SOMBRA DAÑINA
La
culpa de que haya cuentos del tío la tienen los sobrinos.
El que supo ser castigau
por los cuentos, aura que dice, Turrón Mojito, el casau con Encarnada Soslayo,
mujer más inútil que piedrita de yesquero sin yesquero.
A este hombre lo curtían
a cuentos y él se los creía toditos. Tenía eso de bueno.
Una vuelta le pusieron
cuatro patas a una sandía y se la vendieron por un lechón. Cuando vio la
caladura fue a pedir rebaja porque era un lechón lastimau. Le dijeron que
aquello era pa hoy o mañana poder adobarlo y arriba le vendieron el adobo.
Debe ser el único
crestiano que se comió una sandía adobadita y a las brasas. Y arriba le pateó
el hígado.
La tarde que llegó al
boliche El Resorte. Taban la Duvija, el tape Olmedo, Salisílico Borato,
Rosadito Verdoso, el Atalufo Lilo, el pardo Santiago y hacía calor.
Una calor, que lo primero
que comentó Turrón Mojito al llegar fue “tá brava la calor”. Nadie le contestó
nada porque con la calor había pereza de contestar. El hombre seguía con los
quejidos cuando dentro el Aperiá Chico sin saludar porque la calor daba pereza
pa saludar.
Turrón Mojito seguía
diciendo que pa pior no tenía ni una sombra cerca del rancho pa ponerse a tomar
mate a la sombra. Dijo que el rancho le hacía sombra de mañana nomás, de un
costau, pero a medida que el sol se iba subiendo en el cielo la sombra se le
iba achicando y al final terminaba tomando mate aplastau contra la paré.
El tape Olmedo hizo un
esfuerzo pa opinar que el hombre que no es capaz de plantar un árbol pa su
propia sombra es una desgracia.
Turrón Mojito no se
ofendió porque la calor daba pereza, y el Aperiá Chico se le arrimó y le dijo:
-Si usté anda interesau
en sombra, yo tengo una sombra de ombú pa la venta de lo más bonita y pareja.
Si ustés es gustoso, podemo llegar a un acuerdo con el precio.
El otro se lo quedó
mirando un momento y después preguntó:
-Sombra de ombú… ¿con
ombú?
-No señor. Le vendo la
sombra sola, que es lo que usté anda necesitando. Si le llego a vender el ombú -agregó-
me quedo sin sombras pa la venta.
A Turrón Mojito le pareció
justo y arreglaron precio y pago adelantau pal gasto del flete y esas cosas. El
Aperiá quedó en que al otro día tempranito dse la llevaba.
Esa madrugada, mientras
el otro dormía el Aperiá fue dispacito y le pintó una sombra de ombú cerca del
rancho que era una preciosidá. Tan igualita, que hasta tenía algunas rayas
amarillas como que el sol se colaba por entre las hojas. Pa que el otro no
tuviera ninguna duda le clavó un cartelito que decía “Sombra de ombú garantida
aunque estea nublado”.
Con el chispiar de los
primeros pajaritos, el hombre saltó del catre, se asomó a la puerta y se quedó
de boca abierta mirando la sombra. Corrió pa dentro a despertar a la mujer pa
que viera, calentó agua pal mate, buscó el tabaco, manoteó el banquito de tomar
mate, salió, le chifló al perro, y se acomodó en la sombra pa tomar mate, como
un rey.
Fresquita la sombra,
hasta que sol se empezó a trepar por el lomo de una loma. Ese día el sol venía
furioso. Trepaba a los bufidos.
A Turrón Mojito lo sacaron
achicharrau pal mediodía. Cuando llegó al boliche a protestar, el Aperiá lo
estaba esperando con pomada pa las quemaduras del sol. Le vendió tres cajas.
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