por Alejandro Martínez Gallardo
Sören Kierkegaard fue uno de los
grandes filósofos del siglo XIX, considerado por muchos el primer
existencialista. Kierkegaard, pese a su temprana muerte, fue sumamente
prolífico y penetrante en un gran número de temas, desde la psicología hasta la
libertad, la ética, la fe y la teología (y merece notarse que escribió en
un rico diálogo entre diferentes seudónimos, siendo no sólo un gran filósofo
sino un gran escritor). El filósofo danés escribió que la "ciencia y la
academia enseñan el camino de la objetividad", pero la religión enseña el
sendero de la subjetividad, de ser un sujeto que tiene una relación
personal con lo infinito y sólo este camino de introspección,
paciencia y recogimiento alcanza a revelar el mundo del espíritu. La
importancia del silencio en Kierkegaard no puede sobrestimarse, desde haber
escrito uno de sus textos más importantes bajo el seudónimo Johannes de
Silentio, hasta una constante alusión y retorno al silencio y a
la esperanza, en la obediencia (palabra que significa
"escuchar" ob-audire). Una de las frases que más se
citan de Kierkegaard es la siguiente:
El estado actual del mundo y de la vida en general
es uno de enfermedad. Si yo fuera un doctor y me pidieran mi opinión, les
diría "Creen silencio."
El remedio hace casi 200 años era crear
silencio, para poder escuchar lo esencial y entrar en relación con lo infinito.
Hoy parece aún más urgente crear silencio, pues no sólo hay más ruido en todas
partes debido al crecimiento industrial y al mandamiento económico de
siempre estar produciendo más, sino también hay menos disposición a esa
relación con el espíritu o con lo infinito. Doble ruido: el tecnológico y
el ideológico; no sólo las constantes irrupciones de las máquinas, sino también
el ruido de lo insignificante, el barullo de lo intrascendente y distractivo,
del constante entretenimiento y la banalidad, lo que Kierkegaard llamaba snakke.
El poeta sufí Rumi dice lo mismo de esta forma: "Tal vez estés buscando en
las ramas aquello que sólo se puede encontrar en las raíces". Tal vez
la distracción, el entretenimiento y el dedicarnos a conseguir el éxito mundano
sea un andar por las ramas, un detour que hace que nunca
lleguemos al centro. Carl Jung escribió: "La pregunta decisiva para
el hombre es si está relacionado con algo infinito o no". Ciertamente no
podremos estar relacionándonos con algo infinito si no creamos silencio. Y si
no nos relacionamos con algo infinito, nuestra vida será nimia, inane, fútil y
hasta puede decirse que una absurda pérdida de tiempo (de tiempo que no es
dinero, de tiempo que es kairos, el momento oportuno para el
descubrimiento).
Kierkegaard escribió, en un texto que
puede traducirse como Dos edades: "solo la persona
que puede permanecer esencialmente en silencio puede hablar esencialmente,
puede actuar esencialmente. El silencio es interioridad... La orientación del
silencio hacia el interior es la condición para una conversación
cultivada". Sólo desde la quietud interior nos podemos relacionar plena y
significativamente con el mundo exterior y establecer una relación personal
íntima.
El restante del diagnóstico
del "Doctor Kierkegaard" es el siguiente: [...] Creen
silencio. Lleven a los seres humanos al silencio. La palabra de Dios no puede
escucharse en el ruidoso mundo contemporáneo". Unas décadas después,
Nietzsche escribiría que Dios había muerto. Pero quizás simplemente había sido
ahogado por un ruido cada vez más oneroso y ubicuo.
Arnold Kone resume de buena manera el
pensamiento de Kierkegaard en relación al silencio:
Kierkegaard le está diciendo a todos los seres
humanos: deja de escuchar todas las voces de este mundo finito, escucha el
silencio en todo su temor y temblor, y la voz vendrá. Y con ella, la
fuerza y la valentía para 'obedecer' las exigencias íntimas e individuales de
la visión personal del Bien.
Para concluir quiero citar a otro
"Doctor" cristiano del silencio (aunque no doctor de la Iglesia), a
Meister Eckhart: "En medio del silencio una palabra oculta me fue
dicha. ¿Dónde está el silencio y dónde ese lugar en el que la palabra
fue dicha? Está en lo más puro que el alma puede hacer, en su parte más noble,
en el fondo, más aún, en la esencia misma del alma". Es allí, dice
Eckhart, donde la Palabra está naciendo eternamente, el Logos, la luz del
amor divino. ¿Pero quién tiene oídos para escucharla?
(pijamaSURF / 7-12-2018)
(pijamaSURF / 7-12-2018)
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