DOS CRIOLLOS
“Pero
como no hay desgracia
que
no acabe alguna vez…”
(del
Martín Fierro)
Hombre que supo ser
asunto serio pal mate, Cloruro Virola, el entreverau con Anzueluda Virola,
mujer más desabrida que fumar contra el viento.
Cloruro la conoció una
tarde, cuando él salía de la peluquería del negro Termostato Corujo, el día que
el negro estrenaba sillón giratorio.
Pa festejar el estreno,
el negro se había mandau al buche sus buenas cañas y hacía girar el sillón por
gusto, pa divertirse, de novelero nomás.
Después, en lugar de
afeitar pasando la navaja por la cara del cliente se quedaba quietito con la
navaja a la altura de la cabeza del otro y le hacía dar vuelta el sillón. Buen
pulso el negro. En toda la tarde bajó nada más que dos orejas. Que después los
clientes vinieron a reclamar las orejas pal injerto, él se las dio cambiadas, y
los pobres quedaron escuchando cualquier cosa porque estrañaban.
A Cloruro lo afeitó en
siete vueltas de sillón, sin un tajito, pero después no le podía parar el
sillón que había agarrau una velocidá infinita. Cloruro a los gritos prendido
al sillón y apenas si se veía pasar frente al espejo y el negro a las risas y
aquello que no paraba y los gritos del otro “Pareló… pareló negro del diablo,
pareló que me reviento, carajo!”.
Como el negro se había
tirado en el suelo a reírse, Cloruro se quiso bajar con el sillón a toda
velocidá. Salió como si lo hubieran tirado a la pedrada, y embocó justo en la
puerta. Quedó abrazau a la china que pasaba en ese momento, y como seguía dando
vueltas se la llevó bailando como dos leguas.
Era mujer con compromiso.
Dende hacía un tiempito vivía con Eructante Florete, hombre malo. Un día que la
mujer compró escoba nueva él fue y le cortó el palo, pa que tuviera que barrer
agachada. Después, al piso de tierra le pasó papel de lija pa que largara
bastante polvillo. Como la mujer se pasaba el día agachada, él la usaba como
mesita ratona pa ponerle arriba la tabaquera, el mate, la caldera y los fóforos.
Si le caía algún amigo la usaba pa jugar a la baraja, y dos por tres le
quemaban el lomo con los puchos. Era un hombre malo.
Al perro en lugar de
tirarle güesos le tiraba fierros. “¡Ahí tiene un caracú y que le aproveche!”,
le decía, y le tiraba una tuerca. Si el perro le saltaba arriba pa hacerle
fiestas, él le sacaba el cuerpo pa que se diera contra el suelo. Pa que no
moviera la cola cuando estaba contento, se la ató con un alambre a una pata de
atrás. Cuando el animalito se alegraba y hacía fuerza pa mover la cola, se le
reviraba la pata y ¡ñácate!, perro al suelo. Al final nunca movía la cola
porque maldito si tenía de qué estar contento. Eructante era un hombre malo.
Cuando se enteró que
Cloruro al salir de la peluquería le había llevau a la mujer bailando un par de
leguas, salió a buscarlo.
Lo fue a buscar al
boliche El Resorte. Taban la Duvija, Curitibo Merluso, el tape Olmedo, Oh Salve
América Goyete, el pardo Santiago, Rosadito Verdoso, el Aperiá Chico y Furibundo
Fu, tomando unos vinos y jugando a la payana.
Lo primero que hizo
Eructante Florete al entrar, fue patearles las payanas. El hombre venía facón
en mano, y golpeó con el fierro arriba del mostrador. El barcino se corrió pa
la otra punta. Pa evitar un encontrón, que nunca falta cuando un pobre juega a
la payana, naides le dijo nada.
El hombre se acodó a
tomar una caña. Del techo venía bajando una arañita por su tela, feliz y
contenta se dejaba caer, cuando Eructante le puso el pucho prendido por donde
ella venía. Se ve que sintió el calor en la colita porque pegó una trepada por
la tela que no se le veían las patas. Era un hombre malo.
Cuando Rosadito Verdoso
le iba a reventar un cajón de higos en la frente, dentró al boliche Cloruro
Virola, bien afeitadito y descuidado. El otro, facón en mano, le pegó el grito:
-¡Cloruro Virola! ¡Lo
estaba esperando pa darle una afeitada en seco y sin cobrarle nada pa que sepa
respetar las chinas con dueño. ¡Si es macho, desenvaine!
Cloruro echó mano a la
cintura, y sacó mate y bombilla. Con una cosa en cada mano le hizo frente:
-¡Aquí estoy a su mandau,
bombilla plata y oro con iniciales grabadas, y le diré que esa china baila como
la mona!
A Eructante se le
pusieron las vistas como soplete, ya le iba a llevar la carga cuando se metió
en el medio la Duvija.
-¡Alto ahí! Una de dos;
se baten a facón o se baten a mate y bombilla, porque así la cosa es muy
dispareja y no es custión.
Como Cloruro no tenía
facón, se batieron a mate amargo. Tres días con sus noches tomando mate sin
aflojar, los cebadores se turnaban pa no acalambrarse. El Aperiá Chico no daba
abasto pa calentar agua en un tanque, mientras el pardo Santiago iba talando un
monte pa sacar leña pal fuego.
Tres días con sus noches,
meta mate y dale que va. Terminaron la barrica de yerba, y los dos últimos
mates taban tan lavados que se les veía el fondo.
El tape Olmedo hacía de
juez, y dio el fallo:
-Esto ha sido clavau un
empate.
Eructante y Cloruro eran
dos criollos, y dos criollos tres días con sus noches tomando mate, al final
terminaron como hermanos.
Cuando se despìdieron se
pegaron un abrazo y no faltó algún lagrimón.
Ya en el adiós, Eructante
le dijo al otro:
-A ver si mañana te das
una vuelta por mi rancho, muchacho.
-Cómo no hermanito, te
voy a caer temprano pa tomar unos mates.
-Bueno -dijo Eructante-,
pero traéte la yerba y el tabaco, que yo pongo la mujer pa que cebe hasta que
se acalambre.
Era un hombre bastante
malo.
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