CANCIÓN 25
Cogednos
las raposas
que
está ya florecida nuestra viña,
en
tanto que de rosas
hacemos
una piña,
y
no parezca nadie en la montiña.
DECLARACIÓN
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Porque para este divino ejercicio interior es también necesario soledad y
enajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al alma, ahora de parte
de la porción interior que es la sensitiva del hombre, ahora de parte de la
porción superior que es la razonal; las cuales dos porciones son en que se
encierra toda la armonía de potencias y sentidos de todo el hombre, a la cual
armonía llama aquí “montiña”. Y dice que en esta no parezca nadie, es a saber,
ningún objeto perteneciente a algunas de estas potencias o sentidos que habemos
dicho. Y así es como si dijera: en todas las potencias espirituales, como son
entendimiento, memoria y voluntad, no haya otras consideraciones ni otros
afectos ni otras digresiones; y en todos los sentidos y potencias corporales,
como son imaginativa y fantasía, y los cinco sentidos exteriores no haya otras
formas, imágenes o figuras de algunos objetos y operaciones naturales.
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Esto dice aquí el alma por cuanto en esta razón de comunicación con Dios
conviene que todos los sentidos, así interiores como exteriores, estén
desocupados y vacíos, porque en tal caso cuanto ellos más se ponen en obra,
tanto más estorban: porque en llegando el alma a la unión interior de Dios, ya
no obran en esto las potencias espirituales, y menos las corporales, por cuanto
está ya hecha la obra de unión de amor, y así acabaron de obrar, porque llegado
al término cesan todas las operaciones de los medios. Y así lo que el alma entonces hace en el Amado es estar en
ejercicio sabroso de lo que ya está
en ella hecho, que es amar en continuación de unión de amor.
“
No parezca”, pues, “nadie
en la montiña”. Sola la voluntad esté asistiendo en entrega de sí y de todas
las virtudes al Amado en la dicha manera.
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