CANCIÓN 24
No
quieras despreciarme
que,
si color moreno en mí hallaste
ya
bien puedes mirarme
después
que me miraste,
que
gracia y hermosura en mí dejaste.
DECLARACIÓN
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Mucho se agrada Dios en el alma a quien ha dado su gracia, porque en ella mora
bien agradado -lo cual no hacía antes que se la diese-, y ella está con Él
engrandecida y honrada; y por eso es amada de Él inefablemente, y la va Él
comunicando siempre en todos los afectos y obras de ella más amor. Porque el alma que está subida en amor y honrada acerca
de Dios, según se dice por San Juan (como habemos dicho): “Dat gratiam pro
gratia” (1,16). Y así lo da a entender Dios, hablando con su amigo Jacob, por
Isaías (43.4), diciendo: “Ex quo honorabili factus es in oculis meis, et
gloriosus, ego dilexi te”; que quiere decir: después que mis ojos te dieron
gracia mirándote la primera vez, por la cual te hiciste honrado y glorioso en
mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías. Esto da a entender la
esposa a las hijas de Jerusalén en los divinos Cantares (1,4), diciendo: “Nigra
sum sed Formosa, filiae Hierusalem, ideo dilexit me rex et introduxit me in
cubiculum suum”; que quiere decir: “Morena soy, hijas de Jerusalén, pero soy
hermosa; por tanto, me ha amado el rey y metido en lo interior de su lecho.” O lo
cual es tanto como si dijera: Hijas de Jerusalén, no os maravilléis porque el
Rey celestial me haya hecho tan grandes mercedes en meterme en lo interior de su
lecho, porque, aunque soy morena de mío, por lo cual no las merecía, ya soy
hecha hermosa de Él, por haberme Él mirado, y por eso me ha amado, etc.
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Bien puedes ya, Dios mío, mirar y preciar mucho al alma que ya una vez miraste,
pues con tu vista primera la dejaste prendas con que ya no una sola vez, sino
muchas, merece ser vista de tus divinos ojos; porque, como se dice en el libro
de Ester, “hoc honorae condignus est quemcumque rex voluerit honorare” (6,11).
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