5 / EL VIENTRE DE LA BALLENA (1)
La idea de que el paso
por el umbral mágico es un tránsito a una esfera de renacimiento queda
simbolizada en la imagen mundial del vientre, el vientre de la ballena. El
héroe en vez de conquistar o conciliar la fuerza del umbral es tragado por lo
desconocido y parecería que hubiera muerto:
Mishe-Nahma,
Rey de los Peces,
En
medio de su cólera brincó
Fue
relampagueando hasta la luz del sol,
Abrió
su enorme boca y tragó
Ambos,
canoa y Hiawatha. (56)
Los esquimales del
estrecho de Behring cuentan que un día Cuervo, el héroe de los engaños, estaba
secando sus ropas en una playa, cuando observó que una ballena nadaba
pausadamente cerca de la orilla. “La próxima vez que salgas a tomar aire,
querida, abre la boca y cierra los ojos”, gritó. Entonces se deslizó
rápidamente dentro de su disfraz de cuervo, se puso su máscara de cuervo, se
puso bajo el brazo unos leños para el fuego y corrió al agua. La ballena salió e
hizo lo que le habían dicho. El cuervo atravesó las quijadas abiertas y fue a
dar derecho al gaznate de la ballena. La escandalizada ballena brincó y saltó,
pero Cuervo permaneció adentro y miró a su alrededor. (57) Los zulúes tienen
una historia de dos niños y su madre que fueron tragados por un elefante. “Cuando
la mujer llegó al estómago del animal, vio grandes bosques y ríos y muchas
tierras altas; de un lado había muchas rocas, y mucha gente que había
construido allí su aldea; también muchos perros y mucho ganado; y todo estaba
dentro del elefante.” (58)
El héroe irlandés, Finn
MacCool, fue tragado por un monstruo de forma indefinida de la especie conocida
en el mundo céltico como un peist. La
niña alemana, Caperucita Roja, fue tragada por un lobo. Maui, el favorito de la
Polinesia, fue tragado por su tatarabuela Hine-nui-te.po. Y todo el panteón
griego con la sola excepción de Zeus, fue devorado por su padre, Cronos.
El héroe griego Heracles,
habiéndose detenido en Troya cuando regresaba a su país con el cinturón de la
reina de las Amazonas, descubrió que un monstruo, enviado por Poseidón, el dios
del mar, asolaba la ciudad. La bestia salía a la playa y devoraba a la gente
que huía por la llanura. La bella Hesione, hija del rey, acababa de ser
amarrada por su padre a las rocas como un sacrificio propiciatorio, y el gran
héroe visitante aceptó rescatarla por un premio. El monstruo, a su debido
tiempo, rompió la superficie de las aguas y abrió su enorme boca. Heracles se
zambulló en su garganta, le cortó el vientre y dejó muerto al monstruo.
Este motivo popular
subraya la lección de que el paso del umbral es una forma de autoaniquilación.
Su parecido a la aventura de las Simplegades es obvio, pero aquí, en vez de ir
hacia afuera, de atravesar los confines del mundo visible, el héroe va hacia
adentro, para renacer. Su desaparición corresponde al paso de un creyente
dentro del templo, donde será vivificado por el recuerdo de quien y qué es, o
sea polvo y cenizas a menos que alance la inmortalidad. El templo interior, el
vientre de la ballena y la tierra celeste, detrás, arriba y debajo de los
confines del mundo, son una y la misma cosa. Por eso las proximidades y
entradas de los templos están flanqueadas y defendidas por gárgolas colosales:
dragones, leones, exterminadores de demonios con espadas desenvainadas, genios
resentidos, toros alados. Estos son los guardianes del umbral que apartan a los
que son incapaces de afrontar los grandes silencios del interior. Son
personificaciones preliminares del peligroso aspecto de la presencia y
corresponden a ogros mitológicos que ciñen al mundo convencional, o a las dos hileras
de dientes de la ballena. Ilustran el hecho de que el devoto en el momento de
su entrada al templo sufre una metamorfosis. Su carácter secular queda fuera,
lo abandona como las serpientes abandonan su piel. Una vez dentro, puede
decirse que muere para el tiempo y regresa al Vientre del Mundo, al Ombligo del
Mundo, al Paraíso Terrenal. El mero hecho de que alguien pueda burlar
físicamente a los guardianes del templo, no invalida su significado, porque si
el intruso es incapaz de llegar al santuario, en realidad ha permanecido
afuera. Aquel que es incapaz de entender un dios, lo ve como demonio, y es así
como se le impide que se acerque. Alegóricamente, pues, la entrada al templo y
la zambullida del héroe en la boca de la ballena son aventuras idénticas; ambas
denotan, en lenguaje pictórico, el acto que es el centro de la vida, el acto
que es la renovación de la vida.
Notas
(56) Longfellow, The
song f Hiawatha, VIII. Las aventuras atribuidas por Longfellow
al héroe iroqués Hiawatha pertenecen propiamente al héroe cultural algonquino
Manabozho. Hiawatha es un personaje histórico real del siglo XVI. Ver nota, p.
268, infra.
(57) Leo Frobenius, Das Zeitalter des Sonnengottes (Berlín, 1904), p. 85.
(58) Henry Callaway, Nursery Tales and Traditions of the Zulus (Londres, 1868), p. 331.

























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