CREACIÓN HUMORÍSTICA (10)
De la manera más diversa nos
ha hecho reír Mozart a lo largo de este capítulo, ya sea que, como Papageno,
manifiesta su alegría por las cosas más prosaicas de la vida; ya porque pone en
aprietos al otro extremo, la espiritualidad pura, por medio del uso festivo de
las formas razonables del pensamiento. Las dos veces se escapa del poder de las
convenciones y de las tradiciones sin que por ello desprecie las armas de la
sociedad “ilustracionista”. Tal como utiliza en sus comedias muy a menudo
antiguas tradiciones de la ópera sería sólo para parodiarlas, como en el aria
de Dorabella en Cosi fan tutte: “Smanie
implacabili…”, así juega en sus cartas con el tesoro idiomático heredado.
Cuando, en cambio,
ironiza sobre las debilidades humanas, falta de naturalidad, estiramiento,
exageración, lo hace en el tono peculiar del humorista; no nos invita a
despreciar o condenar, por el contrario, el espíritu superior de Mozart acepta
con una sonrisa y sin desesperarse las limitaciones humanas. Se alegra por la
vida misma y también por sus dudas, muy especialmente cuando esas dudas son
vencidas y expuestas por la propia naturaleza. Juzga alegremente la
imperfección, pues él mismo participa de todo corazón de la vida en todos sus
aspectos. Si bien en él, el espíritu tiene primacía, no se separa del origen de
la naturaleza para destruir lo que no es puro espíritu. Indisolublemente atan
también a Mozart las cadenas de los sentidos a lo finito.
También se permite en sus
cartas, por puro gusto de su fantasía creadora, deliciosas bromas. Este impulso
juguetón se sublimó hasta lo más agudo en Cosi
fan tutte, ese juego de juegos.
Recordamos la afirmación
de Abert: “La creación artística” era su “primerísima manifestación de vida”.
También sus “destinos externos”, la existencia de Mozart fuera de su quehacer
musical, estaban determinados por “las mismas fuerzas e impulsos”. (1)
Al proponer la división
del material en tres temas no pudimos escapar del peligro de que una gran parte
de los ejemplos analizados desde un solo punto de vista no fueran agotados. Nos
contentamos con poner en evidencia aquello que parece tener mayor importancia.
Así, por ejemplo, el cuento del pastor, que incluimos por su espíritu juguetón
en el primer capítulo, tampoco hubiera desentonado en “Dramática” por el
suspenso que contiene y, con toda razón, podríamos haber incluido en el
capítulo “Creación humorística” por su comicidad, pues: “No sale nada de lo
cómico, no tiene fin, termina como el golpe en falso de un esgrimista, como un
instrumento al que de pronto le falla el tono”. (2)
Toda abstracción lógica
no le hace absoluta justicia al espíritu creador. Nos pareció bueno variar los
ejemplos por el abundante material de que disponemos. Lo primordial que surge
de todos ellos, sea simple o complejo, es una sola cosa: El espíritu autónomo
del genial Mozart, que por gusto y buen humor desperdicia sus fuerzas
espirituales.
Pero no es tan
desprovista de problemas la vida de un Mozart como para que el esfuerzo
espiritual se agote en ocupaciones “insensatas”.
Notas
(1) Abert, I, pág. 14.
(2) Vischer, Uber
das Erhabene und Komische, Stuggart, 1837, pág. 185.
No hay comentarios:
Publicar un comentario