Lola mira la lluvia.
Los rojos, marrones y amarillos del otoño aun dulcemente tibio, la
conmueven de manera infinita.
Ama la lluvia tanto como su prima Peque y está tan
concentrada en una portentosa y fantástica idea, que el
mundo plateado y gris celeste del jardín se le desdibuja en los ojos
aunque sabe que está allí, colmándola de ensalmos.
De golpe las gotas que tamborilean en las lajas del sendero
bosquejan una azulada, etérea y diminuta silueta que corre en puntas de pie
tratando de que no se le mojen sus blanquísimas enaguas de festones y su
pollera de pétalos violeta.
-¡Si se lo cuento a aquellas dos NO ME LO VAN A
CREER!- exclama saltando en la silla.
¡Pero qué pena! ¡El sobresalto la acaba de despabilar
del encanto de su sueño!
Entonces regresa a su estupenda idea. Tanto, que no oye a
su mamá llamándola a tomar la leche.
Y después:
-¿Puedo ir a buscar a Ro? Peque nos espera.
Allá va la gentil mujercita-muñeca, debajo del
paraguas muy grande y negro del papá.
Las tres charlan susurros sobre hadas, duendes y
chistidos de lechuzas en la semipenumbra del living, rodeadas de
misterios.
Lola, bajando más la voz, cuenta su visión, Peque y
Ro, por supuesto, quieren creerle.
-Miren, era tan hermosa como nunca imaginé un hada. Tenía
alas transparentes y pelos lila.
-La próxima tarde de lluvia nos vamos a tu casa a
esperarla. ¿Ta?
-Sin cachadas, Ro, sin cachadas. Aunque podríamos
intentarlo si tu mamá nos deja, Lola.
-¿Cóoooooomo no? A mamá le encanta que vengan.
Ro sonríe con picardía:
-Siempre estamos interesadas en descubrir las hadas del
monte y aquella tarde nos arriesgamos mucho en la chalana. Sería genial
que también la viéramos nosotras. ¿Qué es lo que tenías que proponernos?
-Armar un show para el cumple de Tomás, como hacen los
animadores de fiestas infantiles. Me acordé del de Mateo que estuvo maso y
nosotras podríamos hacerlo mucho mejor.
Rocío se para y aplaude bailando:
-¡¡¡Qué idea regiaaaaa!!! ¡Peque, traé lápiz y papel
para anotar todo y no olvidarnos nada!
Ella es muy ordenada y buena organizadora al revés que
Peque que no se interesa mucho en los detalles.
Y escriben:
1) Títeres. Tienen los de María y pueden hacer más. Peque y Rocío
escribieron hace un tiempo una obrita corta que servirá. Confían en las
correcciones del papá de Peque, profe del liceo.
2) Contar dos o tres cuentos. La abuela tiene varios no muy
largos y adoran escucharla.
3) ¡Gran acto final de magia, gran! Damián hace siglos que no
usa su equipo de trucos y puede prestarlo. Eso sí, deben practicar mucho
para que salgan bien.
María se entera del proyecto y comunica enojadísima:
-¡Jamás tocarán mis amados muniecos! ¡No permitiré que los
estropeen!
-¡Nunca les daré mis trucos!- bufa Damián.
-¡Y yo les voy a romper sus queridos violines para que
aprendan! ¡Malvados! ¡Ni parecen mis hermanos!
La gritería sube al cielo de los relámpagos hasta que un
trueno gigante interrumpe la discusión y se callan asustados.
Mamá entra y enciende las luces:
-¿Qué pasa, chiquilines? ¡La pelea se oye desde el fondo!
Se lo explican tan acalorados y atropelladamente furiosos que
apenas se los puede entender:
-Los padres de Lola y nosotros preparamos en el garage guirnaldas,
sorpresitas y la piñata, Peque. Tomás está en lo de Mateo para que no
se entere de la sorpresa. Por lo que escuché, ustedes también
quieren hacer algo para él y así su fiesta será inolvidable. A ver,
María y Damián, las chicas tienen las mejores intenciones. Presten sus cosas o
lleguen a un acuerdo y los dos podrían actuar con los títeres y el equipo
de magia.
Lo cierto es que llegado el día. Lola se disfraza de Bella Durmiente,
Peque luce como la maga Merlinita y Rocío quiso ser nada menos que el hada de
morenos rizos llamada Morgana. Las tres quedan preciosas.
Entonces componen un pase de comedia delicioso, que termina con
una espectacular lluvia de caramelos aparecidos de la nada. Suponen que el
comisario-detective los tiró desde arriba pero no vieron a nadie.
María se viste de antigua de titiritera y empieza la bonita
función.
Damián hace sus mágicos trucos, embozado de mago misterioso. Hubo
un nene chico que se asustó y se escondió chillando abajo de la mesa, al
ver la larga capa negra, el traje negro, el aludo sombrero y el antifaz.
Y lo más lindo del mundo: un apagón general, como suele suceder
por cosas inexplicables, los deja a oscuras en el momento de comer cosas
ricas y tomar refrescos de mil sabores, antes del reparto de las
sorpresitas y de romper la piñata.
¡GRAN DESILUSIÓN! ¡POBRECITOS!
Al principio, Tomás patalea de rabia gritando: !¡NO PUEDE SER! ¡¡¡JUSTO
EN MI CUMPLEEEEEEE!!!
Pero lo calman la maravilla de muchas llamas doradas y la casa
refulgiendo con millones de reflejos.
Son las velas que tía Juani guarda para estos casos, puestas
sobre los muebles, al lado de los espejos y en el escenario donde transcurre la
función.
Entonces, gracias a la magia de esas luces, surgen hechizos
en el aire y sortilegios escondidos.
Oscilantes sombras que bailan en las paredes animadas con
soplos de brisa.
El aguacero se hace llovizna y después que terminan los actos,
Tomás apaga las velitas y después de cantarle, repartir las sorpresitas
y romper la piñata, grandes y chicos salen al jardín a
jugar y reír y chapotear con el agua.
Seguramente, Tomás recordará para siempre su cumpleaños.
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