lunes

CÁNTICO ESPIRITUAL (79) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIONES 29 Y 30

A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas.
aguas, aires, ardores,
y miedos en las noches veladores:
Por las amenas liras
y canto de serenas, os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
por que la esposa duerma más seguro.

DECLARACIÓN (4)

7 / Pues a todas estas cuatro maneras de afecciones de las cuatro pasiones de el ánima conjura también el Amado, haciéndolas cesar y sosegar, por cuanto él da ya a la esposa caudal en este estado y fuerza y satisfacción en las amenas liras de su suavidad y canto de serenas de su deleite, para que no sólo no reinen en ella, pero ni en algún tanto la puedan dar sinsabor. Porque es la grandeza y estabilidad de el alma tan grande en este estado, que, si antes le llegaban a la alma las aguas de el dolor de cualquiera cosa y aun de los pecados suyos y ajenos, que es lo que más suelen sentir los espirituales, y aunque los estima, no le hacen dolor ni sentimiento; y la compasión, esto es, el sentimiento de ella, no le tiene, aunque tiene las obras y perfección de ella, porque aquí la falta a la alma lo que tenía de flaco en las virtudes y le queda lo fuerte, constante y perfecto de ellas. Porque, a modo de los ángeles, que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor, y ejercitan las obras de misericordia y compasión sin sentir compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas veces y en algunas cosas dispensa Dios con ella, dándoselo a sentir y dejándola padecer por que merezca más, como hizo con la Madre Virgen -pero el estado de suyo no lo lleva- y con San Pablo.

8 / En los deseos de la esperanza tampoco pena, porque, estando ya satisfecha, en cuanto en esta vida puede, en la misión de Dios, ni acerca de el mundo tiene qué esperar, ni acerca de lo espiritual qué desear, pues se ve y siente llena de las riquezas de Dios y así en el vivir y el morir está conforme, ajustada a la voluntad de Dios. Y así, el deseo que tiene de ver a Dios es sin pena. También las afecciones de el gozo que en el alma solían hacer sentimientos de más o menos, ni en ellas echa de ver mengua, ni le hace novedad abundancia, porque es tanta la que ella ordinariamente goza , que, a manera de el mar, ni mengua por los ríos que de ella salen, ni crece por los que en ella entran: porque esta es el alma en que está hecha la fuente, “cuya agua” dice Cristo por San Juan que “salta hasta la vida eterna” (4,14). Finalmente, ni los miedos de las noches veladores llegan a ella, estando ya tanta clara y tan fuerte y tan de asiento en Dios reposando, que ni la pueden oscurecer son sus tinieblas, ni atemorizar con sus terrores, ni recordar con sus ímpetus. Y así, ninguna cosa la puede ya llegar ni molestar, habiéndose ya ella entrado (como habemos dicho), de todas ellas en al ameno huerto deseado, donde toda paz goza, de toda suavidad gusta, y en todo deleite se deleita, según sufre la condición y estado de esta vida. Porque de esta tal alma se entiende aquello que dice el Sabio en los Proverbios (15.15), diciendo: “Secura mens quasi juge convivium”, esto es: “El alma segura y pacífica es como un convite continuo”; porque así como en un convite hay de todos los manjares sabrosos al paladar y de todas músicas suaves al oído, así  el alma, en este continuo convite que ya tiene en el pecho de su Amado, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.

9 / Y no le parezca al que esto leyere que en lo dicho nos alargamos en palabras, porque, de verdad, si se hubiese de explicar lo que pasa por el alma que a este dichoso estado llega, todas palabras y tiempo faltaría, y se quedaría lo más por declarar; porque si el alma atina a dar en “la paz de Dios, que sobrepuja todo sentido” (Phil. 4,71), quedará todo sentido corto y mudo para haberla de declarar. Síguese el verso

Por las amenas liras
y canto de serenas, os conjuro.

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