domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (19) - JOSEPH CAMPBELL


CAPÍTULO I / LA PARTIDA

1 / LA LLAMADA DE LA AVENTURA (3)


´También tenemos el caso, tomado de una parte muy diferente del mundo, de una muchacha araphao de las llanuras de Norteamérica. Espió a un puerco espín que estaba cerca de un álamo. Trató de herir al animal, pero él se escondió detrás del árbol y empezó a trepar. La muchacha lo siguió, pero el animal siempre estaba fuera de su alcance. “Bueno -dijo-. Voy a subir para capturar al puerco espín porque quiero sus púas, y si es necesario subiré hasta la punta.” El puerco espín llegó a la punta del árbol, pero cuando ella se acercó y ya iba a echarle mano, el álamo creció repentinamente y el puerco espín siguió subiendo. Miró hacia abajo y vio a sus amigos llamándola e insistiendo en que bajara; pero como ya estaba bajo la influencia del puerco espín y tuvo miedo de la gran distancia entre ella y el suelo, continuó subiendo, hasta que se convirtió en una mancha para aquellos que la veían desde abajo, y junto con el puerco espín finalmente alcanzó el cielo.”

Dos sueños serán suficientes para ilustrar la aparición espontánea de la figura del heraldo en la psique que está madura para su transformación. El primero es el sueño de un joven que busca el camino que ha de orientarlo hacia un nuevo mundo: “Estoy en una pradera verde donde pacen muchas ovejas. Es la tierra de las ovejas. En la tierra de las ovejas se yergue una mujer desconocida y señala el camino. (7) El segundo es el sueño de una joven cuya amiga íntima ha muerto recientemente de consunción; ella teme contagiarse de la enfermedad: “Estaba en un jardín lleno de flores, el sol iba a ponerse con un brillo color de sangre. Entonces apareció ante mí un caballero negro, de aspecto noble, que me habló con una voz seria, profunda y aterradora: ‘¿Quieres ir conmigo?’ Sin esperar mi respuesta me tomó de la mano y me llevó con él.” (8)

Ya sea sueño o mito, hay en estas aventuras una atmósfera de irresistible fascinación en la figura que aparece repentinamente como un guía, para marcar un nuevo período, una nueva etapa en la biografía. Aquello que debe enfrentarse y que es de alguna manera profundamente familiar al inconsciente -aunque a la personalidad consciente sea desconocido, sorprendente y hasta aterrador- se da a conocer, y lo que anteriormente estaba lleno de significados se vuelve extrañamente vacío de valores: como el mundo de la hija del rey, con la rápida desaparición de la pelota de oro dentro de la fuente. De aquí que aun cuando el héroe vuelva por un tiempo a sus ocupaciones familiares, puede encontrarlas infructuosas. Una serie de signos de fuerza creciente se hará visible entonces, hasta que las llamadas ya no puedan desoírse, como en la siguiente leyenda de “Las cuatro señales” que es el ejemplo más celebrado de la llamada a la aventura en la literatura mundial.

El joven príncipe Gautama Sâkyamûni, el futuro Buddah, había sido protegido por su padre de todo conocimiento de la vejez, de la enfermedad, de la muerte y del monacato, porque temía despertar en él pensamientos de renunciación a la vida, pues había sido profetizado a su nacimiento que sería el emperador del mundo o un Buddha. El rey, prejuiciando en favor de la vocación real, dio a su hijo tres palacios y cuarenta mil bailarinas para conservar su mente apegada al mundo. Pero esto sólo sirvió para adelantar lo inevitable, porque cuando era relativamente joven, su juventud consumió todos los campos de los goces carnales y maduró para la otra experiencia. Cuando el príncipe estuvo preparado, los heraldos aparecieron automáticamente.

Notas

(7) C. G. Jung, The Integration of Personality (Nureva York y Toronto; Farrar and Rinehart, Inc., 1939), p. 128.
(8) Wilhelm Stekel, Die Sprache des Traumes (Wiesbaden: Verlag von J. F. Bergmann, 1911), p. 252. El Dir. Stekel señala la relación entre el color rojo sangre y el pensamiento de la sangre que expectoran los tuberculosos.

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