EL DÍA QUE LLEGÓ EL TIGRE
Hombre que supo tener un
conocimiento pal bicherío, aura que dice, Alucinado Crisma, el casau con
Prograna Siete, mujer más difícil que ordeñar de parau. Le decían “El sauce
llorón” porque se peinaba pa delante y siempre andaba buscando consuelo.
Alucinado Crisma tenía
una habilidá que le conocía mañas y costumbres a toditos los animales. Sabía en
qué vuelta se acuesta el perro, y de qué lau le hace la puerta al nido el
hornero.
-¿De qué lau? -le
preguntaban.
-Del lau del frente.
Sabía qué pata aflueja
primero el caballo cuando se duerme parado, sabía de qué lado se acuesta la
vaca en verano, sabía diferenciar cuándo el perro le ladra a la luna llena, y
cuándo le ladra al cuarto creciente.
-¿Y cómo le ladra al
cuarto menguante? -le preguntaban.
-Al menguante le ladra
menos, ta clavau.
Sabía por qué chista la
lechuza desde el poste, cuánto pesa el chajá sin plumas, por qué levanta una
pata la cigüeña, sabía con qué hay que asustar al bichito de la humedá pa que
se haga bolita, conocía la clase de araña por la tela, y le sabía distinguir
las pisadas de la hormiga asigún fuera cargada o de paseo.
Alucinado le conocía de
bichos menores a mayores sin confundirlos pa nada.
El elefante es gris,
igual que el bichito de la humedá, sin embargo él jamás le confundía bichito
con elefante.
Una tarde, caminaba
mirando una bandada de cotorras, y cuando quiso acordar embocó en el boliche El
Resorte.
Tomando unos vinos con
mortadela y dulce de leche pa picar taban Honorario Resca, la Duvija, Carcomido
Plano, Aparición Menrosco, el pardo Santiago, el tape Olmedo, Rosadito Verdoso,
Firulete Mundial, y el Aperiá Chico.
Alucinado llegó, dentro,
saludó, se acodó al mostrador, acarició al gato y comentó:
-Lindo gato, lástima que
el pelaje barcino sea tan ordinario.
El gato se corrió pa la
otra punta y a la pasada le volcó la caña con la cola. La Duvija lo miró de
arriba abajo como diciendo: “¡Aaandaa a paaseaar!” y el tape Olmedo ya estaba
por encararlo, cuando en la puerta se vio como una sombra de lo más estraña.
Miran así… ¿y qué era?
Semejante tigre.
Fue un disparramo de
gente humana que se pechaba contra los rincones y la Duvija repartió algún bife
porque en el entrevero no faltó una mano.
El tigre pegó un rugido,
armó el salto, lo desarmó porque estaba mal armado, lo armó de nuevo y saltó pa
quedar plantau arriba del mostrador como de dueño. El barcino hizo un arco con
el lomo pinchudo, que las cuatro patas se le juntaron.
Parado en su sitio,
tranquilo el hombre, vasito de caña en la mano y las vistas clavadas en la
fiera, había quedau Alucinado Crisma. Los otros, apelotonados en un rincón, no
querían ni mirar.
De otro salto el tigre
volvió al suelo, y Alucinado lo enfrentó. Los otros escucharon clarito cuando
le decía:
-¡Eche pa atrás tigre…
eche pa atrás tigre le digo… eche pa atrás!
Cuando se animaron a
mirar el tigre ya no estaba. Cuando le preguntaron al hombre cómo lo había
sacado, él contestó muy aplomado:
-De la única manera de
sacar a estos animales: reculando.
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