por Sebastián Feijoo
El dibujante lanza Canciones
dibujadas, un disco de composiciones propias que incluye invitados de lujo
como Ricardo Mollo, Miss Bolivia y Lisandro Aristimuño. En marzo editará Diario de un hijo, una autobiografía
ilustrada que revisa la relación con su padre, Caloi.
El humor gráfico es uno de esos oficios que, en la
mano correcta, pueden articular como muy pocos lo cotidiano y reflexiones
trascendentes. Su circulación en diarios y hoy también en redes sociales
potencian una llegada masiva y casi instantánea que favorecen un vínculo muy
especial entre los creadores y su público. Al mismo tiempo, su correlación con
la realidad cotidiana no es vinculante y, talento y compromiso mediante, el
humor y los cuestionamientos existenciales y/o sociales pueden fluir con gran
efectividad. Ese es el camino que eligió Juan Matías Loiseau, más conocido como
Tute, y desde el que construyó una obra reconocible y reconocida que lleva casi
20 años en la contratapa de La Nación, publicaciones en España,
México, Estados Unidos y Francia, libros de poesía, incursiones en el cine y en
la música. La inquietud natural de Tute –que logró trascender hace rato la
fascinación y las demandas que impone el cartel de ser hijo de Caloi– le
permitió crear un universo propio que cuestiona las nociones más trajinadas del
amor, el psicoanálisis, Dios y bastante más. Muchas veces en un solo cuadro –o
en una sola baldosa, como le gusta definirlo–, casi como una expresión
filosófica instantánea.
Mientras su libro Humor al diván sigue
ocupando un lugar de privilegio en las librerías y prepara una autobiografía
que dará mucho que hablar, Tute se dio el tiempo –y el gusto– de darle forma y
vida a Canciones dibujadas, un disco y proyecto audiovisual que
reúne diez composiciones propias interpretadas por músicos reconocidos como
Ricardo Mollo, Kevin Johansen, Miss Bolivia, Charo Bogarín, Lisandro Aristimuño
y Manuel Moretti (Estelares), entre otros. El disco estará completo en las
redes el 13 de diciembre y tendrá una versión en vinilo con ilustraciones del
propio Tute y de colegas como Lucas Nine,Max Aguirre, Aldana Loiseau y Luis
Scafati.
Con Hernán Lucero hiciste el
disco Tangos nuevos, pero este proyecto es todavía más ambicioso.
¿Cómo es tu relación con la música?
Me apasiona desde que era un niño. Escuchaba y
escucho música todo el tiempo. Ahora toco la guitarra, aunque sería más exacto
decir que la rasco. Quizás algún día me anime a cantar. Hasta ahora no lo
logré, pero sí me animé a hacer canciones. En aquel disco con Hernán él se
encargó de la voz y la música, y yo hice las letras. Para mí fue una aventura
increíble. Quedé muy entusiasmado y estimulado, y empezaron a salirme melodías.
Les fui poniendo letras y las armé como canciones. Pero como no podía cantarlas
me di el gusto de llamar a algunos amigos.
Unos amigos que recién empiezan.
Más o menos (risas). La verdad es que estoy
muy feliz. Se demoró la salida y la presentación del disco, pero ya estamos. Y
la participación de tanta gente tan talentosa y querida lo hace todavía más
especial. Que en tu disco canten Ricardo Mollo, Charo Bogarín, Lisandro
Aristimuño y Manu Moretti, entre tantos otros, es un gran gusto. También estoy
muy contento por la participación de mi hermano Tomy. Le dediqué un tema a mi
viejo, otro a mi hija mayor, convoqué a otros dibujantes... No me puedo quejar.
Disfruté todo el proceso, compartí grandes momentos y creo que los resultados
son muy válidos.
De hijo a padre
Las relaciones
padre-hijo suelen ser determinantes. En presencia o ausencia, para bien o para
mal. Pero ese vínculo puede hacerse todavía más profundo y complejo cuando ese
padre e hijo comparten profesión y la desarrollan ante la mirada pública. Como
artista, Tute parece haber sobrellevado con gran madurez la luz de Caloi que
bien pudo transformarse en una sombra de comparaciones y presiones. De esa
relación, artística, pero sobre todo de la personal, se trata el próximo
proyecto de Tute, quizás el más audaz y movilizante de su carrera.
El 1 de marzo va a salir un libro que me apasiona.
Por múltiples motivos, el más importante que hice. Uno de ellos es que
representó un gran desafío desde el punto de vista gráfico porque me dibujo a
mí mismo, a mi viejo y a mi familia y con diferentes técnicas. Es una
autobiografía. Se va a llamar Diario de un hijo y transcurre
desde mi nacimiento hasta la muerte de mi viejo. Es nuestra relación contada
desde mis dibujos y textos. Mi viejo murió en 2012 y en 2013 decidí hacer este
libro. Fue un laburo arduo y con muchos cambios. Siempre me gustaron las
autobiografías como género. Pero para leer. Me generaba y me genera admiración
esa gente capaz de ponerse tan al frente. Pero jamás pensé en contar mi vida.
Imaginarlo me daba un vértigo increíble. Pero también tuve las ganas y la
necesidad emocional de hacerlo. Así que me sobrepuse a los desafíos personales
y técnicos, y ya falta muy poquito para que Diario de un hijo sea
una realidad.
¿En lo profesional tuviste que superar
algún tipo de conflicto entre la natural influencia de tu viejo y la necesidad
de despegarte?
Al principio hubo un acercamiento estilístico
premeditado y anhelado. Pero después, como es lógico, sentí la necesidad de
despegar mi propio camino, encontrar mi voz. Ahí sí la influencia se hizo
pesada porque no sabía cómo sacármela de encima. Un día mi vieja no distinguió
entre un dibujo mío y uno de mi viejo: ahí me di cuenta de que no lo podía
seguir negando y tuve que ponerme a laburar de otra forma. Su obra estaba
madura y la mía empezando. Fue un camino largo. De maduración, de ir
encontrando mi propia identidad, mi propio deseo, mis propios fantasmas.
También estaba la cuestión estilística del dibujo. Él era muy sabio y de la
misma forma que me permitió acercarme, cuando lo necesité, me dejó tomar
distancia. Creo que me alejé y me alejé mucho. A veces digo que soy hijo de
Caloi y mucho no lo saben. Antes no había forma de no darse cuenta. Hace rato
encontré mi manera de dibujar y de expresarme, y es muy distinta a la de mi
viejo.
Uno de los temas recurrentes en tu
obra es el amor en las relaciones de pareja.
Sí, es uno de los grandes temas de la vida. Quizás
el amor romántico es un gran enemigo del verdadero amor. Es muy seductor y la
base de buena parte del arte y de muchos momentos de nuestras vidas. Pero al
mismo tiempo nos aleja mucho de la verdadera comprensión del amor real. El amor
real es construcción, con faltas, con lo que nunca va a estar: nadie es una
media naranja de nadie. Es difícil de entender, pero mucho más de asumir.
Estamos convencidos culturalmente de que el amor es una cosa que
presumiblemente no es. Al mismo tiempo, es apasionante vivir el amor con sus
dificultades, pero con un gran compromiso.
Publicás hace casi 20 años en La
Nación. ¿En algún momento tuviste algún tipo de conflicto de intereses?
Desde lo ideológico, hay una gran diferencia entre
mis ideas políticas y la línea editorial del diario. Pero aprendimos a convivir
bien. Tengo que decir que nunca tuve problemas. Yo entiendo cuáles son los
límites y juego dentro de ese ámbito. A veces quizás juego a cruzar la raya y
me parece sano. Se da una cosa doblemente interesante: porque laburar es
entender los límites y a la vez jugar con ellos. Como artista eso te obliga a
aguzar la inteligencia y manejar mejor la sutileza. Y eso también es muy
interesante. «
El psicoanálisis y la poesía
"Tengo mucha experiencia en terapia", confiesa Tute con una
sonrisa cómplice. Su último libro se llama Humor al diván y
concentra viñetas sobre una de sus máximas obsesiones: el psicoanálisis.
"Conozco muy bien el mecanismo de un análisis psicoanalítico, me interesa
y me seduce –revela–. Me parece que es un gran material para el arte en general
y el humor en particular".
Hay algo entre poético y grotesco en
la imagen de una persona acostada mirando a la pared mientras le cuenta sus
problemas a un desconocido.
(Risas) Absolutamente. Para mí el buen
psicoanalista es un buen artista. El psicoanálisis no es una ciencia exacta, no
hay un libro que contenga todas las respuestas para cada momento y cada
circunstancia. Toda sesión es un lienzo en blanco. Me parece una técnica
artística de mucho vuelo. Incluso tiene mucho de poética, de juego de palabras,
de tejer y develar sentidos. Y todo eso con intervenciones muy breves, casi
lacónicas.
Tu humor tiene mucho de lacónico y de
observación.
Sí. El laburo del humor gráfico se apoya mucho en
eso. No es algo consciente. Uno no sale a la calle para ver o escuchar cosas y
después dibujar con eso. Es algo más instintivo de lo te vas nutriendo sin
darte cuenta. Y después hay que encontrar la forma de expresarse en forma
precisa y acotada. Sin síntesis se pierde toda posibilidad de eficacia.
El presente del humor gráfico
Tute creció al lado
de Caloi y compartió día a día y codo a codo esa pasión por dibujar, observar y
hacer reír. Esa influencia es innegable, pero dista de ser la única.
"Quino y (Roberto) Fontanarrosa me abrieron la cabeza a un aluvión de
ideas y posibilidades que ignoraba. Los cuadritos de Fontanarrosa y las páginas
de Quino eran el mejor antídoto contra todo. Hubo muchos más, claro. Pero ellos
y mi viejo fueron los que más me movilizaron", destaca Tute.
Cada vez hay menos diarios y menos espacio para el humor gráfico. ¿Cómo ves
este momento del oficio?
El momento del país es ineludible, claro. Y también
el achique de los medios periodísticos a nivel mundial. Pero Internet y las
redes sociales democratizaron un poco el tema. Antes si no pasabas por un medio
gráfico era inimaginable que te publicaron un libro. Afortunadamente hoy eso
sucede y no deja de ser una buena noticia.
(Tiempo / 9-12-2018)
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