LA LECCIÓN DE LA FELICIDAD (5)
EKR (5)
La pregunta “¿Por qué yo?”
surge cuando nos consideramos víctimas de las circunstancias. Este sentimiento
nos mantiene anclados en la infelicidad porque nos lleva a interpretar que
todos los sucesos malos constituyen una afrenta personal. Cuando pensamos que
todo nos ocurre a nosotros aparece el sentimiento de víctima. Existen la
pérdida y la restitución, el sol y la lluvia, pero no existen por una cuestión
personal hacia nosotros. Incluso que alguien nos hiera no está relacionado no
está muchas veces relacionado directamente con nosotros. Cuando entendemos esto
dejamos de sentirnos víctimas. Debemos recordar que nuestras emociones y
nuestra realidad están determinadas por nuestros pensamientos, y no lo
contrario. No somos víctimas del mundo.
Vivimos en el País del
Cuando. Creemos que seremos felices cuando ciertas cosas sucedan: cuando
empecemos un nuevo trabajo, cuando encontremos a la pareja adecuada, cuando
nuestros hijos hayan crecido. Y nos sentimos muy decepcionados al descubrir que
no nos hace felices obtener lo que esperábamos. Entonces elegimos una nueva
serie de “cuandos”: cuando tengamos más antigüedad en el trabajo, cuando nazca
nuestro primer bebé, cuando los hijos vayan a una buena universidad… Pero llegar
a nuestros “cuando” no nos proporciona una satisfacción duradera. Debemos
elegir la felicidad por encima del “cuando…”. El “cuando” es ahora. La
felicidad es tan posible en las circunstancias actuales como en otras.
Muchas veces no vemos una
situación como es en realidad, sino bajo la luz del concepto de cómo debería
ser. Cuando proyectamos nuestras expectativas en las circunstancias negamos la
verdad y no percibimos más que ilusiones. Ver la verdad es saber que, suceda lo
que suceda, el universo se mueve en dirección correcta. Es decir, nosotros
podemos desviarnos del camino, pero nuestro destino nunca lo hace. Los sucesos
de nuestra vida serán buenos o malos, pero el mundo es programado para obtener
unos resultados y guiarnos hacia nuestras lecciones. El mundo está diseñado
para conducirnos hacia la alegría, no para alejarnos de ella, aunque a veces
creamos que las cosas se mueven en la dirección equivocada. No existe ningún
problema ni situación que Dios no pueda manejar. Y lo mismo podemos decir de
nosotros.
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