domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (35) - JOSEPH CAMPBELL


5 / EL VIENTRE DE LA BALLENA (2)


“Ninguna creatura -escribe Ananda K. Coomaraswamy- puede alcanzar un más alto grado de naturaleza sin dejar de existir.” (59) Por supuesto que el cuerpo físico del héroe puede ser en realidad asesinado, desmembrado y esparcido por la tierra o el mar, como en el mito egipcio del salvador Osiris, que fue tirado al Nilo dentro de un sarcófago por su hermano Set; (60) cuando regresó de entre los muertos su hermano lo asesinó de nuevo, partió su cuerpo en catorce pedazos y los esparció por la tierra. Los Héroes Gemelos de los Navajos tuvieron que pasar no sólo por entre las rocas que chocaban, sino por las púas que atraviesan al viajero, por los cactos que lo hacen pedazos y las arenas ardientes que lo sofocan. El héroe cuya liga con el ego está ya aniquilada, cruza de un lado y de otro los horizontes del mundo, pasa por delante del dragón tan libremente como un rey por todas las habitaciones de su casa. Y allí nace el poder de salvar, porque el haber pasado y el haber retornado de muestra que, a través de todos los antagonismos fenoménicos, lo Increado-Imperecedero permanece y no hay nada que temer.

Y así es como en todo el mundo los hombres cuya función ha sido hacer visible en la Tierra el misterio fructificador de la vida, simbolizado en la muerte del dragón, han llevado a cabo en sus propios cuerpos el gran acto simbólico, diseminando su carne, como el cuerpo de Osiris, para la renovación del mundo. En Frigia, por ejemplo, en honor del salvador Attis, crucificado y resucitado, se corta un pino el día veintidós de marzo, y se lleva al santuario de la diosa-madre, Cibeles. Allí es envuelto en tiras de lana como un cuerpo y adornado con coronas de violetas. La efigie de un joven era amarrada al tronco. Al día siguiente tenían lugar un lamento ceremonial y toque de trompetas. El veinticuatro de marzo se conocía como el Día de la Sangre: el gran sacerdote sacaba sangre de sus brazos que presentaba como ofrenda; el sacerdotado inferior danzaba a su alrededor una danza religiosa, bajo el sonido de tambores, cuernos, flautas y címbalos, hasta que en un rapto de éxtasis, desgarraban sus cuerpos con cuchillos para salpicar el altar y el árbol con su sangre, y los novicios, en imitación del dios cuya muerte y resurrección estaban celebrando, se castraban a sí mismos y se desmayaban. (51)

Con el mismo espíritu, el rey de las provincias indias del sur de Quilacare, al completar el duodécimo año de su reinado, en un día de solemne festival, construía un tablado de madera y lo cubría con colgaduras de seda. Después de haberse bañado ritualmente en un tanque, con grandes ceremoniales y al sonido de la música, venía al templo, en donde adoraba a la divinidad. Después subía al tablado y, ante el pueblo, tomaba unos cuchillos afilados y empezaba a cortarse la nariz, las orejas, los labios y todos sus miembros y la mayor cantidad de carne que podía. Todo lo tiraba a su alrededor, hasta que había perdido tanta sangre que empezaba a desmayarse y finalmente se cortaba la garganta. (62)


Notas

(59) Ananda K. Coomaraswamy, “Akimcanna: Self-Naughthing” (New Indian Antiquary, vol. III, Bombay, 1940), p. 6, nota 14, donde cita y discute a Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, I, 63, 3.
(60) El sarcófago o ataúd es alternativa del vientre de la ballena. Compárese con Moisés entre los juncos.
(61) Sir James G. Frazer, La rama dorada, (Fondo de Cultura Económica, México, 1956), p. 404.
(62) Duarte Barbosa, A description of the Coasts of East Africa and Malabar in the Begirming of the Sixteenth Century (Hakluyt Society, Londres, 1866), p. 172; citado por Frazer, op. cit., p. 323.
Este es el sacrificio que rehusó el rey Minos cuando retuvo el toro de Poseidón. Como ha demostrado Frazer, el regicida ritual tiene una tradición general en el mundo antiguo. “En la India meridional -dice- el rey gobernaba y terminaba su vida con la revolución del planeta Júpiter alrededor del Sol. En Grecia, por otra parte, el destino del rey parece quedar suspendido de la balanza al cabo de cada ocho años”… “Sin ser demasiado aventurado, podemos conjeturar que el tributo de las siete doncellas que los atenienses tenían obligación de enviar a Minos cada ocho años, tenía alguna relación con la renovación de los poderes reales para otro ciclo óctuplo” (ibid.. p. 329). El sacrifico del toro exigido a Minos, entrababa que él mismo había de sacrificarse, según el modelo de la tradición heredada, al terminar el ciclo de ocho años. Pero parece que él ofreció, en su lugar, el sustituto de los jóvenes y las doncellas atenienses. Ello tal vez explica cómo el divino Minos se convirtió en el monstruo Minotauro, el rey autoaniquilado, en el tirano Garra, y el estado hierático, en el cual cada hombre cumple su papel, en el imperio comerciante, en el cual cada uno marcha por su cuenta. Tales prácticas de sustitución parecen haberse convencido en generales a través de todo el mundo antiguo hasta el fin del gran período de los primeros estados hieráticos, durante los milenios tercero y segundo a C.

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