por Alicia Avilés del Pozo
El hombre de todas partes y de todo el pueblo. El hombre que hizo que casi todo un país amara la poesía. El hombre fundido con su guitarra. Rodilla en alto, voz áspera, versos hechos música, primero desde el exilio, luego de nuevo en España. Desde Valencia, desde un caserío de Guipúzcoa, hasta Barcelona y luego Francia. Paco Ibáñez, con 82 años, es el héroe ya de varias generaciones que han confluido en el Teatro de Rojas de Toledo, donde dos horas de directo volvieron a demostrar la supervivencia de la palabra por encima de todo. Y con ello, el poeta y cantautor se ha quitado una espina: poder actuar en la ciudad de las tres culturas, donde nunca había sido invitado. Lo ha hecho posible el Festival Internacional de Poesía Voix Vives, que lo ha nombrado príncipe y bandera de la libertad poética.
Rodeado de admiradores de todas las
edades, Paco Ibáñez ha participado también en un encuentro en directo con
eldiario.es de Castilla-La Mancha (eldiarioclm.es), medio colaborador del
certamen. Ha querido recordar muy especialmente su infancia en el País Vasco,
momento en el que se forjó su personalidad, una “intuición” que le ha
acompañado hasta ahora. Ese mecanismo que, ya en el exilio, le hizo acercarse a
las canciones de Georges Brassens. De ahí a Góngora o a García Lorca hubo solo
un paso más. “Todo sucedió por contagio”, nos explica, por un libro de
fotografías y un verso. Ahí comenzó a poner música a la poesía, desde Quevedo
hasta Celaya, desde León Felipe hasta Blas de Otero.
Esa fue su lucha particular por la
libertad y le costó volver a abandonar España cuando la dictadura de Franco
comenzaba a agonizar. Regresó cuando el dictador murió y se tomó la revancha,
aunque siga entristecido por los pasos dados hacia atrás.
“Para mí sigue todo presente, la
dictadura, la represión, el exilio y la sensación de que no hemos salido del
franquismo. La ordinariez no ha salido de este país todavía. Seguimos sufriendo
esa falta de curiosidad, ese conformarse con partidos de fútbol”, lamenta. De
hecho, cuenta que era muy aficionado a los deportes hasta que en 1995 coincidió
el genocidio de Srebrenica -durante la Guerra de Bosnia- con una de las
carreras de Miguel Indurain en el Tour de Francia. “Todo el mundo estaba pendiente
de las cachas de Indurain mientras había sucedido lo otro. Me pareció una
obscenidad no tener conciencia de que lo que le pasaba a los demás. Y sigue
pasando con los que están intentando salvar su vida huyendo de la guerra: el
fútbol es ahora el bálsamo de la gente como sucedía con Franco”, remarca.
El cantautor lo repite en varias
ocasiones. “La censura más grande que han conseguido todos los fascistas es la
indiferencia de la gente. Salvo algunas excepciones, no hay un afán de lucha,
de conciencia. Vivimos con el ‘no pasa nada, no pasa nada’, contribuyendo a una
sociedad amorfa, invertebrada”. “Nos llueve la indiferencia”, agrega después.
La recordamos a Góngora. Sus versos
‘todo el mundo le es mordaza, aunque él por señas se queje’ y dice que romper
ese silencio, despertar de la indiferencia, solo puede producirse “abriendo los
ojos y manteniéndolos abiertos sin miedo”. Es un mensaje que también le gusta
transmitir a los más jóvenes. “Si no, no te enteras, te pasarás la vida
comiendo, bebiendo y viendo fútbol, y pasarás por ella sin haber hecho nada”.
Eso es lo contrario del ‘A galopar’ de Rafael Alberti, que quiere que siga
sirviendo para los más jóvenes. Menciona a Podemos como una esperanza para
estas generaciones, “aunque cojean por el lado leninista, si les quitas eso,
ellos tienen realmente la conciencia de que esto no se puede aguantar más
y quieren cambiar las cosas”.
También dedica palabras de elogio al
Festival Voix Vives. Considera que sacar la poesía a las calles es “un ejemplo
de todo lo que le están robando a la gente”. El verso libre contra “las capas
de televisión y publicidad, que todo lo tapan” y que provocan que “casi sin
darnos cuenta, nos alejemos de la poesía, que es lo mismo que alejarnos de
nosotros mismos”.
¿Y si solo nos queda la palabra?
Aquí traemos a colación otros versos,
los de Blas de Otero: “Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré,
como un anillo, al agua / si he perdido la voz en la maleta / me queda la
palabra”. ¿Nos queda solo la palabra? Le preguntamos y responde: “Ese 'solo' es
todo, todo lo que somos, toda la esencia de nuestra vida. Si nos quitan eso,
desaparecemos del mapa. Te conviertes en un consumidor que va a la tienda,
que paga, que come, que bebe, y así todo lo mismo repitiéndose. Por eso lo más
importante es que las canciones te digan algo, que provoquen algo y no que
pasen por encima de nosotros”.
Desde el público asistente al
encuentro, Paco Ibáñez recibe las palabras emocionadas tanto de una joven
estudiante como de una mujer que añora a los amigos con los que cantaba sus
canciones durante el instituto. También la poeta Fanny Rubio, participante como
él en Voix Vives, pide un reconocimiento a la figura del cantautor y resalta su
impronta sobre la libertad creativa y social de toda la sociedad española.
En eso coinciden tanto Alicia Es.
Martínez, directora de la edición toledana de este certamen, como Maïthé
Vallés, su homóloga en el festival Voix Vives de Sète (Francia). Y añaden que
precisamente este evento socio-cultural contribuye a ese despertar de la
conciencia, llenando las calles y las plazas de poesía. “Lo importante es que
no nos callemos, que tomemos toda la ciudad, que vayamos más allá de los
contenidos impuestos desde la televisión y la publicidad”, resalta Martínez. Y
subraya Vallés que son los poetas y artistas los que deben “liberar la
palabra”, una poesía “llena de paz y abierta a los sentidos y a la conciencia”.
Paco asiente y concluye: “Nacemos con dos piernas para andar, pero
también con la inteligencia, con la razón, con el conocimiento, y también con
la capacidad de sentir. Si solo utilizas la razón, si no sientes, si no te
emocionas, pasarás la vida cojeando. Pero si va todo junto, vivirás abierto al
mundo”.
(el diario.es / Castilla-La Mancha / 2-9-2017)
(el diario.es / Castilla-La Mancha / 2-9-2017)
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