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/ EL CAMINO DE LAS PRUEBAS (5)
“Un niño me mordía.” El
paciente que soñaba sufría de infantilismo psicosexual. (19)
“Estaba encerrado con mi
hermano en un cuarto oscuro. Él tenía en la mano un gran cuchillo y yo le tenía
miedo. ‘Me vas a volver loco y me mandarás al manicomio’, le dije. Se rio, con
malicioso placer y contestó: ‘Siempre estarás atrapado conmigo. Estamos unidos
con una cadena’. Me miré las piernas y vi por primera vez una gruesa cadena de
hierro que nos unía a mi hermano y a mí.” El hermano, comenta el Dr. Stekel,
era la enfermedad del paciente. (20)
“Voy a pasar un puente
muy angosto -sueña una joven de dieciséis años-. Repentinamente se rompe bajo
mi peso y yo caigo en el agua. Un policía se echa detrás de mí y me trae con
sus fuertes brazos, a la orilla. De repente me parece que soy un cuerpo muerto.
El oficial también es muy pálido, como un cadáver.” (21)
“La persona que sueña
está absolutamente abandonada y sola en el profundo agujero de un sótano. Las
paredes de su cuarto van volviéndose cada vez más estrechas, hasta que ya no
puede moverse.” En esta imagen están combinadas las ideas del vientre materno,
de la prisión, de la celda y de la tumba. (22)
“Sueño que tengo que
atravesar unos corredores interminables. Luego permanezco por largo tiempo en
un cuartito que se parece a las bañeras de los baños públicos. Después me
obligan a dejarlo, y tengo que atravesar un pasillo húmedo y resbaladizo, hasta
que llego a una pequeña puerta por donde salgo. Me siento como quien acaba de
nacer y pienso: ‘Esto significa para mí un renacimiento espiritual, logrado por
medio de mi análisis.’” (23)
No cabe la menor duda de
que los peligros psicológicos, a través de los cuales eran guiadas las
generaciones anteriores por medio de los símbolos y ejercicios espirituales de su
herencia mitológica y religiosa, ahora (si no somos creyentes o, si lo somos,
en la medida en que nuestras creencias heredadas no representan los problemas
reales de la vida contemporánea) debemos enfrentarlos solos, o en el mejor de
los casos con una tentativa, impromptu,
y a menudo sin una guía efectiva. Este es nuestro problema como individuos
modernos, “ilustrados”, para quienes todos los dioses y los demonios han sido
racionalizados como inexistentes. (24) Sin embargo, en la multitud de mitos y
leyendas que se han conservado o reunido de diferentes partes de la Tierra,
podemos ver delineado algo de nuestro tránsito todavía humano. Para saberlo y
beneficiarse con ello, sin embargo, debe el hombre someterse de alguna manera a
la purgación y a la renuncia. Y eso es parte de nuestro problema: cómo hacerlo.
“¿O creéis que entraréis en el alchenna,
y no os llegó el ejemplo de los que pasaron antes que vosotros, a los que cogió
el mal y el daño, y se tambalearon…? (25)
Notas
(19) Ibid., p. 159.
(20) Ibid., p. 21.
(21) Stekel, Die Sprache des Traumes, p. 200.
“Naturalmente -dice-, ‘estar muerto’ aquí significa estar vivo. Empieza a vivir
y el policía ‘vive’ con ella. Mueren juntos. Esto ilumina un poco la fantasía
popular del doble suicidio.” Debe notarse también que este sueño incluye la
imagen mitológica universal del puente-espada. (El filo de la navaja, supra, p. 28), que aparece en la balada
del rescate de la reina Ginebra del Castillo del Rey de la Muerte realizado por
Lanzarote (ver Heinrich Zimmer, The King
and the Corpse, The Bollingen Series, XI; Pantheon Books, 1948, pp.
1721-172; ver también D. L. Coomaraswamy, “The Perilous Bridge of Welfare”, Harvard Journal of Asiatic Studies,8).
(22) Stekel, Die Sprache des Traumes, p. 287.
(23) Ibid., p. 286.
(24) “Esta etapa del
problema es nueva -escribe el Dr. Jung-, pues todas las épocas anteriores a la
nuestra creyeron en los dioses de una manera o de otra. Sólo un empobrecimiento
simbólico sin igual podría llevarnos a redescubrir los dioses como factores
psíquicos, o sea, como arquetipos del inconsciente… El cielo se ha convertido
en un espacio vacío para nosotros, en un agradable recuerdo de cosas que una
vez fueron. Pero nuestro corazón se agita y hay una secreta inquietud en las
raíces de nuestro ser.” (The Integration
of the Personality, p. 72.)
(25) Corán, II, 210.
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