domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (44)

EL AFILADOR

“Templaron con emoción…”
(De un café cincuentón de la calle Olavarría)

El que supo tener fama de cuchillero, aura que dice, fue Piramidal Cucheto, el casau con Vayaviendo Garrocha. Una mujer que no tenía criterio para nada. Se le terminaba la birome y le quería hacer punta con un cuchillo.

El vicio de los cuchillos le venía del marido, que era afilador. Un hombre que tanto le afilaba la hoja de un cuchillo como la hoja de un ombú, y si lo facilitaban le afilaba la mujer al dueño del cuchillo o al dueño del ombú, y además les daba el temple justo. Y tanto le templaba un cuchillo como le templaba una guitarra. ¡Su habrá quemau guitarras ern la fragua!

Si al pago llegaba alguien con fama de guapo, él lo buscaba y cuando lo tenía a mano le enjacaba un tingiuiñazo en la oreja, pa ver si era un hombre templado. Uno de los guapos, que era un hombre de temple, un día echó mano al facón, y Piramidal le pegó un tinguiñazo en la hoja y se quedó escuchando el sonido. Aquel guapo quedó tan desorientau que tiró el cuchillo por la ventana y se dedicó a vender pasto en carretilla.

Una noche en el boliche El Resorte taban desagotando una damajuana de vino el rape Olmedo, la Duvija, Diariamente Solfeo, Lagartijo Liborno, el pardo Santiago y Rosadito Verdoso, cuando cayó Piramidal y se acodó en el mostrador. El barcino se corrió pa la otra punta.

Cuando Piramidal vio que el tape Olmedo le estaba haciendo punta a un palito, se le ofreció:

-¿No quiere que el afile el cuchillito, don tape?

-No señor, cada hombre debe estar capacita upa arreglarse su herramienta, y cada cual sabe cómo le tiende el filo.

Piramidal quedó medio entrompau. De repente se oró un galope, un sofrenar en la puerta del boliche, un forastero que se daba de patas contra el suelo y dentraba sin daludar, pálido y desnutrido. No había terminado de hacer espalda contra el mostrador, cuando se oyó otro galope, otro sofrenar, y otro forastero que dentra sin saludar pero facón en mano.

Se cruzaron los fierros chas chas chas, relumbraban los aceros a la luz tiznada del farol. Con las vistas en las vistas se carculaban, se semblanteaban, y chas chas chas, chocaban los facones, se les aflojaban los mangos, se mellaban las hojas y meta chas chas chas.

Fue cuando Piramidal empezó a decir:

-Afiladoooor… afiladoooor…

Sin dejar de pelear, los forasteros le hicieron señas de que les afilara los facones. Entonces Piramidal echó mano a la cintura y peló la chaira. Pegó el grito: “¡Allá voy y cuidau con tajiarme un dedo!” Entreveró la chaita entre los dos facones y parecía que estaba peliando con una yunta. Era el chisperío nomás y los facones se afilaban sin parar el duelo, hasta que el tape Olmedo comentó.

-¡Será posible que no se pueda tomar un vino tranquilo!

Los sacó a los tres a patadas pa fuera, y cuando iba clariando todavía se escuchaba a lo lejos:

-¡Cuidadu con tajiarme un dedo, carajo! chas chas chas.

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