CARTAS
SOBRE EL LENGUAJE
PRIMERA
CARTA (4)
París,
15 de noviembre de 1931
A
M. B. C.
En una palabra, el teatro
debe transformarse en una especie de mostración experimental de la identidad
profunda de lo concreto y de lo abstracto.
Pues al lado de la
cultura de las palabras está la cultura de los gestos. Hay otros lenguajes en
el mundo además de nuestro lenguaje occidental que ha optado por la precisión,
por la sequedad de las ideas, y que las presenta inertes e incapaces de
despertar a su paso todo un sistema de analogías naturales, como las lenguas de
Oriente.
Es justo que el teatro
continúe siendo el más eficaz y activo acto de pasaje de esas inmensas perturbaciones
analógicas donde las ideas son tomadas al vuelo, en un punto cualquiera de su
transmutación en lo abstracto.
Ningún teatro completo
puede ignorar esas transformaciones cartilaginosas de ideas, que a los
sentimientos conocidos y acabados agregan la expresión de estados espirituales
propios del dominio de la semiconciencia, siempre expresados más adecuadamente
por la sugestión de los gestos que por las determinaciones precisas y
localizadas de las palabras.
Y la más alta idea
posible del teatro parece ser, en síntesis, la que nos reconcilia
filosóficamente con el devenir, la que nos sugiere, a través de toda suerte de
situaciones objetivas, la noción furtiva del pasaje y de la transmutación de
las ideas en las cosas, mucho más que la formación y caída de los sentimientos
en palabras.
Parece también, y de una
voluntad semejante ha surgido el teatro, que sólo deba hacerse intervenir al
hombre y sus apetitos en tanto se enfrente magnéticamente con su destino. No
para someterse a él, sino para medirse con él.
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