La nueva semilla
es fiel.
Arraiga con más fuerza en los
lugares
que están más vacíos.
A drága clodoknek.
Sokan nincsenek
mar kozottunk, de
szibunknrnmég mindig élnek.
Y
Por los deportados y emigrantes
de mi familia que han cruzado
el río, otra vez y otra vez,
en dos direcciones, con sus
sombreros y sus corazones
en sus manos.
Y
Por los catorce fieles
de Storm King Mountain,
que entregaron su vida
por amor al pueblo y al bosque.
Vivirán eternamente.
La bendición
Én
nuestra
familia tenemos
una
antigua bendición:
«Aquel
que siga despierto después de pasar
toda
la noche escuchando cuentos, sin duda se
convertirá
en la persona más sabia del mundo.»
Que
así sea
para
vosotros.
Que así
sea
para
todos nosotros.
En las páginas de
este pequeño libro se guardan varios cuentos. Al igual que las muñecas rusas,
unos encajan dentro de los otros.
Entre mi gente,
tanto la magiar como la mexicana, se conserva una antigua tradición: nos contamos
cuentos mientras llevamos a cabo nuestras tareas cotidianas. Las preguntas acerca
de la vida, en particular las que están relacionadas con el corazón y el alma,
suelen responderse mediante la narración de una historia o de una serie de
cuentos. Pensamos en nuestros parientes vivos como si se tratara de cuentos, de
ahí que nos parezca del todo lógico que, del mismo modo que un amigo invita a
otro a participar en la conversación, un determinado cuento dé lugar a otro, el
cual, a su vez, evocará un tercer cuento, a menudo un cuarto y un quinto y,
algunas veces, muchos más hasta que la respuesta a una única pregunta está
formada por toda una cadena de cuentos. (1)
Por lo tanto, y de
acuerdo con nuestras rústicas costumbres, comprenderéis que antes de dar comienzo a
esta singular historia acerca de Aquello que jamás puede morir, deba
contarles la historia de mi tío, un anciano granjero campesino que sobrevivió a
los horrores de la Segunda Guerra Mundial en Hungría. Llevó consigo la semilla
de este relato al atravesar bosques en llamas, dejando atrás el recuerdo de los
atroces días y noches en los campos de trabajos forzados. Llevó la semilla de
esta historia al cruzar el océano sumido en la oscuridad de las bodegas, camino
de América. La conservó mientras viajaba en los negros trenes que recorrían los
dorados campos de la frontera que separa Canadá de Estados Unidos. A pesar de todas
estas peripecias, y muchas otras más, conservó el espíritu del relato en un
refugio situado muy cerca de su corazón, manteniéndolo a salvo de algún modo de
las guerras que estallaban en su interior.
Antes de contarles
la historia de mi tío, sin embargo, debo narrarles lo que él me contó acerca de
«Este Hombre», el anciano granjero que conoció en su país y que intentó evitar
la destrucción de un precioso bosque de árboles jóvenes a manos de un ejército
invasor.
Pero aun antes de
hablarles de «Este Hombre», tengo que contarles cómo se crearon los cuentos, pues, si
los cuentos no hubiesen sido creados, no habría cuento alguno que contar ni
cuento acerca de los cuentos, ningún cuento acerca de mi tío, ni acerca de
«Este Hombre», ni acerca de Aquello que jamás puede morir-, por lo que las
restantes páginas de este libro permanecerían en blanco, como la luna de otoño.
En mi familia, los
ancianos conservaban una tradición que denominaban «hacer cuentos». Se trataba
de un momento del día -a menudo durante una comida rica en aromas de cebollas,
pan recién hecho y picantes morcillas de arroz- en el que los mayores animaban
a los jóvenes a tejer narraciones, poemas y otras composiciones. Los ancianos
se reían mirándose entre sí mientras comían. «Vamos a ver si habéis adquirido
algún conocimiento que merezca la pena. Venga, venga, contadnos un cuento desde
el principio. Queremos ver cómo ejercitáis el músculo de los cuentos.»
Esta historia acerca de
los cuentos fue una de las primeras que tejí siendo niña. (2)
Notas
1. En el viejo
país hay ciertos cuentos que, como los amigos, «caminan juntos» por distintos
motivos que atañen a la razón y al espíritu. En mi familia, el conocimiento de estas
combinaciones de cuentos y de los ingeniosos subtextos y estructuras que las
forman se adquiere a lo largo de varias décadas de aprendizaje, es decir,
escuchando tanto a nivel interior como exterior a los mayores, que a su vez
escucharon de este mismo modo a sus mayores que a su vez también escucharon a
los suyos... y así sucesivamente.
2. Mis primeros
cuentos surgieron en parte debido al intercambio de interminables parábolas con
mi tía Káti, una de las hermanas mayores de mi padre y también una de mis
grandes mentoras. En particular, mantenía el ritual de contar las historias
bíblicas del viejo país en determinados días sagrados, onomásticas, días
festivos y fiestas de guardar.
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