domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (22) - JOSEPH CAMPBELL


PRIMERA PARTE / LA AVENTURA DEL HÉROE

2 / LA NEGATIVA AL LLAMADO (2)

La misma vos perturbadora y misteriosa iba a ser escuchada en la llamada del dios griego Apolo a la fugitiva doncella Dafne, hija del río Peneo, cuando la perseguía sobre la llanura. “¡Oh ninfa, oh hija de Peneo, espera!”, la deidad la llamaba como la rana a la princesa del cuento de hadas. “Yo que te persigo no soy tu enemigo. No sabes de quién huyes, por esa razón huyes. Corre más lentamente, te lo suplico, y detén tu fuga. Yo también te seguiré más lentamente. Ahora detente y pregunta quién te ama.”

“Hubiera dicho más -dice la historia-, pero la doncella continuó su fuga aterrorizada y lo dejó con las palabras en los labios, y aun en su carrera parecía hermosa. Los vientos desnudaron sus miembros, las brisas contrarias hicieron volar sus ropas mientras corría y un aire ligero mantenía sus cabellos flotando detrás de ella. Su belleza fue acrecentada por la fuga. Pero la caza llegó a su fin, porque el joven dios no quiso perder su tiempo en palabras mimosas y urgido por el amor la persiguió velozmente. Así como el sabueso de las Galias que ha visto un ciervo en la llanura y busca su presa con pies alados, y el ciervo su salvación; así él, a punto de apresarla, pensaba que la tenía y rozaba sus talones con las fauces abiertas; pero ella que no sabía si ya había sido capturada, apenas escapaba de las afiladas garras y dejaba atrás las fauces que casi se cerraban sobre ella; así corrían el dios y la doncella, el uno empujado por la esperanza y la otra por el temor. Pero él corría más rápidamente, llevado por las alas del amor, no le daba descanso, colgado sobre sus hombros esquivos y respirando sobre el pelo que flotaba sobre su cuello. Ya no tenía fuerza y pálida de terror y completamente deshecha por el cansancio de su rápida fuga, viendo cerca las aguas del río, su padre, gritó: ‘¡Oh, Padre, ayúdame! Si tus aguas aposentan la divinidad, cambia y destruye esta belleza con la cual he atraído demasiado.’ Apenas había hablado cuando un entumecimiento se apoderó de sus miembros y sus costados suaves se cubrieron con una delgada corteza. Su cabello se convirtió en hojas y sus brazos en ramas. Sus pies, hasta ahora tan suaves, se convirtieron en nudosas raíces, y su cabeza no era sino la copa de un árbol. Sólo quedó su fulgurante belleza.” (15)

Este es, sin duda, un final triste y sin recompensa. Apolo, el sol, el dios del tiempo y de la madurez, abandonó su persecución y en cambio denominó al laurel su árbol favorito y recomendó irónicamente sus hojas a los que confeccionaban las coronas de la victoria. La joven se había refugiado en la imagen de su padre y allí había encontrado protección, como el marido fracasado cuyo sueño de amor maternal lo preservaba del estado que entrañaba el unirse a una esposa. (16)

La,literatura del psicoanálisis abunda en ejemplos de esas fijaciones desesperadas. Lo que representan es la impotencia de prescindir el ego infantil con su esfera de relaciones y de ideales emotivos. El individuo se encierra en las paredes de su infancia, el padre y la madre son los guardianes del umbral y el alma débil, temerosa de algún castigo, (17) fracasa en su intento de atravesar la puerta y renacer en el mundo exterior.


Notas

(15) Ovidio, Metamorfosis, I, 504-553.
(16) Supra, p. 12.
(17) Freud, complejo de castración.

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