A VUELO DE PÁJARO
“El
que no nació pal cielo,
al
cuete mira pa arriba”.
Inodoro
Pereyra, ¡El renegau!
El que supo tener
problemas con la primavera fue Moretón Pestaña. El casau con Santa Milonguita
Chuleta, que le decían “El sonajero” porque si no la sacudían no servía pa
nada.
Cuando llegaba setiembre,
Moretón Pestaña se ponía de lo más alborotau y la mujer lo tenía que andar
corriendo a escobazos pa que no la curtiera a versitos. A cada primavera se
volvía a enamorar de la mujer, y ella le decía:
-¡Mirá que sos pesau,
mesmo eh!
Cuando asomaba el primer
brote, Moretón se ponía a bailar alrededor del árbol y sacudía los brazos como
si fueran alas de pajaritos. Una mañana, fue tan grande el entusiasmo, que
sacudió los brazos y se voló. Dio toda una vuelta así, como planeando, y se fue
a posar arriba del rancho.
Cuando la mujer oyó que
andaba algo en el techo, fue a ver y lo descubrió allá arriba. La mujer le dijo
de todo, y al final le tuvo que poner una escalera porque Moretón tenía miedo
de bajar volando.
Asunto serio fue la tarde
que se posó en la punta de un ucalito y la escalera quedó corta. Moretón Pestaña
parado arriba de una ramita, y la mujer abajo a los gritos:
-¡Ahí tenés lo que
ganaste!... ¿Viste?... Ahora te quiero ver pa bajar de ahí romperte el alma…
Eso es lo que quiero ver cómo vas a hacer.
Cuando se supo, llegó
gente de lejos pa verlo. Del boliche El resorte llegaron todos. La Duvija con
el barcino en brazos, el tape Olmedo con su damajuanita e vino por cualquier
cosa, Rosadito Verdoso con una bolsa de higos, y el pardo Santaigo que dijo que
lo mejor pa bajarlo era cortarle el ucalito con un hacha. La mujer no quiso
porque el ucalito se le podía caer arriba del rancho, y Moretón Pestaña allá
arriba parado en una ramita.
No lo estaba pasando tan
mal, hasta que llegó una bandada de cotorras y se posó en la punta del ucalito.
El pobre tenía cotorras por todos lados, la mujer a los gritos de abajo, el cotorrerío
armando escándalo y los vecinos le gritaban que se volara pa otro lau, cuando
llegó aquel viento.
El ucalito se hamacaba pa
todos lados, el hombre abrazau a la ramita, y todo el mundo de cogote duro de
tanto mirar pa arriba. Rosadito Verdoso tiraba higos verdes pa ver de espantarle
las cotorras, pero no le espantó ninguna y casi lo baja con dos higos que le
colocó en la frente.
El tape Olmedo iba por la
media damajuana e vino, cuando al pardo Santiago se le ocurrió lo del
barrilete.
A toda velocidá cortó
semejantes cañas, las ató, las empapeló, les encajó una cola y una piola bien larga, y mandó a la Duvija que se lo fuera a tener. Un barrilete que parecía un
ropero. En la punta de la cola le puso un cartelito que decía: “Agarresé de
acá, vecino”.
La Duvija con el barcino
en brazos se lo fue a tener. Cuando el pardo le hizo señas pa que largara, la
Duvija largó pero el barcino se prendió de la cola y allá salió como chijete pa
arriba.
El pardo Santiago era un
lujo dirigiendo aquello, hasta que le puso la cola con el gato justito en la
punta del ucalito. Cuando las cotorras vieron al barcino fue el disparramo y el
griterío, y cuando el barcino vio a las cotorras casi se descuelga pa abajo.
Cuando Moretón Pestaña
manoteó la cola del barrilete con gato y todo, el pardo Santiago empezó a recoger
piola a toda velocidá. Con el bruto viento, aquello coleaba que era una temeridá,
y la mujer a los gritos:
-¡Ahí tenés lo que
ganastae, viste?... Me gustaría que te vieras desde aquí el papelón que estás
haciendo que te ven de todos lados…
De repente reventó la
piola y allá va el barrilete en el viento y todo el mundo salió gritando:
-¡Reventó… reventó…
reventó…!
Lo encontraron dos leguas
más pa allá, chapaleando en una laguna de patos. El barcino se le había subido
a la cabeza, pa no mojarse.
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