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JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (48)


A VUELO DE PÁJARO


“El que no nació pal cielo,
al cuete mira pa arriba”.
Inodoro Pereyra, ¡El renegau!

El que supo tener problemas con la primavera fue Moretón Pestaña. El casau con Santa Milonguita Chuleta, que le decían “El sonajero” porque si no la sacudían no servía pa nada.

Cuando llegaba setiembre, Moretón Pestaña se ponía de lo más alborotau y la mujer lo tenía que andar corriendo a escobazos pa que no la curtiera a versitos. A cada primavera se volvía a enamorar de la mujer, y ella le decía:

-¡Mirá que sos pesau, mesmo eh!

Cuando asomaba el primer brote, Moretón se ponía a bailar alrededor del árbol y sacudía los brazos como si fueran alas de pajaritos. Una mañana, fue tan grande el entusiasmo, que sacudió los brazos y se voló. Dio toda una vuelta así, como planeando, y se fue a posar arriba del rancho.

Cuando la mujer oyó que andaba algo en el techo, fue a ver y lo descubrió allá arriba. La mujer le dijo de todo, y al final le tuvo que poner una escalera porque Moretón tenía miedo de bajar volando.

Asunto serio fue la tarde que se posó en la punta de un ucalito y la escalera quedó corta. Moretón Pestaña parado arriba de una ramita, y la mujer abajo a los gritos:

-¡Ahí tenés lo que ganaste!... ¿Viste?... Ahora te quiero ver pa bajar de ahí romperte el alma… Eso es lo que quiero ver cómo vas a hacer.

Cuando se supo, llegó gente de lejos pa verlo. Del boliche El resorte llegaron todos. La Duvija con el barcino en brazos, el tape Olmedo con su damajuanita e vino por cualquier cosa, Rosadito Verdoso con una bolsa de higos, y el pardo Santaigo que dijo que lo mejor pa bajarlo era cortarle el ucalito con un hacha. La mujer no quiso porque el ucalito se le podía caer arriba del rancho, y Moretón Pestaña allá arriba parado en una ramita.

No lo estaba pasando tan mal, hasta que llegó una bandada de cotorras y se posó en la punta del ucalito. El pobre tenía cotorras por todos lados, la mujer a los gritos de abajo, el cotorrerío armando escándalo y los vecinos le gritaban que se volara pa otro lau, cuando llegó aquel viento.

El ucalito se hamacaba pa todos lados, el hombre abrazau a la ramita, y todo el mundo de cogote duro de tanto mirar pa arriba. Rosadito Verdoso tiraba higos verdes pa ver de espantarle las cotorras, pero no le espantó ninguna y casi lo baja con dos higos que le colocó en la frente.

El tape Olmedo iba por la media damajuana e vino, cuando al pardo Santiago se le ocurrió lo del barrilete.

A toda velocidá cortó semejantes cañas, las ató, las empapeló, les encajó una cola y una piola bien larga, y mandó a la Duvija que se lo fuera a tener. Un barrilete que parecía un ropero. En la punta de la cola le puso un cartelito que decía: “Agarresé de acá, vecino”.

La Duvija con el barcino en brazos se lo fue a tener. Cuando el pardo le hizo señas pa que largara, la Duvija largó pero el barcino se prendió de la cola y allá salió como chijete pa arriba.

El pardo Santiago era un lujo dirigiendo aquello, hasta que le puso la cola con el gato justito en la punta del ucalito. Cuando las cotorras vieron al barcino fue el disparramo y el griterío, y cuando el barcino vio a las cotorras casi se descuelga pa abajo.

Cuando Moretón Pestaña manoteó la cola del barrilete con gato y todo, el pardo Santiago empezó a recoger piola a toda velocidá. Con el bruto viento, aquello coleaba que era una temeridá, y la mujer a los gritos:

-¡Ahí tenés lo que ganastae, viste?... Me gustaría que te vieras desde aquí el papelón que estás haciendo que te ven de todos lados…

De repente reventó la piola y allá va el barrilete en el viento y todo el mundo salió gritando:

-¡Reventó… reventó… reventó…!

Lo encontraron dos leguas más pa allá, chapaleando en una laguna de patos. El barcino se le había subido a la cabeza, pa no mojarse.

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