domingo

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN (19)


ACERCA DEL CONCEPTO DE CULTURA

Se ha manejado con tal hartura y con tanto ensañamiento la palabra “cultura” en filosofía y la palabra “culto” en psicología, que pocos atinan ya a dar con el contenido de estos vocablos. No me refiero únicamente a la confusión que reina en la opinión pública, ni en la conciencia social media. Me refiero, principalmente, a la confusión de las filosofías y de los propios filósofos. No hay dos de éstos cuyo concepto de “cultura” sea idéntico. Aquél llama culto al hombre que sabe sentir la música de Stravinsky, mientras éste llama culto al hombre honrado, aunque demuestre una sordera absoluta ante el “Apolo Musageta”. Otro llama culto al hombre que maneja magistralmente el latín y el hebreo en la Academia, mientras un cuarto llama culto al hombre que cumple escrupulosamente sus compromisos cotidianos, aunque sea un analfabeto integral.

El escritor inglés, Stacy Aumonier, clasificaba a los pueblos, según el grado de su cultura, en la siguiente forma: Primero.- Pueblos cultos, por orden de sus méritos: Suecia, Escocia, Dinamarca, Holanda, Inglaterra, Noruega, Hungría, Suiza y Alemania. Segundo.- Pueblos semicultos: Francia, Bélgica, Austria, Checoslovaquia. Tercero. – Pueblo bárbaros: Italia, Irlanda, Portugal, España, Grecia, Turquía y países balcánicos. Pero el escritor francés, M. Rosny -de la academia Goncourt- cree, en cambio, que M. Aumonier se equivoca y que un pueblo como Francia, que ha renovado la filosofía y las matemáticas con Pascal, que ha creado el electro-magnetismo con Ampére, que ha revolucionado la medicina con Pasteur, que ha ilustrado la pintura con Watteau y que en literatura ha producido a Montaigne, Rabelais, Molière, Balzac, tiene derecho a figurar en la primera línea de los pueblos cultos.

Seguramente, M. Aumonier llama culto al hombre que M. Rosny cree bárbaro y vice-versa. Probablemente, M. Rosny estima que un químico es, por el solo hecho de haber creado una gran fórmula científica, un hombre culto, mientras que M. Aumonier estima, talvez, por su parte, que culto es sólo el hombre sano de cuerpo y espíritu, casto en la sensualidad, honesto para sí mismo y para los demás y, en fin, que comprende natural y humanamente su destino, aunque no sea químico ni revolucionario en medicina.

La confusión en este punto refleja la confusión y contradicciones inherentes al espíritu y a la sociedad capitalista en general. Dentro de ella operan las más opuestas filosofías, según el interés de clase, de patria, de raza, etc. Las filosofías varían hasta dentro de una misma estructura social. En cada país viven tantas filosofías y conciencias sociales, como clases hay en ellas. Las ideologías se superponen según la jerarquía de esas clases. Esto puede verse también reflejado en las formas de la educación, con su multitud de escuelas de tipos diversos y con su caos de método y fines. “La escuela burguesa -escribe el pedagogo ruso Pistrack- está incapacitada para dar una concepción unificada del mundo. Sólo la escuela única -propugnada por el Soviet- puede producir un tipo único y universal de cultura”.

Así, mientras subsista el régimen capitalista, con sus contradicciones emanadas de la concurrencia económica, subsistiré el caos ideológico y cultural en el mundo.

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