domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (65) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 26

Detente, cierzo muerto:
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.

DECLARACIÓN (2)

Aspira por mi huerto.

4 / Ya habemos dicho que el alma de la esposa es la viña florecida, y ahora la llama aquí también huerto, donde están plantadas las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho. Y es aquí de notar que no dice la esposa aspira “en” mi huerto, sino aspira “por” mi huerto, porque es mucha la diferencia que hay de aspirar Dios “en” a aspirar Dios “por” el alma. Porque aspirar “en” el alma es hacer Dios toque en las virtudes y perfecciones que ya le son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de si admirable flagrancia y suavidad; bien así como cuando menean las especies aromáticas, que al tiempo que se hace aquella moción derraman la abundancia de su olor, el cual antes no era tal ni se sentía en tanto grado. Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente, porque (como habemos dicho) en esta virtud están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

5 / Pero algunas veces hace Dios tales mercedes a la alma esposa, que, aspirando con su espíritu divino por este florido huerto de ella, abre todos estos cogollos de virtudes y descubre estas especies aromáticas de dones y perfecciones y riquezas de la alma; y, abriendo el tesoro y caudal interior, descubre toda la hermosura de ella. Y entonces es cosa admirable de ver y suave de sentir las riquezas de los dones que se descubren al alma y la hermosura de estas flores de virtudes, ya todas abiertas, y darle cada una de sí el olor de suavidad que le pertenece. Y esto llama correr los olores de el huerto, cuando en el verso siguiente dice:

y corran sus olores.

6 / Los cuales son en tanta abundancia algunas veces, que al alma le parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable, tanto, que no sólo ella lo siente de dentro, pero aun suele redundar tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les parece estar la tal alma como un delicioso jardín, lleno de deleites y riquezas de Dios. Y no sólo cuando estas flores están abiertas se echa de ver esto en estas santas almas, pero ordinariamente traen en sí un no sé qué de grandeza y dignidad que causa detenimiento y respecto  a los demás por el efecto sobrenatural que se difunde en el sujeto de la próxima y familiar comunicación con Dios, cual se escribe en el Éxodo de Moisés, que no podían mirar en su rostro por la gloria y honra que quedaba en su persona por haber tratado cara a cara con Dios (34,30)

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