por Susana Cella
Aunque confesó que fue al teatro una sola vez, a
ver una puesta de Shakespeare, Witold Gombrowicz cultivó la dramaturgia en
algunos momentos claves de su vida, como la salida al exilio, su regreso a la
literatura después de la guerra y la culminación de sus reflexiones acerca de
la inmadurez. Ahora el cuenco de plata
publica su Teatro completo con
traducciones directas del polaco.
Como en aquella
conferencia que pronunciara en 1947 en el Centro Fray Mocho de Buenos Aires,
“Contra la poesía”, también Witold Grombrovicz expresó su desinterés por el
teatro y admitió haber ido una sola vez a ver una obra de Shakespeare. Y sin
embargo a su obra narrativa y diarios se suma la teatral, estrechamente ligada
a aquellas tanto porque hubo alternancia de escritura de unos y otros textos
como porque en todas se evidencian sus concepciones acerca de los individuos y
la sociedad.
Las cuatro piezas
teatrales no son realistas, por el contrario, las situaciones son inverosímiles
o disparatadas, hay caricaturizaciones. ironías y cierta cualidad grotesca
sobre un trasfondo cruel y despiadado, por tanto, no se trata de comedias, no
hay finales felices ni soluciones de los conflictos, más bien constataciones
amargas de una realidad inmodificable y ecos que resuenan como clamores
desesperados o resignados.
Antes de su venida a
Argentina, escribió su primera obra dramática, Yvonne, Princesa de Borgoña, iniciada en 1933 y simultánea a la
composición de dos novelas cortas:
Philidor doublé d´enfant y Philibert
doublé d´enfant que fueron incorporadas a una de sus más famosas
narraciones, Ferdydurke, de 1935.
Yvonne... se sitúa en un ambiente cortesano. La protagonista es una dama fea,
desagradable y parca (casi no habla) cuya presencia va a trastocar lo que tanto
se afanan los monarcas en preservar: las formalidades. Cuando el príncipe,
contrariando toda esperable perspectiva de propuesta matrimonial, la elige,
parece una broma al principio pero va adquiriendo seriedad. La tensión entre
“mantener las formas”, reiterada en los parlamentos, se contrasta con momentos
en donde asoman verdades ocultas hasta el deseo de eliminar a la discordante.
El crimen se torna válido si se hace, como dice el rey: “con altivez, desde
arriba, se puede hacer de todo: cualquier estupidez, ni que sea la más
estúpida, tanto incluso que nadie se atreva a sospechar nada”. Y nada es
sospechoso, nada impide que se mantenga el orden establecido que todos van a
acatar, incluso el príncipe cuyos desafíos desataron el generalizado
conflicto.
Luego de Ferdydurke, Gombrowicz comenzó El casamiento, escrita en 1947 en polaco
y publicada en castellano al año siguiente de la aparición de la traducción
argentina de Ferdydurke. El regreso
de la guerra evidencia un antes y un después de la contienda, sin posibilidad
de reparación. El protagonista Enrique y su amigo Pepe llegan a un lugar
ruinoso, Enrique convierte a su padre en rey y le pide que le permita casarse
con su deshonrada novia María. Pero luego Enrique se proclama rey y quiere
casarse a sí mismo. La obra muestra un drama familiar donde los recuerdos sólo
son frases devaluadas y lo que se ve es la ambición de poder, la relación
filial deviene en violentos actos azuzados por intrigantes y traidores. Lo que
se desea, lo que se sueña y lo que acontece muestran un estado de cosas
inestable y caótico. El tema de la guerra, su huella en los vínculos familiares
y amorosos, en la vida en su conjunto, se encuentran tanto en esta pieza
teatral como en la novela Pornografía.
La presente edición
retomó el texto compuesto por Gombrowicz y Rússovich, en una singular
confluencia: “Yo no dominaba el polaco”, evocó Rússovich en 2010, “pero Witold
me recitaba el texto en su polaco expresivo y vibrante para lograr, al menos en
parte, una sonoridad y un ritmo similar en castellano”. Gombrowicz escribió en
su prefacio a la edición argentina: “En tanto que otros dramas pretenden
encontrar la forma más perfecta para tal o cual conflicto de ideas,
sentimientos, personajes, este se ocupa de nuestro conflicto con la Forma
misma... No sólo el héroe de este drama, sino también su autor, yo mismo,
estamos aquí sujetos a este proceso de formación continua y las terribles
amenazas de la Estupidez y de la Ridiculez, de lo Falso y lo Inauténtico no se
ciernen solo sobre la cabeza de Enrique” (el protagonista de El casamiento).
Los parlamentos en
verso se intercalan con la prosa, y en la versatilidad de los sucesos, diálogos
y monólogos se entremezclan. Olvidar lo pasado, que la novia se convirtió en
sirvienta para todo servicio, escuchar que “A millares de muchachas les sucedió
lo mismo” por la guerra, no sirve más que para incentivar burlas y peleas. Su
compañero de regreso no soporta la situación deplorable azuzada por los
bufonescos borrachos y la boda se trueca en muerte.
El siguiente texto, Opereta, utiliza el símbolo del traje
para referirse a la historia del siglo XX. Hay un marcado trascurrir del
tiempo, desde el primer acto que comienza aproximadamente en 1910, otra vez un
ambiente cortesano, en el que la importancia del atuendo hace que se destaque
Fior, maestro de la moda. El ambiente festivo del castillo, donde Charme y
Firulete rivalizan por Albertina, quien entre ensoñaciones alaba la desnudez,
cambia radicalmente en el segundo acto, con el castillo en ruinas, han pasado
las guerras y acabado con el mundo anterior. En el último acto se mezclan las
identidades, así aparecen fundidos el Príncipe Lámpara, el Párroco Mujer, la
Princesa Mesita. Se multiplican las acciones y la sucesión de exclamaciones y
preguntas de los personajes, en medio de una tempestad. Es Fior quien declara:
“Muy fácil decir: ¡introduce una nueva moda! / ¡Crea nuevos modelos! ¿Nuevos?
¿Pero cuáles? / ... La moda no puede ir contra los tiempos. / La moda es el
tiempo. ¡La moda es la historia!...”; los demás reafirman esa conclusión. El
galope indetenible continúa involucrando a todos los personajes, marcado ese
ritmo desatado por continuos gritos e imprecaciones mientras que la muchacha
que soñaba la desnudez no comprende –por lo que le han hecho– por qué la
alientan ahora a quedar “eternamente joven desnuda”.
Gombrowicz había
comenzado a escribir Historia en 1951. Culminó Opereta en 1966. Y aquella Historia quedó inconclusa. Aunque
relacionada con Opereta, hay
diferencias. Aquí varios personajes poseen nombres propios de figuras
históricas: el Zar Nicolás II, el Emperador Guillermo II, el líder nacionalista
Jósef Pilsudski, se mencionan también a Hitler y a Stalin, pero además el
protagonista es el propio Witold quien va a dialogar con los monarcas y a
discutir con Pilsudski. Por otra parte, el motivo del vestido de Opereta cambia, ahora son “pies
descalzos”. Witold desarrolla largos monólogos así como intervenciones ante las
autoridades.
Esta edición, con una
nota editorial acerca de los textos y ediciones ofrece la posibilidad de leer
la obra dramática completa del autor de Ferdydurke,
así como la ventaja de la traducción directa, a cargo de Boena Zahoklicka, Pan
Freixa, Alejandro Rússovich, y –por el contacto con una lengua que no pudo sino
escuchar y hablar (aun si declarara que con poco mérito) durante los
veinticuatro años argentinos– también del autor, Witold Gombrowicz.
(Página 12 / 16-9-2018)
(Página 12 / 16-9-2018)
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