domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (70) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 27

Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos de el Amado.
.
DECLARACIÓN (3)

5 / El cuello (como arriba queda dicho) denota la fortaleza (porque mediante la fortaleza que ya aquí el alma tiene se hace esta unión, que no se puede recibir en estrecho abrazo, sino por alma fuerte, y porque en esta fortaleza) es con la que el alma trabaja y obra las virtudes y vence los vicios. Y así, es justo que el alma repose y descanse en aquello que trabajó, y recline su cuello.

sobre los dulce brazos de el Amado.

6 / Reclinar el cuello en los brazos de Dios es tener ya unida su fortaleza, o, por mejor decir, su flaqueza, en la fortaleza de Dios; porque los brazos de Dios significan la fortaleza de Dios, en que reclinada y transformada nuestra flaqueza tiene ya fortaleza de el mismo Dios. De donde muy cómodamente se denota este estado de el matrimonio espiritual por esta reclinación de el cuello en “los dulces brazos de el Amado”, porque ya Dios es la fortaleza y dulzura de el alma, en que está guarecida y amparada de todos los males y saboreada en todos los bienes. Por tanto, la esposa en los Cantares, deseando este estado, dijo al Esposo: “Quis det te mihi fratreum meum surgentem uvera matris meae, et inveniam te solum foris, et deosculer te, et jam me nemo despiciat!” (8,1); como si dijera: “¡Quién te me diese, hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de manera que te hallase yo solo afuera y te besase, y ya no me despreciase nadie!” En llamarle “hermano”, da a entender la igualdad que hay en el desposorio de amor entre los dos antes de llegar a este estado. En lo que dice “que mamases los pechos de mi madre” quiere decir que enjugases y apagases en mí los apetitos y pasiones, que son los pechos y leche de la madre Eva con nuestra carne, los cuales son impedimento para este estado; y así, esto  hecho, “te hallase yo solo afuera”; esto es, fuera yo de todas las cosas y de mí misma en soledad y desnudez de espíritu -lo cual viene a ser enjugados los apetitos ya dichos- “y allí te besase sola a ti solo”, es a saber, se uniese mi naturaleza, ya sola y desnuda de toda impureza temporal, natural y espiritual contigo solo, con su sola naturaleza, sin otro algún medio. Lo cual solo es en el matrimonio espiritual, que es el beso de el alma a Dios, donde no la desprecia ni se le atreve ninguno, porque en este estado, ni demonio, ni carne, ni mundo, ni apetitos molestan. Porque aquí se cumple lo que también se dice en los Cánticos: “Jame nim hiems transiit, imber abiit et recessit, flores apparuerunt”, etc.; que quiere decir: “Ya pasó el invierno, y se fue la lluvia, y parecieron las flores en nuestra tierra” (2,11).

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