Uno está considerado uno de los grandes maestros de
la escena europea, el otro representa el futuro del teatro del este. Ambos
creadores llevan una década colaborando y cierran el Festival de Otoño con dos
comprometidas apuestas
Krystian Lupa tiene 75 años,
nacionalidad polaca y está considerado uno de los tótems del teatro europeo.
Lukasz Twarkowski tiene 35, el mismo pasaporte y parte de la crítica le ve como
el futuro del teatro del Este. Ambos llevan casi una década colaborando y en
permanente intercambio de ideas. Twarkowski fue asistente de Lupa en varios de
sus montajes y asegura que trabajar con él ha cambiado su forma de ver el mundo
y la escena. «Como dice Krysztof Warlikowski, es como el Dalai Lama del
teatro», dice con una pizca de humor. Por su parte, Lupa le
considera «un artista joven con talento y consciente de sus capacidades para
crear lenguajes. Me alegra mucho el brillante desarrollo de su trayectoria
artística».
De alguna forma, ambos creadores
representan el ayer y el mañana de la escena polaca, una tierra con gran tradición en el teatro de vanguardia gracias a
nombres legendarios como el de Tadeusz Kantor o de instituciones como el
influyente Instituto Grotowski. El Festival de Otoño de Madrid
ha escogido a ambos para clausurar su 36 edición. Lupa mostrará en el Teatro de
la Abadía (del 29 de noviembre al 16 de diciembre) la versión en castellano
de Ante la jubilación, una pieza de su querido Thomas Bernhard, que ya estrenó en catalán para el
festival Temporada Alta. Por su parte, Twarkowski debuta en la capital con
Lokis (Teatros del Canal, sábado 1 y domingo 2 de diciembre), una ambiciosa
adaptación de la novela fantástica de Prosper Mérimée producida
por el Teatro Nacional de Lituania.
Sobre su regreso a Berhard, un autor
del que ha montado pesimistas textos como Tala, Extinción o La calera, Lupa explica que es un escritor que nunca
deja de sorprender. «Su persistente y fanática pasión por desenmascarar nuestra hipocresía cultural revela
cada día nuevos contextos tanto en el cambio de clima social como político».
En Ante la jubilación,
protagonizada por Pep Cruz, Mercé Aránega y Marta Angelat, tres hermanos
burgueses muestran hasta que punto las raíces del nazismo se hunden en nuestra
sociedad actual, algo que llena de desazón al maestro polaco, quien se confiesa
«aterrorizado» por el auge del fascismo en Europa. «Vivo en un país donde esto
está tomando una forma monstruosa. Creía firmemente en la posibilidad de un
renacimiento democrático, un aumento de la conciencia cívica, un progreso
humanista de la generación de jóvenes. Creía en el ímpetu de la nueva
liberación. Europa del Este tuvo la oportunidad de
aprovechar este ímpetu, para no caer en el cansancio y el consumismo vacío de
las sociedades occidentales. Creía en la energía aceleradora de
la cultura. Me sentía parte de este impulso. Sin embargo, por primera vez, tuve
la oportunidad de ver con mis propios ojos lo sorprendentemente fácil y rápido
que se puede colapsar. Una increíble y devoradora velocidad de crisis social y
cultural».
Lokis, el thriller metafísico de tres
horas de duración que presenta su transgresor discípulo, también indaga en el
lado más oscuro del alma humana. En la novela homónima de Mérimée, un hombre
que se transforma en oso pierde la conciencia de sus actos y, para su
adaptación escénica, Tarkowski se ha inspirado en el fotógrafo
lituano Vitas Luckus y el cantante Bertrand Cantat. El primero saltó por la
ventana tras acuchillar a un amigo de su esposa en una fiesta; el segundo
asesinó a su mujer, la actriz Marie Trintignant, y aún hoy asegura
que no sabe cómo sucedió. «Pensé que había que buscar una bestia contemporánea
y el caso de Cantat me interesaba especialmente por la cobertura que hicieron
los medios de él. No me interesa qué pasó, el montaje no trata sobre ello, sino
de qué forma se creó el monstruo en los periódicos y la televisión».
En ese sentido, Lokis, donde el material audiovisual tiene un gran
peso, también reflexiona sobre conceptos tan actuales como la posverdad o las fake news. «Me atrae mucho el poder de la imagen.
Estamos sometidos a un bombardeo de ellas cada día. Creo que las imágenes tienen su propia vida e influyen sobre la
nuestra. No son sólo cosas mudas que vemos, nos quieren decir algo y
de alguna manera conversan con nosotros».
Al final, lo que propone Twarkowski
es un espectáculo inmersivo al que el espectador
accede no sólo a través del teatro sino también de su atmosférico uso del
sonido y de las proyecciones. "Muchas veces me preguntan por qué no hago
cine, pero yo creo que los medios audiovisuales son algo que nos permite crear
un espectáculo mucho más completo de artes perfomativas. Gracias a la
conjunción del teatro y lo audiovisual podemos crear espectáculos de una total
inmersión"
En un país en el que el teatro de
vanguardia tiene tanta tradición como Polonia, tanto Twarkowski como Lupa ven
la escena como una forma de resistencia. Especialmente en esta era en la que
gobierna la extrema derecha de Kaczynski, que busca prohibir el aborto y ha
acabado con la libertad de prensa. «En los últimos años, el mapa
teatral de Polonia es un paisaje desolado", explica Lupa.
"El gobierno de manera premeditada arrasa uno por uno con los teatros,
hasta ahora, libres y comprometidos. La vanguardia artística, y sobre todo la
teatral, vista hasta ahora tanto en Polonia, como en el mundo, como una ola
ascendente, es tratada por el actual gobierno como un enemigo que debe ser
eliminado y reemplazado por una opción diferente".
Twarkowski se muestra algo más
esperanzado con la situación. «A pesar de que el gobierno actual que es de
extrema derecha y, por su puesto, no le gusta nada este tipo de teatro. Éste
consigue desarrollarse gracias a que no todo depende del nivel más alto de la
administración. Muchos teatros siguen estando gestionados por municipios y
comunidades y sigue habiendo posibilidad de hacer ese tipo
de espectáculos aunque sean la espina clavada en la carne los actuales
gobernantes".
¿Y qué ocurre con el legado de
nombres como Tadeusz Kantor o Konrad Swinarski? ¿Sigue estando vigente? Para
Lupa, la situación que ha comentado empuja a estos artistas a una época pasada.
"Hasta ahora, la herencia directa de esos reformadores estaba muy
presente, incluso con el crecimiento de la nueva generación. Ahora el teatro, para sobrevivir y no perder su importancia, debe
responder al peligroso desafío de la crisis actual. El vínculo
con el pasado parece romperse".
En ese sentido, el rompedor
Twarkowski asegura sentirse orgulloso de la tradición de su país. "Crearon
un público que ahora sostiene este tipo de apuestas de búsqueda, como me gusta
llamarlas". Pero también cree que es necesario eso tan freudiano de matar
al padre para alcanzar una mayor libertad artística. "La tradición existe
pero el teatro de vanguardia tiene que evolucionar porque, si siguiéramos
haciendo el teatro como hace 30 o 40 años, como Kantor o Grotowski, nos
quedaríamos en un museo. El teatro es un proceso vivo y la tradición de la vanguardia nos lleva a buscar formas cada vez más
radicales. Pese a nuestras raíces, hay una rebelión y una búsqueda
de formas cada vez más extremas de expresión".
(La Esfera de Papel / 26-11-2018)
(La Esfera de Papel / 26-11-2018)
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