por Gema Lendoiro
Pablo D’Ors es un
cura católico que nos habla de la necesidad de aprender a escucharnos a
nosotros mismo, aislarnos del ruido y atrevernos a mirar las sombras que nos
rodean. Es nieto del pensador y ensayista Eugenio D'Ors y autor del libro Biografía del silencio.
El silencio nos vuelca hacia el interior
¿Qué nos pasa que estamos tan ansiosos
y tristes?
Las enfermedades del
ser humano son hoy, en mi opinión, tres: la culpa frente al pasado, el miedo
frente al futuro y el apego ante el presente. La razón o causa de las tres es
la misma: vivimos demasiado hacia fuera y
poco hacia dentro.
Y parece más difícil lejos de la
naturaleza…
Todos los que vivimos
en las grandes ciudades, aunque en distinta medida, somos víctimas de este
triple cáncer. La única salida es, a mi parecer, fomentar una cultura de la interioridad, lo que no
parece una prioridad en nuestras instituciones. Hemos de aprender a vivir en el
presente desde el ser, venciendo esas tentaciones permanentes que son el poder,
el tener y el parecer. Para ello la vía del silencio es claramente
el camino.
¿Tanto necesitamos el silencio?
Tanto, al menos, como
la palabra, probablemente más. La respiración es un ritmo biológico doble:
inspirar y espirar. Vivimos solo espirando, dando solo vertidos hacia fuera;
pero también necesitamos inspirar, acoger, callar para
recibir lo que se nos ofrece.
Dice el Dalai Lama que si todos los
niños del mundo meditaran, erradicaríamos la violencia en dos generaciones…
No sé si en dos.
Quizá en tres, que es un número más bonito. Yo lo veo sencillo, sí. Meditar es
sencillo, lo difícil es querer meditar. En
realidad, todo está al alcance de la mano. Es solo que no nos damos cuenta…
¿El ego y la soberbia son los males del
hombre contemporáneo?
El hombre
contemporáneo… Sabemos muy poco de él, sabemos muy poco de nosotros mismos.
Hemos de reconciliarnos con nuestro no saber, vivir serena y alegremente
nuestra ignorancia; es a eso a lo que conduce la meditación.
¿Por qué es tan difícil permanecer en
silencio más de media hora?
Porque no nos gustamos. Porque no somos solo verdad, belleza y
bien, como nos gustaría, sino también codicia, ambición y vanidad. El silencio
nos devuelve a nuestra patria y nos asusta darnos cuenta de que hemos vivido
toda la vida como extranjeros. Por otra parte, tampoco es imprescindible estar
en silencio más de media hora al día. Con ese tiempo es suficiente para que la
estructura de nuestra vieja personalidad se agriete y
empiece a nacer una nueva.
¿Algún consejo para conseguirlo?
No se trata de ser un
experto o un virtuoso, basta con ser un aficionado al silencio.
Debemos erradicar el mito de la mente en blanco. El ideal no es el control
absoluto de la mente, sino la absoluta aceptación de lo que la mente es, lo que
es algo distinto. No se trata de alcanzar la perfección formal, sino la pureza
de corazón. No amamos lo perfecto, sino lo auténtico. La vida no es perfecta y
la meditación tampoco, basta que estemos vivos y
despiertos. El principal “beneficio” de la meditación es que podemos acercarnos a quienes realmente somos.
Dice usted que viene una edad de
misticismo…
Creo que el mundo
futuro será místico, más volcado hacia el interior,
o no será. Entreno mi confianza todos los días y, sin cerrarme al horror del
mundo, veo mucho más bien que mal, más cosas hermosas que
feas, más personas buenas que malas, muchos más motivos para la esperanza que
para la desesperación. Entiendo que muchos considerarán que esta visión es
pueril, pero yo siento realmente que la pueril es la suya.
(MENTESANA / 27-7-2017)

























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