El film “Colette: Liberación y deseo” expone la vida de una de las
grandes autoras francesas. Aquí, la historia de una chica campesina que comenzó
como “escritora fantasma” semi esclava de su primer marido, a la fama con una
obra transgresora y desafiante, su difíciles matrimonios y sus amores con otras
mujeres
Había una vez una chica de campo francesa, de madre culta y exigente y
padre veterano de guerra, que se casa con un exitoso, carismático y atractivo
escritor parisino mucho mayor que ella. Él la lleva a fiestas, la presenta a la
crema de la sociedad parisina de la época (fines del siglo XIX, principios de
siglo XX), y la abre al mundo de los deseos irreprimibles.
Pero resulta que él no es el "verdadero" autor de sus novelas,
sino que contrata escritores fantasmas con quienes siempre tiene deudas. Willy
es además mujeriego, infiel (ella descubre enseguida sus infidelidades, segunda
mentira), jugador empedernido y pésimo administrador del dinero que gana con
sus libros. Ella misma escribe las cartas que él firma. Forman una especie de
pequeña empresa de la escritura de la época, basada en la explotación. Cuando él descubre la calidad de la escritura de su joven mujer
campesina, gran lectora además, que le cuenta atractivas y picantes historias
de su adolescencia escolar, eso no solo despierta su morbo sino que también le
hace vislumbrar la veta comercial. Ella pasa a formar parte de su pequeño
ejército privado y semiesclavo de escritores fantasmas, la mejor. Así arranca
la saga de Claudine, la protagonista de las novelas que
firma Willy pero que en realidad escribe su mujer y que rápidamente se
convierten en bestsellers.
Así empieza también la película Colette: Liberación y deseo,
protagonizada por la bella Keira Knigthley (Piratas del
Caribe, Anna Karenina) y dirigida por el cineasta
inglés Wash Westmoreland (director de Siempre
Alice, film por el cual Julianne Moore se alzó
con un Oscar a la mejor actriz en 2015).
La película, muy bien ambientada en el París de aquellos años, hace un
recorte de la vida de Colette que abarca los años tumultuosos
de su matrimonio con Willy y su deseo consumado hacia otras mujeres, incluido
un triángulo amoroso que los involucra a ambos y que da origen a uno de los
libros de la saga, que se inicia con Claudina en la escuela en 1900 y abarca
tres años.
Literatura popular y al mismo tiempo de nicho: la película cuenta
que Claudina prende en mujeres jóvenes que se identifican
con los deseos, las perversiones, el lesbianismo sin represión y las ansias
libertarias de esa chica de campo que conoce la gran ciudad, París. Una extraña
especie de anti Lolita. Raro además, que hubiese sido verosímil creer que un
hombre pudiera escribir esos libros tan "femeninos", y que implican
un encierro obligado. El primer libro que lleva su firma será La
vagabunda (1910), que la define también como ex y en el ejercicio
de su otra profesión ambulante: artista de music hall.
Colette: liberación y deseo podría ubicarse en la serie de
películas sobre escritoras, como (por nombrar solo algunas) la argentina Yo,
la peor de todas(1991), sobre la vida de Sor Juana Inés de la
Cruz, dirigida por María Luisa Bemberg, y que en el caso de las
sajonas tuvieron su relativo boom en la década de 2000, con Iris (2001,
sobre la escritora irlandesa Iris Murdoch); Las horas (2002),
dirigida por Stephen Daldry, con Nicole Kidman en
el papel de una atormentada y talentosa Virginia Woolf; Sylvia (2003,
sobre la estadounidense Sylvia Plath); o Becoming Jane (2007,
sobre Jane Austen).
Acorde con el milenio, la película ofrece una lectura con perspectiva de
género que la propia Colette no tuvo. La escritora francesa no fue
feminista (no se subió a la primera ola de las sufragistas y en sus libros
aparecen muchos prejuicios de época contra ciertas mujeres, aunque sí suele arrojar
una mirada crítica sobre los hombres, muchos de ellos figuras patéticas), en
cambio sí tuvo grandes logros personales como autora y en defensa de la
libertad sexual (que no es poco), un tema que se distribuye a lo largo de toda
su obra. Y básicamente, una militancia lesbiana.
Así lo señala una de sus biógrafas, Judith Thurman, en Secretos
de la carne: vida de Colette, que se detiene en el vínculo de Colette
con Missy, alias de Sophie de Morny, marquesa de
Belboe, que fue su pareja y sustituto materno. Y en la relación que establece
con sus contemporáneas, militantes lesbianas, que se reunían en la Academia de
mujeres de otra de sus amantes, la condesa Natalie Clifford Barney,
que albergaba a escritoras y artistas jóvenes como Djuna Barnes o Sylvia
Beach. "Colette es una privilegiada por la paradoja de su propia
naturaleza y talento, que le permite vivir un 'erotismo' militante al tiempo
que mantiene una ideología social conservadora", sintetiza Thurman.
Fuera de la película, la historia de Colette sigue con dos matrimonios,
una hija, el reconocimiento desde la institución literaria y la crítica
especializada. Y también cierta invisibilidad posterior fuera de su país.
Nació como Sidonie-Gabrielle Colette en Saint-Sauveur-en-Puisaye el 28
de enero de 1873 y murió en París el 3 de agosto de 1954. Fue la cuarta hija de
Sidonie Landoy, y el capitán Jules-Joseph Colette, un militar de Argelia que
perdió una pierna: los retrató en su libro Sido, de 1930. Su
madre vuelve a aparecer en un cuento tardío, Luna de lluvia,
incluido en su libro Habitación de hotel (1940),
cuando Colette ya tiene 57 años, una vasta experiencia de vida y literaria,
y Sidoserá el único guiño autobiográfico de una escritora
que jugó permanentemente con la "autoficción", mucho antes de que
existiera como género (de paso, un género muy transitado en la Francia del
siglo XXI). En ese cuento (incluido también en español en una antología de
relatos de escritoras hecha por Angela Carter, Niñas malas, mujeres
perversas, publicado por Edhasa en 1989), Colette aprovecha para
esbozar algunas teorías sobre la materialidad de la escritura, la construcción
del suspenso y la "guerra de los sexos".
Colette tuvo una educación laica y un fuerte contacto con la naturaleza
(que la marcó en muchos sentidos). Además de novelista, fue cronista,
guionista, libretista de teatro y artista de music hall. Si bien la saga de
Claudina fue bestseller, primero bajo el nombre de su marido, Henry
Gauthier-Villars, alias Willy, y luego de una batalla judicial por los
derechos, con el suyo propio, recién se hizo famosa en el resto del mundo
occidental por su novela Gigi, de 1944, llevada al cine
por Vincent Minnelli en 1958 y protagonizada por Leslie
Caron.
Su segundo marido fue un periodista: Henry de Jouvenel, jefe de redacción de Le Matin. Se casaron en 1911 y tuvieron una hija, Bel-Gazou. Allí comenzó su carrera de periodista, con notas y reportajes, hasta un escandaloso divorcio en 1923, luego de convertirse en la amante del hijo de su marido, un adolescente de 17 años (ella tenía 40), Bertrand de Jouvenel, a quien inició en los secretos de la escritura de ficción. Una vez más, la aventura le dio material para la escritura de dos novelas: El trigo verde (1923) y Querido, que en 2009 fue llevada al cine por Stephen Frears, protagonizada por Michelle Pfeiffer.
Su segundo marido fue un periodista: Henry de Jouvenel, jefe de redacción de Le Matin. Se casaron en 1911 y tuvieron una hija, Bel-Gazou. Allí comenzó su carrera de periodista, con notas y reportajes, hasta un escandaloso divorcio en 1923, luego de convertirse en la amante del hijo de su marido, un adolescente de 17 años (ella tenía 40), Bertrand de Jouvenel, a quien inició en los secretos de la escritura de ficción. Una vez más, la aventura le dio material para la escritura de dos novelas: El trigo verde (1923) y Querido, que en 2009 fue llevada al cine por Stephen Frears, protagonizada por Michelle Pfeiffer.
En 1932 publicó Lo puro y lo impuro, un retrato de la
poeta lesbiana Renée Vivien. Y en 1934, Dúo (hay una
edición de Anagrama), que cuenta la historia de una pareja y tiene como tema la
infidelidad (en este caso, femenina). Esta novela es una de las pocas
publicadas en español en los últimos años.
De 1933 a 1936 escribió crítica teatral en el periódico Le
Journal. Sus artículos, impresionistas, fueron numerosos y reunidos en
cuatro volúmenes de La jungla negra, de modo que por esos
años hizo un paréntesis en la escritura de ficción. En 1936 apareció Mis
aprendizajes, libro autobiográfico que recuerda su vida en tiempo de
Claudina. Luego vinieron los cuentos, reunidos en Bella Vista y Cuarto
de hotel.
En 1935 se casa por tercera vez con un sobreviviente de los campos de
concentración: Maurice Goudeket, que publicó sus Obras
reunidas y la acompañó durante sus últimos años, víctima de una
dolorosa artritis de cadera que la ató a una silla de ruedas. Dos años después
de su muerte, Goudeket publicó un libro propio,Junto a Colette,
cerrando el círculo que comenzó con Willy firmando los libros de su mujer, que
murió en 1954, a los 81 años.
Colette, atea y escandalosa, fue sin embargo la única escritora francesa
a quien la República Francesa le dedicó funerales de Estado. Está enterrada en
el cementerio del Père Lachaise (París). Fue una escritora prolífica, que se
codeó con autores como George Simenon, Marcel Schwob o Marcel
Proust, que entró como miembro de la Academia Goncourt desde 1945 y llegó a
presidirla entre 1949 y 1954, algo excepcional para una mujer, y fue
condecorada con la Legión de Honor.
La psicoanalista y crítica literaria Julia Kristeva la ubicó en el
panteón de las mujeres "genias" del siglo XX, junto con la
filósofa Hannah Arendt y la psiacoanalista Melanie
Klein, en la serie de libros El genio femenino. Además, el
biógrafo estadounidense Herbert Lottman le dedicó una biografía (Colette),
junto con otras de Flaubert o Julio Verne.
Sin embargo, a pesar de todo esto, de las adaptaciones teatrales y
cinematográficas de sus obras, y de haber sido bestseller, Sido o Gabrielle,
como la llamaban sus amigos, Colette para un afuera universal, sigue callada,
invisibilizada, como cuando empezó y fue impulsada a refugiarse detrás de un
pequeño hombre y su nombre, para publicar.
A diferencia de otras escritoras, como su predecesora George
Sand (Alias de Aurore Lucien Dupin), que
"eligieron" el nombre masculino para firmar sus libros, Colette, ya
"liberada", eligió el apellido paterno como su sello y firma. Un
gesto, por otra parte, bastante único y simbólico, al dejar afuera el nombre
propio femenino (Gabrielle) y el heredado de la madre (Sidonie).
Si Colette, la película, despierta ese otro deseo, el
de leer a una escritora que jugó con las palabras, dio vuelta frases, discursos
y se le animó al sexo propio, entonces cumplió su cometido.
(Infobae / 2-12-2018)
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