ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (3)
EL PROCESO DE GESTACIÓN (2)
Las afirmaciones que anteceden relacionadas con la gestación de Don Juan, el Zorro ejemplifican algunos
de los rasgos de la modalidad creadora de su autor. Esto les confiere, quizás,
de por sí, interés. Pero importan también por otro motivo: de cada unas de
estas cuatro islas de escritura surgió
una forma de Don Juan, el Zorro. Y el estudio comparativo de estas cuatro formas
revela que las mismas constituyen una sucesión correlacionada en la cual cada forma supone un mayor grado de profundización
en la concepción narrativa y estética de la novela y, desde luego, grados de
realización cada vez más logrados. La primera
forma que presenta el Don Juan, el
Zorro de Espínola es la que adquiere en los 36 folios manuscritos a los que
se ha hecho referencia más arriba. Este conjunto de páginas, que el autor
estimaba como la mitad de su novela, configuran lo que podría denominarse el Don Juan, el Zorro primitivo (2). Esta primera forma se caracteriza
sustancialmente por estos tres rasgos: el contenido anecdótico está íntimamente
ligado con las narraciones populares campesinas rioplatenses protagonizadas por
el zorro, por lo cual en esta su primitiva forma la novela tiene un acentuado
sabor folklórico; los personajes, aunque humanizados, especialmente porque
tienen el don de la palabra, no pierden, sin embargo, en lo fundamental su
condición animal; el empleo del habla popular campesina rioplatense es muy
acentuado, llegando hasta la exageración en la copia de sus deformaciones
fonéticas, no sólo cuando hablan los personajes sino también, en muchos
capítulos, cuando es el propio narrador el que interviene, llegándose, incluso,
hasta escribir el título de un capítulo de esta manera: “Sueños y rialidades”. En este Don
Juan, el Zorro primitivo, el autor intentaba realizar una obra
eminentemente popular, para lo cual procuraba colocarse en la postura del
narrador de fogón, renunciando, con lúcida deliberación, a la utilización de
recursos estéticos que pudieran parecer artificiosamente cultos. La segunda forma es la que se da en la
narración de don Basualdo que aparece en las colaboraciones del suplemento
semanal de Crítica, en 1935. Esta segunda forma no difiere sustancialmente
de la primera y los tres rasgos señalados como caracterizantes de esta son válidos
para aquella, pero se debe anotar que, a pesar de que aquí es un gaucho el que
narra, la utilización del habla popular campesina no llega a los modos extremos
visibles en la primera forma, que es,
además, notoriamente inferior a esta segunda en cuanto realización
estética. En efecto: en la segunda forma es perceptible una muy
lograda acentuación del relieve de los episodios y del perfil de los
personajes, obtenidos gracias a una sabia selección de los elementos,
estéticamente válidos y representativos, utilizados para componer la narración.
La tercera forma está constituida por
los manuscritos que he mencionado al referirme a la tercera isla de escritura. Quedó allí señalado
que esos manuscritos reproducen, con una mínima variante, la narración de don
Basualdo que constituye la segunda forma.
Esta mínima variante es la siguiente: don Basualdo emplea siempre en su
narración, y coherentemente con su condición de gaucho viejo, el habla popular
rioplatense, tanto cuando narra él como cuando hace dialogar a los personajes,
mientras que los manuscritos esa habla sólo se utiliza en los diálogos de los
personajes. Es necesario subrayar, eso sí, que el lenguaje utilizado por el
narrador mantiene, por deliberado propósito del autor, un tono marcadamente
oral. Esta mínima variación acentúa, sin embargo, los valores estéticos y
narrativos que se dan esta tercera forma.
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