ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (3)
HISTORIA DE UNA NOVELA EXCEPCIONAL
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GUÍA DE LA LECTURA
La lectura de los parágrafos que anteceden (en especial, la de los números
3, 4 y 5) permite inferir sin esfuerzo, como sin duda lo habrá hecho ya el
lector, que el Don Juan, el Zorro,
tal como ha sido posible reconstruirlo para la publicación, no puede tener
sólida unidad estructural. Y así es, en efecto. Esa carencia proviene,
fundamentalmente, de que el autor no procedió -ya ha sido señalado- a la tarea
de “orquestación” de los capítulos
iniciales de la novela. Esa “orquestación”
tal como el autor la proyectaba, le hubiera conferido la unidad estructural
que le falta y que se manifiesta en los tres aspectos siguientes:
a) No hay unidad en la concepción
estético-narrativa. En
efecto: no todos los capítulos de la novela están escritos desde idéntica
postura creadora. Los capítulos I, La
mala acción del Peludo, V, Muerte y
velorio del Peludo y el comienzo del VI, En la casa del Zorrino, corresponden a la concepción de la tercera forma, mientras que los demás
corresponden a la cuarta.
b) No hay unidad de ejecución. Los capítulos IV, La
partida del Sargento Cimarrón, y el VI, En
la casa del Zorrino, no fueron reelaborados y presentan, por ende, un grado
de ejecución primario, mientras que todos los otros, tenazmente corregidos,
presentan una deslumbrante plenitud de ejecución. Es necesario destacar aquí
una situación curiosa que, quizás, contribuya a acentuar la falta de unidad
estructural de la novela. Es la siguiente: los capítulos I y IV, están escritos
según la concepción estético-narrativa (tercera
forma), pero muestran, como ya se ha dicho, una ejecución primaria que
desarmoniza con la muy cuidada de todos los demás.
c) No hay unidad en la dinámica
del desarrollo o de la línea argumental. En los seis primeros capítulos el ritmo narrativo sufre
notorias variantes: es rápido en el capítulo I; moroso en los capítulos II, III
y IV (aunque en este último menos que en los otros como consecuencia de su
falta de reelaboración); otra vez es rápido en el V y vuelve a tomar, en el VI,
el ritmo del IV. En estos seis capítulos se perciben, además, evidentes
soluciones de continuidad en el desarrollo de la línea argumental, agravadas
por la brusca interrupción del capítulo III. Los capítulos siguientes (VII,
VIII, IX y X) presentan, por lo contrario, un desarrollo de la línea argumental
sin soluciones de continuidad y con un ritmo moroso parejamente sostenido. El Don Juan, el Zorro, en consecuencia,
presenta una doble falta de unidad en la dinámica del desarrollo de su línea argumental:
no la hay en los seis capítulos iniciales considerados aisladamente, ni,
tampoco, entre ellos y los otros cuatro (de ritmo discontinuo los primeros y
moroso los segundos). Es necesario agregar que estas variaciones en el ritmo no
son intencionales, em cuyo caso podrían ser narrativamente justificadas, sino que
provienen, como antes se ha señalado, de no haber realizado el autor la “orquestación” que tenía proyectada.
Estas someras indicaciones sobre la carencia de unidad estructural
ostensible en Don Juan, el Zorro tienen
un propósito bien preciso: proporcionar al lector una especie de “guía de lectura” válida para ubicarse
ante un texto que le exigirá una singular gimnasia mental, impuesta por el
tránsito entre distintas concepciones estético-narrativas y diferentes ritmos
narrativos. Esta situación puede dificultar (inicialmente, al menos) la segura
aprehensión, en toda su magnitud, de los más auténticos y hondos valores de la
novela. Las anotaciones que anteceden no serán, pues, del todo inútiles si
cumplen, en alguna medida, con la indicada finalidad de preparar al lector para
el ejercicio de la antedicha gimnasia mental, facilitándole, por ende, el
acceso a la inconclusa novela de Francisco Espínola.
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