domingo

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN (30)


EL ARTE REVOLUCIONARIO, ARTE DE MASAS Y FORMA ESPECÍFICA DE LA LUCHA DE CLASES

1. En el actual período social de la historia, por la agudeza, la violencia y la profundidad que ofrece la lucha de clases, el espíritu revolucionario congénito del artista no puede eludir, como esencia temática de sus creaciones, los problemas sociales, políticos y económicos. Estos problemas se plantean hoy con amplitud y exasperación tales en el mundo entero, que penetran e invaden en forma irresistible, la vida y la conciencia del más solitario de los eremitas. La sensibilidad del artista, sensible por excelencia y por propia definición, no puede sustraerse a ellos. No está en nuestras manos dejar de tomar parte en el conflicto, de uno u otro lado de los combatientes. Decir, pues, arte y, más aun, arte revolucionario, equivale a decir arte clasista, arte de lucha de clases. Artista revolucionario en arte, implica artista revolucionario en política.

2. ¿De qué lado se halla hoy el frente revolucionario en la lucha de clases? ¿En qué clase social están encarnados el movimiento, la idea y la fuerza revolucionaria de la historia? Supongo que nadie osará suponerlos encarnados en el frente capitalista, en la clase burguesa. La revolución social está fecundándose con la sangre y las batallas de la clase proletaria, y el frente que en la lucha de clases lo encarna, no es otro que el frente bolchevique, vanguardia de las masas trabajadoras. El puesto del combate del artista revolucionario está, por consiguiente, en las filas proletarias, en los rangos bolcheviques, entre las masas laboriosas.

3. Siendo el arte revolucionario, forma específica de la lucha de clases y arte de masas, ¿cuáles deben ser el punto de partida, la forma, el contenido y los fines sociales de la obra de arte?

a) El punto de partida de la obra de arte revolucionaria deben coinstituirlo las posiciones estratégicas y tácticas que, en el decurso de la lucha de clases, tome según los trances y virajes que impongan las circunstancias de cada momento, la clase proletaria mundial. O en otros términos: la obra de arte ha de situarse siempre en la más reciente peripecia de la lucha y debe partir de las necesidades e intereses del día de esta lucha. De aquí que el artista o escritor debe seguir íntimamente y de cerca las directivas y consignas del Partido Comunista y estar al tanto, hora por hora, de los acontecimientos.

b) La forma del arte revolucionario debe ser lo más directa, simple y descarnada posible. Un realismo implacable. Elaboración mínima. La emoción ha de buscarse por el camino más corto y a quema-ropa. Arte de primer plano. Fobia a la media tinta y al matiz. Todo crudo, -ángulos y no curvas, pero pesado, bárbaro, brutal, como en las trincheras.

c) El contenido de la obra de arte debe ser un contenido de masas. La sorda aspiración, la turbulencia, el frenesí solidario, las flaquezas y los ímpetus, las luces y las sombras de la conciencia clasista, el vaivén de los individuos dentro de las multitudes, los potenciales frustrados y los heroísmos, los triunfos y las vigilias, los pasos y las caídas, las experiencias y las enseñanzas de cada jornada, en fin, todas las formas, lagunas, faltas, aciertos y vicios de las masas en sus luchas revolucionarias. Al efecto, es necesario crear y desenvolver una vasta red de organismos y contactos de arte revolucionarios entre los rangos proletarios, como son, entre otros, los corresponsales de fábricas, corresponsales campesinos, el control obrero en las secciones nacionales de la U.I.R.E., en los órganos de prensa y en las editoriales revolucionarias; los círculos obreros y campesinos de lecturas, las “Camisas azules” teatrales, la crítica de masas, los clubs obreros, las exposiciones del pequeño artesanado campesino y proletario, las academias ambulantes, las brigadas de artistas y escritores en las organizaciones de los trabajadores, en las trincheras de las guerras civiles, etc. etc.

d) Los fines concretos e inmediatos del arte revolucionario varían, según las necesidades cambiantes del momento. No hay que olvidar que el público de este arte es múltiple: la masa aun no radicalizada y que forma en las filas del fascismo o del anarco-sindicalismo y hasta de los partidos de izquierda burgueses; la masa sin conciencia clasista, la masa ya radicalizada y bolchevique y, por último, la pequeña burguesía y la propia alta burguesía. Una táctica fina, hábil, aguda y dúctil hay que observar en este terreno, ya que el objetivo práctico de la obra artística o literaria depende de los medios que se empleen para cada público y según las necesidades del instante. Tratándose, por ejemplo, de la burguesía en general, el fin revolucionario se realiza atacando a muerte o persuadiendo. “Los compañeros de ruta” -de que habla Romain Rolland- no se pueden suscitar ni atraer en un terreno de franca cordialidad. Ya sabemos los grandes servicios que estos artistas e intelectuales liberales o simpatizantes de la causa proletaria, aportan al movimiento revolucionario, cuando, como en muchos casos, no acaban radicalizándose y hasta proletarizándose. Sabemos, por último, que la mayoría de los miembros de la “Unión Internacional de Escritores Revolucionarios” la integran actualmente “les compagnons de route”.

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