE LA CRUELDAD
SEGUNDO MANIFIESTO (2)
2.
Desde el punto de vista de la forma (I)
Además de esa necesidad
que tiene el teatro de fortalecerse en las fuentes de una poesía eternamente
apasionada y accesible a los sectores más alejados y distraídos del público,
una poesía alcanzada por una vuelta a los viejos Mitos primitivos, requeriremos
de la puesta en escena, y no del texto, el cuidado de materializar y sobre todo
de actualizar esos antiguos conflictos;
es decir que tales temas se llevarán directamente al teatro materializados en
movimientos, expresiones y gestos antes que volcados en palabras.
Renunciaremos así a la
superstición teatral del texto y a la dictadura del escritor.
Y recobraremos también el
antiguo espectáculo popular sentido y experimentado directamente por el
espíritu, sin las deformaciones del lenguaje y del escollo de la palabra y de
los vocablos.
Intentamos fundar el
teatro ante todo en el espectáculo, en el que introduciremos una noción nueva
del espacio usando todos los planos posibles y los grados de la perspectiva en
profundidad y altura, y con ello sumaremos una idea particular del tiempo a la
idea del movimiento.
En un tiempo dado, al
mayor número posible de movimientos añadiremos el mayor número posible de imágenes
físicas y de significaciones ligadas a tales movimientos.
Las imágenes y los
movimientos empleados no estarán ahí sólo para el placer exterior de los ojos o
del oído, sino para el más secreto y provechoso del espíritu.
Así el espacio teatral
será utilizado no sólo en sus dimensiones y en su volumen, sino, si cabe
decirlo, en sus fosos.
El encabalgamiento de las
imágenes y de los movimientos conducirá, por medio de colisiones de objetos, de
silencios, de gritos y de ritmos, a la creación de un verdadero lenguaje físico
basado en signos y no ya en palabras.
Pues ha de entenderse que
en esta cantidad de movimientos y de imágenes ordenadas para un tiempo dado
incluiremos silencio y ritmo, tanto como una cierta vibración y una cierta
agitación física, compuestas por objetos y gestos reales, y realmente
utilizados. Y puede decirse que el espíritu de los más antiguos jeroglíficos presidirá
la creación de ese lenguaje teatral puro.
Todo público popular ha
gustado siempre de las expresiones directas y de las imágenes; habrá lenguaje
hablado, expresiones verbales explícitas en todas las partes claras y netamente
dilucidadas de la acción, en las partes en que descansa la vida e interviene la
conciencia.
Pero, junto con ese
sentido lógico, se dará a las palabras su sentido verdaderamente mágico, de
encantamiento; las palabras tendrán forma, serán emanaciones sensibles y no
sólo significado.
Pues esas excitantes
apariciones de monstruos, esos excesos de héroes y dioses, esas revelaciones
plásticas de fuerzas, esas intervenciones explosivas de una poesía y de un humor
que desorganizan y pulverizan apariencias, según el principio anárquico,
analógico de toda verdadera poesía, sólo ejercerán su magia cierta en una
atmósfera de sugestión hipnótica donde la mente es afectada por una directa presión
sobre los sentidos.
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