HUGO GIOVANETTI VIOLA
Primera edición:
Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes (2009)
Primera edición WEB: elMontevideano
Laboratorio de Artes (2018)
Retrato de portada:
Horacio Herrera.
DOS: EL AMOR DEL PURGATORIO
23 / DEMIAN
Demian Díaz Torres me
lleva diez años y cuando todavía iba a la universidad también caía de vez en
cuando al taller a charlar con mi padre, igual que Yepes.
Quiere decir que conocía de adentro a los Giovanetti Viola, y a mi
abuela le decía la vieja bruja y a mi
abuelo el hombre de porlan.
Y después de la terapia
me confesó que una noche escuchó a un vecino comentándole a mi padre que yo era
un genio y que nunca entendió cómo
podían hablar en público sobre mí tan obscenamente.
El mito del Huguito.
Demian recién hizo el posgrado junguiano en los 90 y demoró meses en explicarme algo en situación de gol.
Porque esa era la técnica:
trabajar dialogando sobre problemas puntuales y esperar concentradamente la posibilidad
de llegar al uno a cero. Y la concentración exigía, como en todos los conjuros
salvíficos, el manejo malabarístico de las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, al servicio
táctico-estratégico de mi desplazamiento
hacia la otra heroicidad: la del poeta
descalzo. Esta clase de fútbol tiene la compensación de que un gol del terapeuta signifique el apresamiento de una estrella para el
paciente y viceversa, claro. Y que la tan temida derrota, para no irnos del terreno deportivo y según San Jerry de
los Glass, sea no poder chantarle la
bolita al prójimo y lograr sacudirle la soledad vidriosa con un vuelo de oro.
Por supuesto que los
libros que importan se conciben con ese sagrado objetivo. Y recién cuando el
autor sabe que hubo toque siente que
lo golean a él y se festeja al unísono.
Pero siempre con el silencio del pájaro solitario.
Hasta que una mañana
comenté que al pasar por la casa de Valentín Gómez sentía unas ganas de llorar terribles y maravillosas y Demian puso
el corazón en el punto del penal y tomó carrera: Me parece que eso de que las ganas de llorar sean terribles y
maravillosas tendríamos que aclararlo.
Y salí del consultorio sellado por el imborrable conocimiento de
que tenía una jodidísima relación de sociedad
con mi madre y una preciosa retroalimentación
con un padre al que ni siquiera necesité plantarle bandera para poder ser
libre.
Pero al 34 oriental lo
obsesionaba el triunfo, y seguíamoa avanzando
en democracia hacia la revolución mesiánica y ahora el plebiscito para anular
la ley de caducidad nos permitiría, según los informes del Comité Central que
escuchábamos en nuestras misas rojas, crecer hasta conseguir el gobierno de
Montevideo. Nos hablaban así. Cualquiera podía darse cuenta, además, que lo que
les importaba de verdad no era meter presos a los milicos fascistas sino usar el plebiscito para aumentar el caudal
de votación, aunque es justo aclarar que a mí nadie me obligó a salir a conseguir las firmas los domingos abajo
de la lluvia con cansancio y ceguera de caballo. Y a utopizar, que hay quórum.
Y esas fueron las épocas
donde el ingenio de Eduardo Galeano reinó hasta desencadenar una especie de
furor icónico y a la militancia le encantaba papagayear que lo hermoso de la
inalcanzable utopía era que ella daba un
pasito allá lejos y nos obligaba a dar un pasito a nosotros acá atrás y
cuando ganó la papeleta amarilla el juglar seductor definió al Uruguay como Un país gris con un país verde en la barriga
y una señora pachequista llamó por teléfono a uno de mis alumnos para
reconocerle: Mirá, este hombre será medio
bolche pero es un genio. Ayer Sonia Breccia lo volvió a llevar al programa y te
juro que me enamoró.
Manolita Piña de Torres
García, una izquierdista fanática que lo único que no podía soportar de su
marido era el apoliticismo, fue la que me explicó de una vez y para siempre que
lo que quiere decir verdaderamente la palabra in-genio es no-genio. Y
es la pura verdad.
Y el segundo golazo vino
la mañana que elucubré de golpe en el consultorio: Che, pero al final de cuentas mi madre no lee una sola línea de lo que
publico. Debe hacer cerca de veinte años que no me luzco para ella.
Bueno,
fingió dar por solucionado el problema Demian: Entonces te quedaste sin socio. Y después de agarrarme la frente
fetalmente murmuré: No. El socio es el Partido.
Ah,
eso lo sabrás vos, se hizo el extraterrestre mi terapeuta.
Y esa semana largué cuatro de las cinco tareas políticas que ya no me dejaban
tiempo ni para escribir.
Se llaman los equivalentes simbólicos que elegís para
que te devoren igual que tu mamá, botija. Y demoraste diecisiete años más en
terminar de entender y aceptar que el otro vientre
esclavizante era el alcohol. Y
hasta le pusiste de título Los borrachos
van al cielo a una novela y quedaste contentísimo.
26
/ OLVER
El Profesor de Literatura
Hispanoamericana y extraordinario antólogo Olver Gilberto De León empezó a ser
nombrado en el Uruguay después de un importantísimo coloquio sobre el cuento
que se realizó en París en el 80.
Hasta Onetti viajó para
adherirse a la resistencia cultural internacional, y una noche estaban comiendo
una lasagna que le prepararon especialmente y preguntó si se podía localizar a
Cortázar y el mosquetero fue hasta el restaurant y se sacaron las ganas de
apretarse los huesos.
Este abrazo quedó muy
bien contado en Itinerarios, la
primera parte ya estrenada en Francia y Uruguay de una serie documental que
empezó a elaborar Álvaro Moure Clouzet en 2005, y que realmente extrae la esencia del trabajo casi
quijotesco que viene cumpliendo Olver desde que se exilió en París a
mediados de los 70.
Y como decir quijotesco para mí siempre es grave, aclaro que la hipnosis de la
película logró transparentar una soledad
de acción docente y crítica y gestionaría que no fue remolineada al carajo
por el espejismal encantamiento de ningún moulin
pero duele peor.
Parece como si Olver
Gilberto De León. Maître de Conferénces à
l’Université de Paris-Sorbonne, París
IV, siguiera vendiendo pan descalzo en San Carlos igual que en su infancia y
el establishment se dignara nada más que a homenajearlo de vez en cuando y
sonriera murmurando: Siga metiendo los
tobillos en el barro, profe, porque si usted no reparte esos pedacitos de arte
quedan todos tirados.
A mí me llamó por teléfono
desde Buenos Aires en el 84. Saúl le había pasado el número y él todavía no
podía entrar al Uruguay y se ofreció a ayudarme a colocar en París una
colección de autores nacionales y recién nos conocimos personalmente cuando se
reinstauró la democracia.
Y al otro año me escribió
comentándome Morir con Aparicio y
sentí que aquel hombre era capaz de verle
el alma a un libro igual que si tuviera un tercer ojo constitutivo capaz de
ordenar los paisajes, para hablarlo
en García Lorca.
Y como la falsa modestia
es peor que la vanidad informo que el
viernes 24 de noviembre de 2006, en le Semana de la Cultura por Uruguay
organizada por La Sorbonne y con la presidencia de Milagros Ezquerro,
responsable de los Seminarios de América Latina, y la participación de Claude
Couffon, Maryse Renaud, Jean-Philippe Barnabe, Roger Guggisberg, Fernando Aínsa
y Juan Carlos Mondragón, se eligió homenajear a cinco escritores contemporáneos
uruguayos: Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernández, Enrique Amorim, Marosa di
Giorgio y un servidor. Y le correspondió a Olver Gilberto De León disertar
sobre Morir con Aparicio, que viene
utilizando como texto de estudio en los cursos de Literatura Hispanoamericana
que dicta en Paris IV / Sorbonne y Parids XII / Créteil desde los años 90.
Algunos podrán pensar que
parezco Ana Monterroso diciéndome a mí mismo: Date corte, Juan Antonio, pero me importa un pito.
Esto no es un asunto de elecciones amiguistas sino de consensos universitarios, y si tomamos
en cuenta nada más que las tres antologías de mayor peso publicadas por Olver
desde el 80, encontraremos incluidos a Horacio Quiroga, Juan Carlos Onetti,
Mario Benedetti, Cristina Peri Rossi, Enrique Estrázulas, Eduardo Galeano,
Fernando Aínsa, Matilde Bianchi, Tarik Carson, Mario Levrero y Tomás de Mattos,
aparte de Saúl Ibargoyen, Daniel Bentancourt y Ricardo Prieto, que aparecerán
en la segunda antología del cuento negro y policial.
Y lo que nunca va a
entender la mayoría de la gente que viaja en la bodega del barco cultural es
que no se puede prohibirle la exploración de la intemperie a los que creen en el
estrellerío soñado por sus entretelas.
Van a escaparse de cualquier manera y a volver con noticias del maná.
En
el borde del camino hay una silla / la rapiña merodea aquel lugar / la casaca
del amigo está tendida / el amigo nos e sienta a descansar,
le gusta aullar a Olver con una voz más finita que la de Silvio Rodríguez: Sus zapatos de gastados son espejos / que le
queman la garganta con el sol / y a través de su cansancio pasa un viejo / que
le seca con la sombra el sudor.
Pero eso es cuando toma
demasiado vino. En este momento está internado en París, posiblemente muy
grave, y sé que tiene paz.
Hace poco le escribió en
un mail a un locutor radial de Maldonado: Yo
en mi niñez aprendí a conocer a la gente y a la muerte con naturalidad. A mí lo
que me interesaba eran los personajes del pueblo, los que no tenían para comer
pero sabían reírse.
27
/ EL COLOQUIO
El Coloquio Francia-Uruguay
que se realizó en la UNESCO de París en 1987 fue una hermosa quijotada de Olver
Gilberto De León y veinte años después sirve para entender que esta clase de eventos de intercambio cultural se
parecen a desparramos de hormigas reagrupándose enloquecidamente cuando alguien
o algo les patea la fragilísima organización sistémica.
Y además terminó siendo
tan histérico y tan estúpido el boicot que nos prepararon algunas momias
vinculadas a la hegemonía inquisitorial de la generación del 45, que sería más
interesante contar el lío que armó la barra brava de Nacional ayer de tarde en
el puente del Pantanoso porque no le pudieron ganar a Cerro.
Olver tuvo que viajar a
mitad de año para desfazer cierto
entuerto entramado por los malignos homúnculos y triunfamos los servidores
del hormiguero que finalmente nos arrodillamos en París frente a nuestra monstruosa Dulcinea encantada:
la pobre identidad, que es más difícil
de perder que el odio.
A mí me tocó viajar con
Fernando Loustaunau vía Madrid y lo primero que hice en el hostal fue llamar
por teléfono a Onetti y Dolly me pidió que pasara al otro día porque el Chiqui estaba tomando antibióticos y lo
tenían nocau.
Y el domingo me largué en
un tqaxi hasta el 31 8vo de Avenida de América sumando números de matrículas de
coches sin parar y los 13 le ganaron por goleada a los 21 y supe que estaba
frito.
Recién hace unos meses
que abandoné del todo esa cábula liceal
y todavía me tienta, porque en general no falla. Vale decir: te prepara para
entender que creer en la promesa de las
expectativas jamás te acerca a Dios.
Dolly se horrorizó de mi
calva y después me sirvió un vaso con tres piedrones hielo coronados por tres
gotas de whisky y me humilló con justicia: No
te vas a venir a emborrachar a mi casa.
La verdad es que yo siempre
llamaba a Juan cuando las copas me obligaban a quererlo en voz alta. Pero al
final al ignorado perro de la dicha la
iluminaron dos cosas, por lo menos: una foto de mi familia que se me ocurrió
mostrarle y la confirmación de que idea Vilariño, a pesar de sus nanas,
participaría en el Coloquio. Esta nena es
para Juan, señaló a mi doradísima Micaela y me dieron ganas de partirle la
risa con los glaciares ya succionados: Y
por favor decile a Idea que estamos esperándola.
Lo que me consoló en
París fue la certeza de que seguramente estaba muy cerca de la Bénédicte física,
aunque me había prometido no buscarla. Tampoco me hizo mal colarme en el hotel
Stella y ser expulsado por la mujer del Bigote, que fingió no reconocerme.
Estaba
casi todo igual, aproveché la excursión al desfiladero heroico
para agregar en el prólogo de Creer o
reventar, que recién publiqué en el 90: Pero
el prodigio virginal y los ojos asesinos y la invencible verdad de mi corazón
habían sido arrancadas para siempre de aquella oscuridad.
El Coloquio fue
interesante, aunque la orfandad de Olver en aquella trinchera bombardeada por
el pavorrealismo y la mezquindad y la mediocridad me activaron un mea culpa anunciador de la depresión capital que todavía demoraría
tres años.
Lo más curioso y
misterioso de los hormigueros humanos es la condenación constitutiva que nos
permite orientar la energía que sabemos
que nos dio La Cosa hacia tanta cosita
puesta en el altar del polvo.
Y para peor pasamos tres
días en lo que fue la República Democrática Alemana con Jorge Arbeleche y Jorge
Castro Vega y la visita férreamente guiada por una dulcísima pero amordazada
dama católica me reafirmó la fe en el socialismo. Allons enfants. Y después de hacer dieciséis horas de tren para
tomar el avión de vuelta en Madrid las matrículas volvieron a sumar horrible y
apenas alcancé a ver a Juan durmiendo con un pulóver arriba del piyama y esta
vez Dolly me invitó a almorzar un churrasco con unas papas fritas caseras que
repetí hasta la noche y jugo de zanahoria.
Idea participó en una
sola sesión del Coloquio porque lo único que le importaba era cuidarse para
poder ir a ver a su dios asfixiada en
un tren invernal y fue, por supuesto. Y al volver a París Olver tuvo que internarla y todo, pero la tan triste como él logró llorar de
adoración en el templo espejismal.
Y cuando murió Juan llamé
a Dolly para decirle que tuviera fe porque los que viven para servir a la
Inmaculada son hijos de Dios y ella chistó, con una soberbia realmente muy
difícil de perdonar: Pero nene, ¿vos
también me venís con eso?
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