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/ LA NEGATIVA AL LLAMADO (2)
La misma vos perturbadora
y misteriosa iba a ser escuchada en la llamada del dios griego Apolo a la
fugitiva doncella Dafne, hija del río Peneo, cuando la perseguía sobre la
llanura. “¡Oh ninfa, oh hija de Peneo, espera!”, la deidad la llamaba como la
rana a la princesa del cuento de hadas. “Yo que te persigo no soy tu enemigo.
No sabes de quién huyes, por esa razón huyes. Corre más lentamente, te lo
suplico, y detén tu fuga. Yo también te seguiré más lentamente. Ahora detente y
pregunta quién te ama.”
“Hubiera dicho más -dice
la historia-, pero la doncella continuó su fuga aterrorizada y lo dejó con las
palabras en los labios, y aun en su carrera parecía hermosa. Los vientos
desnudaron sus miembros, las brisas contrarias hicieron volar sus ropas
mientras corría y un aire ligero mantenía sus cabellos flotando detrás de ella.
Su belleza fue acrecentada por la fuga. Pero la caza llegó a su fin, porque el
joven dios no quiso perder su tiempo en palabras mimosas y urgido por el amor
la persiguió velozmente. Así como el sabueso de las Galias que ha visto un
ciervo en la llanura y busca su presa con pies alados, y el ciervo su
salvación; así él, a punto de apresarla, pensaba que la tenía y rozaba sus talones
con las fauces abiertas; pero ella que no sabía si ya había sido capturada,
apenas escapaba de las afiladas garras y dejaba atrás las fauces que casi se
cerraban sobre ella; así corrían el dios y la doncella, el uno empujado por la
esperanza y la otra por el temor. Pero él corría más rápidamente, llevado por
las alas del amor, no le daba descanso, colgado sobre sus hombros esquivos y
respirando sobre el pelo que flotaba sobre su cuello. Ya no tenía fuerza y
pálida de terror y completamente deshecha por el cansancio de su rápida fuga,
viendo cerca las aguas del río, su padre, gritó: ‘¡Oh, Padre, ayúdame! Si tus
aguas aposentan la divinidad, cambia y destruye esta belleza con la cual he
atraído demasiado.’ Apenas había hablado cuando un entumecimiento se apoderó de
sus miembros y sus costados suaves se cubrieron con una delgada corteza. Su
cabello se convirtió en hojas y sus brazos en ramas. Sus pies, hasta ahora tan
suaves, se convirtieron en nudosas raíces, y su cabeza no era sino la copa de
un árbol. Sólo quedó su fulgurante belleza.” (15)
Este es, sin duda, un
final triste y sin recompensa. Apolo, el sol, el dios del tiempo y de la
madurez, abandonó su persecución y en cambio denominó al laurel su árbol
favorito y recomendó irónicamente sus hojas a los que confeccionaban las
coronas de la victoria. La joven se había refugiado en la imagen de su padre y
allí había encontrado protección, como el marido fracasado cuyo sueño de amor
maternal lo preservaba del estado que entrañaba el unirse a una esposa. (16)
La,literatura del
psicoanálisis abunda en ejemplos de esas fijaciones desesperadas. Lo que
representan es la impotencia de prescindir el ego infantil con su esfera de
relaciones y de ideales emotivos. El individuo se encierra en las paredes de su
infancia, el padre y la madre son los guardianes del umbral y el alma débil,
temerosa de algún castigo, (17) fracasa en su intento de atravesar la puerta y
renacer en el mundo exterior.
Notas
(15) Ovidio, Metamorfosis, I, 504-553.
(16) Supra, p. 12.
(17) Freud, complejo de
castración.
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