1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes /
2018
Interrupción de magnates
-Viste que no había de qué preocuparse.
-Sí. Esta gente está mal de la cabeza. Se drogan todos.
-Todos. El pichi, los pibes, la policía, los gorilas. Todos.
-Pero tu reina no. Ella es “todo luz”.
-Me salió bastante negra para ser luz pero bue. En un barrio tan sucio una
reina de luz negra no debe desentonar ¿no?
-No creo que desentone, no. Pero admití que te salió rara. No creo que
pueda comer muchas piezas.
-Nunca subestimes los límites de una madre.
DEL BARRIO 8
Con la variz sucia de frío un niño de cinco años tomaba agua del bebedero
de la plaza. Al lado temblaba una niña mayor con un vestido negro y unas calzas
violetas. Sus motas negras aun no empezaban a cambiar de color. Eran de pieles
demasiado diferentes para ser hermanos pero se amaban como familia. Juntos
buscaban salvarse. El nenito la miró y ella temblando sacó su pintalabios y se
lo pasó por la boca sonriendo. El niño también sonrió.
Más allá otro niño de nueve años (claro que nueve años en el barrio valen
por lo menos como dieciocho) estaba esperando el amanecer sentado bajo la
sombra de un foco apagado. Tenía tanto miedo que no hablaba con casi nada.
Había pasado toda la noche tratando de que nadie lo matara y recién ahora
encontraba un poco de paz.
Prendió la cámara que tenía escondida entre su brazo (como no estaba
grabando no desprendía la peligrosa luciérnaga roja). Se tomó un rato para ver lo
que había: las delirantes charlas con el Bauti, tomas borrosas de gente del
barrio, la vieja que barre la plaza, el tipo de las rastas negras andando en su
vagón de mugre, el demente de la moto, la limusina presumida. También estaba la
entrevista con el Payaso, que era buena pero ni se comparaba con unas tomas que
hizo de lejos al atardecer. Parece que mataron a un pibe de dos balazos en la
nuca, un pibe que ni siquiera vio su muerte. (Fue una suerte porque todo el
mundo sabe que quien ve su muerte tiene que lavarse la cara cada mañana en el
cielo.) La toma seguía hasta que se ve al asesino inyectarse las tres
botellitas parado sobre la mano del cadáver.
Sin intención de seguir grabando, volvió a pasar por allí unas cuantas
horas después (ya no quedaba nadie). Bueno, sólo quedaba el cadáver: un bulto
cansado y desentonante como camello echado bajo la lluvia. Parecía un niño de
la calle más, durmiendo igual que cuando estaba vivo, sin ni siquiera un nylon
que lo protegiera de la intemperie.
Desde una distancia más que segura, filmó a unos funcionarios de la salud
estatal que tiraron el cadáver en una camioneta como hacen con las ramas
después de una poda y se lo llevaron. Si le hubieran encontrado algún familiar
al pibe, hoy por lo menos podría tener hasta una lápida.
-¡Despeinado!
Sintió a lo lejos una voz entreverada en el rumor tormentoso de las ramas.
Cerró enseguida la tapa de la cámara y se la metió abajo del buzo
-Bauti: ¿de dónde saliste?
-De la panza de mi madre.
-¿Pero qué hacés a esta hora en la calle?
-Vengo hasta donde estás.
-Sí, eso ya lo veo, ¿pero cuál es el motivo de que me hayas venido a
buscar?
-Ver cómo estás, ayer no te vi en todo el día y como ya hacía más de veinte
horas que no te veía, te consideré desaparecido.
-Sí. Perdón, amigo. Es que me quieren matar. Después de lo que hice hoy, ya
no queda ninguna duda. Claro, pero que podría entender un niño como vos.
-No sé a qué te referís.
-A que sos raro.
-¿Raro?
-Sí, innecesariamente bueno. Nadie podría sospechar nada malo de vos.
¿Cuánta gente sabe que somos amigos?
-Bueno, mi madre (aunque no sé cómo porque hace ya tres años que no me
dejan escribirle). Y Mamá Lucha, ella también sabe.
-Buenísimo. Necesito que escondas algo. Nadie lo puede encontrar hasta que
me maten, en ese momento se lo tenés que dar a la persona en que más confíes.
-¿Eso es una cámara? ¿De dónde la sacaste?
-Un pobre tipo ricachón dijo que me la prestaba un mes si yo le traía fotos
del barrio. Me vio cara de pendejo con hambre y creyó que iba a saber más del
barrio que yo. Lo cagué porque no sabe que con algo así acá adentro no durás un
mes respirando ni loco.
-¿Y entonces por qué la estás desarmando?
-Es que necesito que te lleves sólo esto. Yo en la cámara dejé algunas
fotos pelotudas para que crean que eso es todo lo que hay.
-¿Y qué es esta cosita?
-Es la memoria. Guardala porque ahí adentro está la única esperanza de que
se sepa lo que pasa acá adentro. Acordate, sólo después de que me maten.
Necesitamos dramatismo.
-No quiero que te maten, sos mi único amigo. Vamso con Mamá Lucha, ella
tebva a proteger.
-Vamos a donde quieras. Ya es demasiado tarde, un policía me vio con la
cámara: no creo que llegue vivo hasta mañana.
-Mi papá es policía.
-Seguro me va a matar, entonces.
-Vos te querés morir para reencontrarte con tu hermana ¿no? Nunca te lo va
a perdonar.
Le miró a su amigo el labio gordo y el tajo rojo que le unía la boca con la
oreja. Se arrepintió un poco de haberle dado tremenda piña. Le daba lástima que
hubiese nacido así (así acá). En el video también estaba el chorro de sangre
que escupió Bauti antes de caerse. Se arrepintió un poco más.
Los dos niños caminaron en silencio hasta el Laberinto. Las lágrimas en el
niño pelado de nueve años eran la respuesta pata el Bauti: aquello era justamente
lo que Renzo (el Despeinado) quería: ir a buscar al cielo el perdón de su
hermana, el único perdón que le importaba.
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