ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (3)
HISTORIA DE UNA NOVELA EXCEPCIONAL
ORQUESTACIÓN FINAL (7)
Cuarta situación. Es posible reconstruirla reuniendo algunos apuntes
dispersos. Primero, se anota que los tres viejos hacen “rancho aparte”, que el Zorrino “agarra
de hijo” al Carpincho y que el Montés se sube constantemente a un árbol
para observar el campo. Y después, en otro apunte, se agrega que don Juan, tras
hablar gravemente con el Venado, desaparece un día del monte y regresa al
siguiente acompañado de dos Coatís, una Comadreja, un Mao Pelada, un Chajá y un
Tatú. Son matreros viejos que acampaban a corta distancia. Están casi en
harapos pero muy bien montados y armados hasta los dientes. Ya cerca del monte,
don Juan y sus compañeros encuentran al Montés vareando su caballo con las
patas atadas. Don Juan le pide que no lo repita para no descubrir el sitio en
que se guarecen y luego le presenta a sus acompañantes: “-Este es un compañero. Estos son otros compañeros nuevos”. Rápido y
grave, el Montés exclama: “-Tanto gusto
en conocelos”. Los otros lo miran “sombríos
como sordos”. Don Juan se pone a la cabeza de sus nuevos compañeros y se
despide del Montés: “-Vamos a seguir,
compañeros. Hasta de aquí un rato, Montés”. “Hasta de aquí un rato, señores”, responde el Montés y los seis
matreros se pierden tras don Juan por entre la fronda. El Montés queda solo
frente al campo inmenso y para sí mismo dice: “-Con estos seis más ya estábamos en condiciones de llevarnos por
delante la comisaría. Se amaga un avance por un lado. Se los engolosina
retrocediendo unas cuadras, y después, en campo abierto, atacando a media
tarde, cuando quieran aparecer las barras del día ya nos hemos hecho humo del
pago”. La situación, inconclusa en los apuntes hallados, se cierra
textualmente así: “El caballo (del
Montés) clavó las orejitas. El jinete avivó su mirada y la paseó por el
contorno. Allá, en la altura, apareció un bulto. El Montés, de un tirón de las
riendas hizo tornar el caballo y se metió entre los primeros árboles hasta
quedar oculto. El otro jinete también se había detenido. “Policía no es” -se
decía el Montés. “Pero desconfía. Ese anda en algo…” Y se interrumpió como si
alguien pudiera oírlo porque el observado se había puesto otra vez en
movimiento”.
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