domingo

JAMES GEORGE FRAZER - LA RAMA DORADA (12)


2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (2)

Entre algunos de los dayakos de Borneo, cuando una mujer tiene un parto laborioso, llaman a un brujo, que intenta facilitar el parto por el modo racional de manipular en el cuerpo de la parturienta y, mientras tanto, otro brujo, fuera del cuarto, se esfuerza en obtener el mismo fin por medios que nosotros consideramos totalmente irracionales. En efecto, él pretender la parturienta: con una tela enrollada al cuerpo, sujeta una piedra grande que representa al niño en la matriz y, siguiendo la instrucciones que le grita su colega desde el lugar de la escena real, mueve el supuesto bebé sobre su cuerpo imitando exactamente el movimiento del verdadero, hasta que este nace.

El mismo principio de simulación que gusta tanto a los niños ha llevado a otros pueblos al empleo de la simulación del nacimiento como una forma de adopción y aun como procedimiento de resucitar al que se supone había muerto. Si una persona simula el alumbramiento de un hijo, aunque sea un hombre barbudo, sin una sola gota de la sangre de aquella en las venas, entonces, según el criterio de la filosofía y la ley primitivas, el muchacho o el hambre es realmente su propio hijo en todos sentidos. Así, nos cuenta Diodoro que cuando Zeus persuadió a su celosa mujer Hera para que prohijase a Hércules, la diosa se metió en la cama y abrazando al corpulento héroe contra su seno, le empujó por debajo de su ropa y le dejó caer al suelo, imitando un verdadero parto; el historiador añade que en sus tiempos se practicaba por los bárbaros el mismo medio para adoptar criaturas. En nuestros días se dice que todavía se usa así entre los turcos de Bosnia y de Bulgaria. Cuando una mujer desea prohijar a un muchacho, le sacará o empujará por entre sus ropas: desde entonces será mirado siempre como su verdadero hijo y heredará todos los bienes de sus padres adoptivos. Entre los berawanos de Sarawak, cuando una mujer desea adoptar a una persona ya adulta, sea hombre o mujer, se reúne a mucha gente para celebrar una fiesta. La madre adoptiva, sentada ante el público sobre un asiento alto con faldones, permite que la persona adoptada se arrastre desde atrás y entre sus piernas. Tan pronto como aparece por delante de ellas, le golpean con los capullos perfumados de la palma de areca y le atan a la mujer. Después madre e hijo o hija adoptivos, así atados juntos, anadean hasta el fondo de la casa y vuelve otra vez a la vista de los espectadores. El lazo establecido entre los dos por esta imitación gráfica el parto es muy estrecho; una ofensa cometida contra un hijo adoptivo se reconoce como más grave que la hecha a un hijo verdadero. En la Grecia antigua, si se había supuesto erróneamente que un hombre ausente había muerto y se le habían hecho los ritos fúnebres, a su vuelta era tratado como muerto para la sociedad hasta que hubiera pasado por la ceremonia de nacer otra vez. Le hacían pasar por la entrepierna de una mujer y después le lavaban y vestían con mantillas y le entregaban a una nodriza. Hasta que no se ejecutaba con todo detalle la ceremonia, no podía relacionarse libremente con la gente. En parecidas circunstancias, en la India antigua, el hombre a quien se había supuesto fallecido tenía que pasar la primera noche de su vuelta en una tina llena de agua grasienta; mientras estaba sentado y con los brazos cruzados, cerrados los puños y sin pronunciar palabra, a semejanza de una criatura en la matriz, se ejecutaban sobre él todos los sacramentos que se acostumbraba hacer sobre una mujer preñada. A la mañana siguiente salía de la tina y pasaba una vez más por todos los sacramentos que tuvo en su juventud y especialmente le casaban con una mujer o le volvían a casar con su propia esposa con la debida solemnidad.

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