domingo

FRANCISCO "PACO" ESPÍNOLA - DON JUAN, EL ZORRO (15)


ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (3)

HISTORIA DE UNA NOVELA EXCEPCIONAL

6

GUÍA DE LA LECTURA

La lectura de los parágrafos que anteceden (en especial, la de los números 3, 4 y 5) permite inferir sin esfuerzo, como sin duda lo habrá hecho ya el lector, que el Don Juan, el Zorro, tal como ha sido posible reconstruirlo para la publicación, no puede tener sólida unidad estructural. Y así es, en efecto. Esa carencia proviene, fundamentalmente, de que el autor no procedió -ya ha sido señalado- a la tarea de “orquestación” de los capítulos iniciales de la novela. Esa “orquestación” tal como el autor la proyectaba, le hubiera conferido la unidad estructural que le falta y que se manifiesta en los tres aspectos siguientes:

a) No hay unidad en la concepción estético-narrativa. En efecto: no todos los capítulos de la novela están escritos desde idéntica postura creadora. Los capítulos I, La mala acción del Peludo, V, Muerte y velorio del Peludo y el comienzo del VI, En la casa del Zorrino, corresponden a la concepción de la tercera forma, mientras que los demás corresponden a la cuarta.

b) No hay unidad de ejecución. Los capítulos IV, La partida del Sargento Cimarrón, y el VI, En la casa del Zorrino, no fueron reelaborados y presentan, por ende, un grado de ejecución primario, mientras que todos los otros, tenazmente corregidos, presentan una deslumbrante plenitud de ejecución. Es necesario destacar aquí una situación curiosa que, quizás, contribuya a acentuar la falta de unidad estructural de la novela. Es la siguiente: los capítulos I y IV, están escritos según la concepción estético-narrativa (tercera forma), pero muestran, como ya se ha dicho, una ejecución primaria que desarmoniza con la muy cuidada de todos los demás.

c) No hay unidad en la dinámica del desarrollo o de la línea argumental. En los seis primeros capítulos el ritmo narrativo sufre notorias variantes: es rápido en el capítulo I; moroso en los capítulos II, III y IV (aunque en este último menos que en los otros como consecuencia de su falta de reelaboración); otra vez es rápido en el V y vuelve a tomar, en el VI, el ritmo del IV. En estos seis capítulos se perciben, además, evidentes soluciones de continuidad en el desarrollo de la línea argumental, agravadas por la brusca interrupción del capítulo III. Los capítulos siguientes (VII, VIII, IX y X) presentan, por lo contrario, un desarrollo de la línea argumental sin soluciones de continuidad y con un ritmo moroso parejamente sostenido. El Don Juan, el Zorro, en consecuencia, presenta una doble falta de unidad en la dinámica del desarrollo de su línea argumental: no la hay en los seis capítulos iniciales considerados aisladamente, ni, tampoco, entre ellos y los otros cuatro (de ritmo discontinuo los primeros y moroso los segundos). Es necesario agregar que estas variaciones en el ritmo no son intencionales, em cuyo caso podrían ser narrativamente justificadas, sino que provienen, como antes se ha señalado, de no haber realizado el autor la “orquestación” que tenía proyectada.

Estas someras indicaciones sobre la carencia de unidad estructural ostensible en Don Juan, el Zorro tienen un propósito bien preciso: proporcionar al lector una especie de “guía de lectura” válida para ubicarse ante un texto que le exigirá una singular gimnasia mental, impuesta por el tránsito entre distintas concepciones estético-narrativas y diferentes ritmos narrativos. Esta situación puede dificultar (inicialmente, al menos) la segura aprehensión, en toda su magnitud, de los más auténticos y hondos valores de la novela. Las anotaciones que anteceden no serán, pues, del todo inútiles si cumplen, en alguna medida, con la indicada finalidad de preparar al lector para el ejercicio de la antedicha gimnasia mental, facilitándole, por ende, el acceso a la inconclusa novela de Francisco Espínola.

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