LAS CARTAS DE MOZART COMO ESPEJO DE SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO (2)
REALISMO
(9)
Mozart no se siente
poseído por el entusiasmo lírico; mantiene la distancia en su consideración
objetiva. Admira la gruta construida por la mano del hombre; la admira, porque
el genio humano domina de tal modo a la naturaleza, que su obra se vuelve
hermosa naturaleza. A Mozart le encanta, precisamente, la compenetración de
naturaleza y espíritu.
En las incontables cartas
de viajes buscamos en vano descripciones de bellezas naturales. Las ciudades sí
que las alaba de vez en cuando. Así, por ejemplo, escribe de Nancy que es una
ciudad “de hecho hermosa, lindas casas, calles anchas, y hermosas y plazas
extraordinarias”. (1)
Admira, pues, lo que la inteligencia humana ha construido en ordenada arquitectura. Siempre encontramos a Mozart en sus cartas en compañías de seres humanos: en salas de concierto y habitaciones, en hosterías o sillas de posta, como en una cápsula, de tal manera que parece ocultar una personalidad de contornos delimitados que nunca se desborda en arrestos líricos.
Mozart, contrariando a
Beethoven, no huye de la compañía de la gente. Sus designios y sus actos, su
sentir y pensar, sus aptitudes y carácter, ocupan el mayor espacio de sus
cartas. El tiempo que le deja libre su creación musical lo llena con animadas
explicaciones en conversación o sociedad con otras personas, y con alegría,
juego y danza. Las experiencias inesperadas con seres humanos y su presencia
inmediata es la condición para la creación de óperas con argumentos reales.
Otros podrán orientarse e instruirse con teorías o ideas, Mozart sólo se confía
en la experiencia. Es su maestra:
Si
se está en un país extranjero hay que hacer lo que las personas experimentadas
aconsejan. (2)
De su propia experiencia
brota este juicio de la sociedad humana:
Para
abreviar, al fin toqué en un malísimo piano. Lo más irritante era que ni la
señora ni los caballeros dejaron de hacer ni por un momento lo que estaban
haciendo., de modo que toqué para las paredes y las mesas y las sillas. En esta
situación tan desagradable perdí la paciencia. Comencé las variaciones de
Fischer, toqué hasta la mitad y luego me levanté. A esto siguieron
interminables elogios, pero dije lo que debía decir: que no podía hacerme
justicia con un clave como aquel y que me disgustaría tocar en uno distinto en
otra oportunidad. Pero ella no cedió y tuve que esperar otra media hora hasta
que vino su esposo. Este se sentó junto a mí y me escuchó atentamente, y yo me
olvidé del dolor de cabeza, del frío y toqué sin preocuparme del desvencijado
piano, como lo hago cuando tengo ganas de hacerlo. Dadme el mejor piano de
Europa, pero con un auditorio que no quiere o no siente conmigo lo que ejecuto,
y perderé todo el gusto por la ejecución. (3)
De tales experiencias
aprende Mozart la sencilla estructura básica de la sociedad, en la que el
individuo se ubica según su posición y aptitud. Diferencia en forma lapidaria a
conocedores de aquellos que no lo son, caracterizándolos con su habitual fuerza
gráfica; el que no tiene talento prefiere un diner a una ópera, y lo llama Papageno. (4)
…él
conoce lo que es música, pues siempre decía bravo en los pasajes en que otros
caballeros tomaban tabaco, se sonaban la nariz, carraspeaban o empezaban un
discurso. (5)
Notas
(1) A su padre, Nancy,
3-X-1776, I, 544.
(2) A su padre,
Estrasburgo, 26-X-1778, I, 551.
(3) A su padre, París,
1-V, 1778, I, 450.
(4) A su esposa, Viena,
8-X-1791, II, 291.
(5) A su padre, Munich,
3-X-1777. I, 226.
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