domingo

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN (16)


AUTOPSIA DEL SUPERREALISMO (2)


A la hora en que estamos, el superrealismo -como movimiento marxista- es un cadáver. (Como cenáculo meramente literario, -repito- fue siempre, como todas las escuelas, una impostura de la vida, un vulgar espanta-pájaros.) La declaración de su defunción se ha producido en dos documentos de parte interesada: el Segundo Manifiesto Superrealista de Breton y el que, con el título de “Un cadáver”, han firmado contra Breton, numerosos superrealistas, encabezados por Ribemont-Dessaignes. Ambos manifiestos establecen, junto con la muerte y descomposición ideológica del superrealismo, su disolución como grupo o agregado físico. Se trata de un cisma o derrumbe total de la capilla, el más grave y último de la serie ya larga de sus derrumbes.

Breton, en su Segundo Manifiesto, revisa la doctrina superrealista, mostrándose satisfecho de su realización y resultados. Breton continúa siendo, hasta sus postreros instantes, un intelectual profesional, un ideólogo escolástico, un rebelde de bufete, un dómine recalcitrante, un polemista estilo Maurras, en fin, un anarquista de barrio. Declara, de nuevo, que el superrealismo ha triunfado, porque ha obtenido lo que se proponía: “suscitar, desde el punto de vista moral e intelectual, una crisis de conciencia”. Breton se equivoca. Si, en verdad, ha leído y se ha suscrito al marxismo, no me explico cómo olvida que, dentro de esta doctrina, el rol de los escritores no está en suscitar crisis morales e intelectuales más o menos graves o generales, es decir, en hacer la revolución “por arriba”, sino, al contrario, en hacerla “por abajo”. Breton olvida que no hay más que una sola revolución: la proletaria y que esta revolución la harán los obreros con la acción y no los intelectuales con sus “crisis de conciencia”. La única crisis es la crisis económica y ella se halla planteada -como hecho y no simplemente como noción o como “diletantismo”- desde hace siglos. En cuanto al resto del Segundo Manifiesto, Breton lo dedica a atacar con vociferaciones e injurias personales de policía literato, a sus antiguos cófrades, injurias y vociferaciones que denuncian al carácter burgués, y burgués de íntima entraña, de su “crisis de conciencia”.

El otro manifiesto, titulado “Un cadáver”, ofrece lapidarios pasajes necrológicos sobre Breton. “Un instante -dice Ribemont Dessaignes- nos gustó el superrealismo: amores de juventud, si se quiere, de domésticos. Los jovencitos están autorizados a amar hasta a la mujer de un gendarme (esta mujer está encarnada en la estética de Breton). Falso compañero, falso comunista, falso revolucionario, pero verdadero y auténtico farsante, Breton debe cuidarse de la guillotina: ¡qué estoy diciendo! No se guillotina a los cadáveres”.

“Breton garabateaba, -dice Roger Vitrac- garabateaba un estilo de reaccionario y de santurrón, sobre ideas subversivas, obteniendo un curioso resultado, que no dejó de asombrar a los pequeños burgueses, a los pequeños comerciantes e industriales, a los acólitos de seminario y a los cardíacos de las escuelas primeras”.

“Breton -dice Jacques Prevert- fue un tartamudo y lo confundió todo: la desesperación y el dolor al hígado, la Biblia y los Cantos de Maldoror, Dios y Dios, la tinta y la mesa, las barricas y el diván de Madame Sabatier, el marqués de Sade y Jean Lorrain, la Revolución rusa y la revolución superrealista… Mayordomo lírico, distribuyó diplomas a los enamorados que versificaban y, en los días de indulgencia, a los principiantes en desesperación”.

“El cadáver de Breton -dice Michel Leiris- me da asco, entre otras causas, porque es el hombre que vivió siempre de cadáveres”.

“Naturalmente -dice Jacques Rigaut- Breton hablaba muy bien del amor, pero en la vida era un personaje de Courteline”.

Etc., etc., etc.

Sólo que estas mismas apreciaciones sobre Breton, pueden ser aplicadas a todos los superrealistas sin excepción, y a la propia escuela difunta. Se dirá que este es el lado clownesco y circunstancial de los hombres y no el fondo histórico del movimiento. Muy bien dicho. Con tal de que este fondo histórico exista en verdad, lo que, en este caso, no es así. El fondo histórico del superrealismo es casi nulo, desde cualquier aspecto que se le examine.

Así pasan las escuelas literarias. Tal es el destino de toda inquietud que, en vez de devenir austero laboratorio creador, no llega a ser más que una mera fórmula. Inútiles resultan entonces los reclamos tonantes, los pregones para el vulgo, la publicidad en colores, en fin, las prestidigitaciones y trucos del oficio. Junto con el árbol abortado, se asfixia la hojarasca (1).

Notas

(1) Añadir que Aragón y Eluard permanecen comunistas. (N. del A.)

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