domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (68) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 27

Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos de el Amado.
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DECLARACIÓN (1)
.
1 / Habiendo ya el alma puesto diligencia en que las raposas se cazasen y el cierzo se fuese, que eran estorbos e inconvenientes que impedían el acabado deleite de el estado de el matrimonio espiritual; y también habiendo invocado y alcanzado el aire de el Espíritu Santo (como en las dos precedentes canciones ha hecho), el cual es propia disposición e instrumento para la perfección de el tal estado, resta ahora tratar de él en esta canción, en la cual habla el Esposo llamando ya esposa a la alma. Y dice dos cosas: la una es decir cómo ya, después de haber salido victoriosa, ha llegado a este estado deleitoso de el matrimonio espiritual, que él y ella tanto habían deseado; y la segunda es contar las propiedades de el dicho estado, de las cuales el alma goza ya en él, como son reposar a su sabor y tener el cuello reclinado sobre los dulces brazos de el Amado, según ahora iremos declarando.

Entrado se ha la esposa.

2 / Para declarar el orden de estas canciones más abiertamente y dar a entender el que ordinariamente lleva el alma hasta venir a este estado de matrimonio espiritual, que es el más alto de que ahora (con ayuda de Dios) habemos de hablar, al cual ha venido ya el alma, es de notar que primero se ejercitó en los trabajos y amarguras de la mortificación y en la meditación, que al principio dijo el alma desde la primera canción hasta aquella que dice: “Mil gracias derramando”, y después pasó por las penas y estrechos de amor que en el suceso de las canciones ha ido contando, hasta que dice: “Apártalos, Amado.” Y allende de esto, después cuenta haber recibido grandes comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido perficionando y enterando en el amor de Él; tanto, que, pasando de todas las cosas y de sí misma, se entregó a Él por amor de unión en desposorio espiritual, en que, como ya desposada, ha recibido de le Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción donde se hizo este divino desposorio, que dice: “Apártalos, Amado” (en que se hizo el desposorio) espiritual (de cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí), donde el Esposo hace mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en esta, hasta esta de ahora, que comienza: “Entrado se ha la esposa”, donde restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo; el cual es mucho más que el desposorio, porque es una transformación en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra como consumada unión de amor, cual se puede en esta vida en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en cuanto se puede en esta vida. Y así, pienso que este estado nunca es sin confirmación en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes confirmándose aquí la de Dios en el alma; y así es el más alto estado que en esta vida se puede llegar. Porque, así como en la consumación de el matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gen. 2,24), así también, consumado este espiritual matrimonio entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor de Dios; bien así como cuando la luz de la estrella o de la candela se junta y une con el sol, ya el que luce no es la estrella ni la candela, sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces. Y de este estado habla en el presente verso el Esposo, diciendo: “Entrado se ha la esposa”, es a saber, de todo lo temporal y de todo lo natural y de todas las afecciones y modos y maneras espirituales, dejadas aparte y olvidadas todas las tentaciones, turbaciones, penas, solicitud, y cuidados, transformada en este alto abrazo. Por lo cual se sigue el verso siguiente, es a saber:

en el ameno huerto deseado.

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